Autor/a: Gonzalo Acosta Bono
Hay casos, como el de María Bruguera que, pese a su condición de víctima del
franquismo, está plenamente justificado empezar una breve reseña de su vida por su
última etapa. Su trayectoria vital nos ha llegado a nuestro presente más reciente con toda
la capacidad y energía de lo que ha sido siempre: una luchadora infatigable hasta su último
aliento. Hablaremos de sus orígenes y de su desarrollo, pero tratándose de María es justo
iniciar esta semblanza por su condición de mujer militante libertaria. Aunque afiliada al
sindicato (CNT y posteriormente CGT), hay que destacar su compromiso activo en el
ámbito del feminismo desde la perspectiva libertaria. En los años 80, después de interesar
a un grupo de mujeres jóvenes sobre el ideal libertario, está entre las fundadoras de un
colectivo cuya plataforma de expresión es Mujeres Libertarias, cuyo primer número
aparece en Madrid en 1986. Ella es el alma de esta iniciativa y despliega una actividad
constante, desde aportar ideas y buscar recursos hasta elaborar y difundir esta
sobresaliente revista. Quizás con este proyecto, más que con ningún otro, podamos
identificar a María de forma inconfundible. Pero María tiene mucha historia, y también
mucha tragedia que en absoluto pudo mermar su dedicación y esfuerzo generoso en favor
de las ideas libertarias.
Nació María en Jerez de los Caballeros en una familia de hondas convicciones libertarias.
Su padre entró en contacto con los medios ácratas siendo aprendiz en la industria
corchera, en Sevilla, y aunque en Jerez predominaban las ideas socialistas, este sector
acabó siendo afín al anarcosindicalismo. Hasta entonces Jerez vivió más la experiencia
societaria, con gran interés por la cultura y adquiriendo sus miembros conocimientos de
forma autodidacta. Ella misma apenas pudo ir a la escuela porque debía ayudar a su
madre en una pequeña tienda de comestibles, y siempre fue su obsesión: en sus últimos
años participó en la Universidad Popular. En este ambiente creció María y cuando se creó
en su pueblo Juventudes Libertarias (1932), María fue una de sus principales impulsoras,
junto a su hermano Antonio y el que sería su compañero y padre de su hijo, Francisco
Torrado. Una de las actividades más apreciadas por María era el grupo artístico Ni Dios Ni
Amo, con el cual llevó a muchos pueblos de la comarca obras sociales que tenían gran
aceptación.
Cuando el golpe del 36 María tenía 21 años y estaba embarazada de su hijo Antonio. A
partir de este momento vive junto a los suyos las circunstancias más dramáticas. Su padre
y su hermano participaron en el Comité de Defensa de Jerez, cuya actuación siguió la
pauta general de los pueblos que resistieron un tiempo la sublevación: detuvieron a los
miembros derechistas (en un número elevado, 137) para evitar su participación en la trama
golpista, sin que llegaran a matar a ninguno jerezano; aunque sí hubo en Jerez ocho
muertos derechistas pertenecientes a otros pueblos y sin que pueda documentarse cómo ni quién participó. Sí es bien conocida que, tras la toma de Jerez el 18 de septiembre, en
sus calles “se cogieron 60 muertos” (referencias tomadas de Espinosa Maestre, La
columna de la muerte, Critica 2003). La familia en un primer momento tuvo suerte y
pudieron escapar de la masacre, por una parte el padre alcanza territorio republicano junto
con centenares de personas que van huyendo de los distintos pueblos que caen a medida
que la “columna de la muerte” despliega toda su fuerza camino de Badajoz. Por otra, la
familia trata de pasar la frontera pero en esas fechas ya no es posible el paso, saturadas
de gente procedentes de Huelva y Badajoz, muchos de los cuales acaban internadas en el
campo de concentración de Coitadinha junto a Noudar, o en el de Modedinha. Portugal era
peligroso porque estuvo siempre al servicio de los intereses franquistas.
La familia Berenguer tuvo que retroceder y se encontró sitiada entre la frontera y un
territorio ya ocupado por las fuerzas franquistas. Encontraron refugio en una parcela
perteneciente a la familia de su compañero, Francisco Torrado, y precisamente allí dio a
luz a su hijo ayudada por su madre, Elisa Pérez. Pero en una batida de los fascistas
descubrieron el refugio y allí mismo asesinaron, entre otras personas a su madre y a su
compañero. A ella le perdonaron la vida y fue conducida, junto a su hijo Floreal, primero a
Jerez donde estuvo internada ocho días, y después a la cárcel de Badajoz donde pasó un
año. Pasado el periodo de lactancia, unos nueve meses, le obligan a separarse de su hijo
que queda al cuidado de sus abuelos paternos. A partir de entonces el nacionalcatolicismo
les obliga a cambiarle su nombre porque no pertenece al santoral, y desde entonces se
llamará Francisco. Esta separación será un nuemazazo para María.
Allí fue juzgada y condenada a pena de muerte, aunque le fue conmutada por 30 años de
reclusión. Desde entonces pasó por varias cárceles o asimiladas, como el convento de la
Madres Oblatas de Badajoz donde pudo perfeccionar las labores de bordado que a la larga
le supuso salir adelante en la vida, aunque se permitió rechazar en esta ocasión trabajar
para las monjas por una miseria. En la cárcel supo que su padre, detenido junto a ella, fue
asesinado en Badajoz el 17 de noviembre de 1939, otro duro golpe. Pasó por los penales
de Salamanca, Valladolid, Saturrarán y Santander, hasta que solicitó y le fue concedido el
traslado a Madrid para poder trabajar en el taller de bordados y costura que estaba mejor
retribuido. No sólo le ayudó este trabajo, también estar en contacto con las compañeras de
Mujeres Libres, que estaban organizadas en el interior de la cárcel, y que le permitió
afianzarse en sus ideales.
Después de ocho años y un mes encarcelada, obtuvo la libertad en 1946. Con el coraje y
las energías que le caracterizaban, María rehizo su vida en Madrid. Recuperó a su hijo, y
junto a su hermano Antonio, que salió libre un poco antes, pudieron alquilar un piso y salir
adelante. También su vida afectiva conoció nuevas dichas al unirse a Aureliano Lobo,
militante de la CNT, formando un hogar que conoció en todo momento la felicidad familiar.
Y se incorporó con nuevas energías a la lucha clandestina en el Comité de Mujeres Libres
junto a las hermanas Lobo y María Carrión a las que conoció en la cárcel, y también
secundando las actividades de la CNT.
Como ya se dijo al inicio, tras la muerte de Franco, a María se le reconoce fácilmente, y
con nuevos ímpetus, por su activismo en los medios libertarios y feministas madrileños.
Su paso por las cárceles y todas las tragedias vividas no mermaron sus ansias de lucha,
de reivindicar la libertad de la mujer. El lunes 28 de diciembre de 1992 María fue
incinerada en el cementerio de La Almudena de Madrid, acompañada de sus familiares,
compañeras y compañeros que le ofrecieron un emotivo acto como reconocimiento a una
vida de lucha y entrega generosa hacia los demás.
Más información: Revista Mujeres Libertarias, nº 14, 1er trimestre de 1993. Monográfico dedicado a María Bruguera. Accesible en:
http://www.memorialibertaria.org/valladolid/IMG/pdf/Monografico_Maria_Bruguera.Mujeres_Libertar
as.No_14.pdf