Pocas personas son capaces de adaptarse a la realidad, cuando tienen que cambiar algunas ideas que habían defendido siempre, como el rechazo a participar en estructuras del poder político. Su apuesta decidida, por la soñada transformación social que se puso en marcha en 1936, la pagó cara él y su familia, ya que sufrió la persecución y el exilio hasta su muerte.
Como ya sabéis por el folleto de la Asociación de Vecinos, Joaquín Ascaso nació en Zaragoza el 5 de junio de 1906, en el barrio de Torrero en el que estamos, y murió en Caracas el 12 de marzo de 1977. Por lo que he podido comprobar estos últimos días, a veces se le confunde con sus famosos primos, Francisco, Domingo y Alejandro Ascaso Abadía, sobre todo con el primero, Francisco, muerto el 20 de julio en el asalto al cuartel de Atarazanas de Barcelona.
Joaquín Ascaso, sabía las “cuatro reglas”, como se decía en aquella época, porque asistió a las escuelas Fuenclara de Zaragoza.
Fue un sindicalista muy activo, tanto dentro de su sindicato como al frente de los parados. Peón de albañil, tuvo un papel muy activo en el sindicato de la Construcción de la CNT que, durante la IIª República, fue considerado como uno de los más activos y radicalizados de la ciudad. Pero también fue un activista que formó parte de grupos de afinidad anarquista como el grupo Los Indomables con Ramón Andrés y otros, y en ocasiones, colaboró con el grupo Los Solidarios- Nosotros de Durruti, de su primo Francisco Ascaso, García Oliver y otros. Pertenecía, por tanto, al sector más radical de la CNT y estuvo muy relacionado con el anarquismo catalán, cosa bastante habitual desde la Iª Internacional. Formó también parte de la FAI.
A los 18 años, su temprano activismo, le llevó al exilio en 1924, poco después de proclamarse la Dictadura de Primo de Rivera. Volvió a España unido a una obrera francesa cuando se proclamó la IIª República y, con apenas 25 años, se convirtió en un destacado militante : miembro del primer comité de las Juventudes Revolucionarias de Zaragoza (mayo de 1931), se involucró en las luchas contra el paro que se produjeron en los primeros meses de la República y fue nombrado presidente de los albañiles y peones en octubre de 1931.
Su activismo y su impaciencia por ver estallar la ansiada revolución le llevaron en diversas ocasiones a sufrir detenciones y encarcelamientos durante la República. Fue detenido por su relación con los actos de solidaridad que se llevaron a cabo en pueblos de Teruel como Castel de Cabra o Alcorisa, en relación con los detenidos y deportados (108 presos entre ellos Durruti y su primo Francisco) por los levantamientos revolucionarios del Alto LLobregat (enero 1932). De nuevo fue detenido y encarcelado por su participación en la planificación de la sublevación anarquista de diciembre de 1933.
Pero su activismo nunca le alejo de la realidad a la que siguió unido como trabajador de la construcción y sindicalista. En mayo de 1936, representó al sindicato de la Construcción en el Congreso que la CNT celebró en Zaragoza.
Cuando estalló la sublevación militar del 18 de julio del 36, estaba en Barcelona afectado por la muerte prematura de un hijo suyo, y participó en las luchas para sofocarla. Salió de allí con la columna “Durruti” y se unió más tarde a la columna “Ortiz”, a la que representó en la ponencia que, en el pleno de Bujaraloz, decidió la constitución del Consejo de Aragón. Se exilió a Francia en julio de 1938, siendo detenido durante siete meses en Marsella. Sufrió un intento de asesinato y en 1947 se marchó a Bolivia y, finalmente, a Venezuela donde se instaló en 1948. En el exilio fundó, en la década de los sesenta, con otros compañeros el grupo Fuerza Única.
El Consejo de Aragón
Esta biografía, siendo destacada, no resultaría excepcional si no hubiera sido porque en los primeros meses de la Guerra Civil el anarquismo, y con él Ascaso, se encontró con que, después de tres cuartos de siglo de lucha destructiva, tenía que asumir la responsabilidad de construir y organizar una sociedad nueva. Ante esta situación surgieron las discrepancias y las contradicciones, un sector pretendía mantenerse en la pureza de los ideales y otro sector consideraba que la excepcionalidad de la situación requería planteamientos más abiertos y sacrificar algunas ideas en beneficio de la revolución.
Aunque Joaquín Ascaso, por su origen activista, parecía estar con los puristas, su protagonismo en el Consejo de Aragón le llevó con los segundos. Quizás estas palabras suyas nos aclaren el porqué : Preciso es que la moral gane de nuevo los corazones de las multitudes ; que el ardor y el entusiasmo en la tarea encomendada a cada uno alcance el ritmo acelerador del 19 de julio [de 1936] ; que la desconfianza en un porvenir mejor no oscurezca más los pechos y cerebros de los proletarios ; que la antorcha de la sinceridad en el esfuerzo unido no sea un mito (…) ; que la tónica sea iguales en derechos y deberes…
El Consejo de Aragón (octubre 1936-agosto 1937), fue un organismo constituido por el Comité Regional de la CNT en Alcañiz y presidido por Ascaso. Diversos motivos pudieron influir en su nombramiento : su actividad en la presidencia del Comité Revolucionario de Caspe, su amistad con destacados dirigentes (Antonio Ortiz, Miguel Jiménez, Miguel Chueca y Adolfo Ballano) y, posiblemente también, el prestigio de su apellido.
