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Nóvoa Santos, Roberto


El Correo Gallego TEXTO Y FOTOS : ROBERTO QUMATA

La mayor gloria científica y humana que pasó por la Facultade de Medicina de San Francisco, como alumno y profesor, se llama Roberto Nóvoa Santos (A Coruña, 1885 ; Santiago, 1933). Bachiller a los 15 años, médico a los 22 (expediente a base de matrículas salvo dos sobresalientes) y catedrático de Patología a los 27, su gran legado para la Medicina es el Manual de Patología General que publica en 1916, un best seller de la literatura médica que se estudiará en España e Iberoamérica y que, tras ocho ediciones, sobrevivirá al autor.

Se cumplen 75 años de la muerte de Nóvoa y ahora justamente salen a relucir aspectos inéditos de su biografía : el “Nóvoa, anarquista”. Un trabajo de investigación al que ha tenido acceso EL CORREO mientras está sometido al análisis de la Fundación Barrié y, por tanto, todavía no publicado por sus autores, se recrea en “los escritos juveniles de Pedro Novoakow, seudónimo que utilizaba en revistas anarquistas” de la época.

A partir de la práctica recuperación de los 245 trabajos dispersos de Nóvoa se puede establecer que su colisión con la Iglesia santiaguesa es más puntual que ideológica, por más que el cardenal Martín de Herrera le calificara de “herético”.

Más sorprendente resulta el pecado de olvido u omisión entre el claustro y alumnos que silencian la obra del maestro por temor a las represalias del Régimen del 18 de julio.

Un retrato de un coleccionista privado –un Corredoira– aparece 75 años después en una galería de arte del Toural. Nóvoa podría volver a su pedestal si la Facultade de Medicina decide comprarlo. El decano José María Fraga tiene la palabra. Novoa Santos es un personaje que forma parte del milagro Cajal, a partir de quien brota la modernidad : España, por fin, se incorpora al saber científico de Centroeuropa, de modo especial, de Alemania.

Pero, además, Gregorio Marañón y Roberto Nóvoa Santos son las figuras claves en las que se contextualiza Humanismo y Libertad como línea de pensamiento y de principios éticos.

Los dos, humanistas y liberales, se integran en el afán regeneracionista que florece con la Institución Libre de Enseñanza.

En 1948 se edita por última vez el Manual de Patología General que aún hoy sigue llamándose el Nóvoa. Lo insólito es que, pese a los nuevos vientos que corren en la universidad gallega y española –impregnada por el franquismo vencedor– el libro del catedrático coruñés siga siendo el santo y la peana o, como hoy se dice, el referente de la Medicina española desde los inicios del siglo XX.

También resultará inusitado que el Nóvoa permanezca a pesar de una abultada biografía episódica que, como estudiante rebelde va tejiendo el joven Roberto, y que ya como don Roberto, desde su cátedra y a través de sus conferencias, espolea nada menos que a la entonces severa Iglesia compostelana.En las mentalidades más sencillas prende la mecha del Nóvoa Santos ateo , sambenito que procede de la curia diocesana.

Otro de los inconvenientes de su biografía estriba en su militancia (intelectual) en la Federación Republicana Gallega. Como diputado interviene el 2 de septiembre y el 10 de octubre de 1931 con dos discursos que, por estructura, son piezas oratorias magistrales, en las Cortes Constituyentes de la República Española.

(De Nóvoa Santos dirá Marañón que “es el verbo más neto y más emotivo que escuchó la Universidad española”. Habrá que poner en valor que es Marañón el que anima al médico gallego para que oposite a Universidad Central y gane en brillantemente la cátedra de Patología General en 1927 entre los aplausos de sus incondicionales).

En la segunda disertación ante el presidente Julán Besteiro aborda “el problema religioso” en el que “no digo que la solución más práctica, no digo la más justa, ni tampoco tal vez la más eficaz, sería la disolución de las órdenes religiosas que no son deseables para la seguridad, para la vida y la prosperidad de la República”.

Lo que late en las palabras de Nóvoa es “la necesidad de la separación de la Iglesia y el Estado (…) Libertad de la Iglesia sí, pero en tanto no dañe ni perjudique material ni moralmente a una mayoría o a una minoría de los ciudadanos de la República española”.