No glosaré en este acto, por su brevedad, el significado de este organismo pero si señalaré que el Consejo de Aragón fue una iniciativa verdaderamente original que entusiasmó a algunos y disgustó a otros : nació como propuesta de la CNT (del Pleno Nacional de Regionales en septiembre del 36) para coordinar, a través de Consejos Regionales de Defensa que se federarían en un Consejo Nacional de Defensa, la lucha contra los sublevados. Esa era la razón por la que al principio todos los consejeros, y su presidente, eran anarquistas o anarcosindicalistas. Se pensó luego, a partir de diciembre del 36, que fuera un organismo que representara a todas las fuerzas que luchaban contra los sublevados y que el gobierno de la República reconociera su autoridad (enero de 1837). Esta institucionalización del Consejo de Aragón, y el nombramiento de Ascaso como delegado del gobierno de la República, disgustó a los anarquistas más puristas, aunque de hecho se produjo de forma paralela a la colaboración de la CNT, a través de cuatro ministros, con el gobierno republicano de Largo Caballero.
El Consejo de Aragón disgustó también al resto de fuerzas políticas y sindicales del Frente Popular, especialmente a los comunistas, por el excesivo protagonismo anarquista.
Y, por último, algunas intervenciones del propio Consejo provocaron contradicciones entre los que le apoyaban. Ascaso, como presidente del Consejo, tuvo que encargarse del Orden Público, para el que dispuso de policía propia, y tuvo que enfrentarse a la Federación de Colectividades para recriminarles las maneras autoritarias que utilizaban para imponer algunas colectividades sin respetar a los pequeños propietarios. Estas actuaciones tan atípicas provocaron el rechazo y la falta de colaboración de sectores de la CNT con el Consejo de Aragón que el propio Ascaso les recriminó en mayo de 1937.
Tras los sucesos de mayo del 37 en Barcelona, los enfrentamientos entre las fuerzas políticas del Frente Popular y la CNT aumentaron y a propuesta del PCE, el Frente Popular pidió el 1 de agosto la disolución del Consejo de Aragón. El decreto apareció publicado el 11 de agosto de 1937. Miembros destacados del Consejo (entre ellos el secretario de Ascaso, Ezequiel Erla) y de las colectividades fueron detenidos. El propio Ascaso fue detenido en Valencia (acusado por los comunistas de robar joyas que según él le habían sido confiadas por el Comité Nacional para comprar maquinaria y productos para Aragón) y liberado el 18 de septiembre.
Tras la desaparición del Consejo de Aragón, Ascaso fue marginado de los comités dirigentes del movimiento libertario, cuestionado por dirigentes como Federica Montseny que, sin embargo no había dudado en ser ministra, se le excluyó de las actividades organizativas de la CNT de Aragón y en septiembre de 1938 el Comité Nacional lo expulsó. La organización aragonesa, que por esas fechas estaba prácticamente desarticulada, mostró su desacuerdo, pero acató la orden “por no poder consultar a los sindicatos”. En el Pleno Nacional del Movimiento Libertario del mes siguiente se le acusó de “quijotismo”. Después vendría el silencio.
Concluyendo ya, Joaquín Ascaso fue un activista en el pleno sentido de la palabra, quizás, porqué no, un quijote que quiso luchar contra los molinos de viento del purismo y la intolerancia.
Después de tantos años no estamos aquí para juzgarlo, no nos corresponde a nosotros hacerlo. Su actuación se puede considerar contradictoria porque siendo un radical que se enfrentaba al poder, lo que hoy llamaríamos un antisistema, se vio enfrentado a la posibilidad de construir un nuevo sistema y intervino en estructuras de poder como el Consejo de Aragón. Esta contradicción nos plantea que la realidad, y en esto sería más Sancho Panza que Quijote, le hizo poner en duda las verdades establecidas en el campo teórico de la ideología. Pagó muy cara su osadía ya que sufrió cárcel y exilio y además fue marginado por su propia organización y por muchos de sus compañeros anarquistas. Desde el punto de vista de la pureza doctrinal no ha pasado a la historia de los próceres del anarquismo, desde el punto de vista de la flexibilidad y de la reflexión ante realidades inesperadas no podemos sino admirarlo por su atrevimiento.
Quiero acabar el acto con unas palabras del propio Ascaso cuando fue consciente de la disolución del Consejo de Aragón :
Guiado siempre de un entusiasmo objetivo, sentía en mi trayectoria revolucionaria el intenso dolor de que al pueblo, precisamente a mi pueblo –la tierra aragonesa donde mis energías adquirieron desde la niñez la savia anarquista-, se arrebatase sin más ni mas el fuero de su autonomía, tan difícilmente alcanzado a fuerza de sangre, de tesón combativo, de fervor revolucionario…