“¿Tienen todas las órdenes religiosas igual valor ? Hay dos tipos de órdenes religiosas : las militantes, las que se filtran en la sociedad, que hacen una labor social, que acumulan riquezas, y otro tipo de órdenes religiosas, en las que figuran las ascéticas y las contemplativas, las más profundamente religiosas que no gravan material ni espiritualmente a la comunidad de la República”.

“Si el Parlamento respeta aquellas órdenes religiosas que tienen un más profundo espíritu religioso, si respeta las órdenes que cumplen una misión benéfica en los hospitales o casas de salud, no en la enseñanza, el pueblo no tendría por qué alarmarse, y la misma gente profundamente católica no podría inculparnos de ser fanáticos o sectarios”.

Don Roberto está enterrado en Boisaca, no muy lejos de otro gallego ilustre : Valle-Inclán. El 9 de diciembre de hace 75 años no supera una operación quirúrgica y el tiempo de convalecencia en Compostela. Seis días después corre la misma suerte el rector Rodríguez Cadarso.

Días de mal fario, Galicia se ve arrumbada por un mar arbolado de lágrimas. Como una zarabanda atlántica tierra adentro, un golpe de mar traidor en forma de cáncer, en el caso de Nóvoa, y un accidente de automóvil, en el de Cadarso. ¿Cuál sería la trayectoria vital de dos profesores republicanos a partir del 18 de julio de 1936 ? ¿El exilio ?

En el libro Roberto Nóvoa Santos. La inmortalidad : dolor y saudade, del que es autor el académico Juan José Fernández Teijeiro, Manuel Fraga asegura que su “muerte prematura le impidió ser, cuando menos, uno de los candidatos al Premio Nobel de Medicina”.

No es el único catedrático de la Universidad española que piensa así. Un cáncer estenosante de píloro que no puede extirpar a tiempo el compostelano doctor Gómez Ulla siega la vida de un hombre que, a los 48 años, está en pleno apogeo.

De alcanzar la década de los 60 y de coronar sus investigaciones al ritmo de su pasión e inteligencia –más desde el exilio de Estados Unidos– la Academia sueca hubiera barajado el nombre del ilustre coruñés en más de una ocasión para el Nobel.

En 1920, Nóvoa Santos es el encargado de pronunciar el discurso de apertura de curso. Lo titula El problema del mundo interior. Un compañero de claustro, el profesor Barcia Caballero destaca al día siguiente en El Eco de Santiago la sinceridad y la imparcialidad de discurso.

Sin embargo, como puntualiza Fernández Teijeiro, en un número extraordinario del Boletín Oficial del Arzobispado, el cardenal José Martín de Herrera, “considerado hombre culto y abierto, pero al parecer presionado por la ortodoxia oficial, condenaba de forma tajante el discurso de Nóvoa”.

El profesor Carro Otero, ante el busto de Nóvoa Santos El profesor Carro Otero, ante el busto de Nóvoa Santos La Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia (RAGMC) rindió homenaje a Roberto Nóvoa Santos en su sede de A Coruña el pasado 9 de diciembre.

En el acto académico intervinieron el presidente de la RAMCG, José Carro Otero ; el pediatra Juan José Fernández Teijeiro, numerario de la citada y de la de Cantabria ; y el catedrático de Endocrinología, Felipe Casanueva, actual XIII Premio Nóvoa Santos, recientemente fallado por Asomega y Caixanova.

Los tres analizaron desde distintas perspectivas al personaje y a su obra con ocasión del 75º aniversario de su fallecimiento. El profesor Casanueva se mostró admirado por Los saberes endocrinológicos del doctor Nóvoa Santos que, a la altura de los años veinte, fueron la base de estudios posteriores y un prodigio.

Encumbrar a un gallego con el Nobel de Medicina no responde a un deseo, sino a la lógica de una trayectoria que habría de culminar con el éxito. Nóvoa Santos sería el segundo después de Cajal y antes que Severo Ochoa. Esas son las cuentas, y no las de la lechera, que echan los más versados en la obra a medio empezar, o a medio concluir, de don Roberto.

Ahora que se puede decir que han sido recuperados casi en su totalidad los 245 trabajos publicados por Nóvoa Santos, el comentario del profesor Carro acerca de que “don Roberto Santos, siendo catedrático en Santiago (1912-1927) vivía en la calle del Hórreo, número 53 –hoy sede del colegio Universitario Arosa– una casa de palmeras, símbolo de los nuevos ricos”, casi solapó la siguiente afirmación : “el joven Nóvoa Santos tenía ideas anarquistas, firmaba en revistas anarquistas con el seudónimo de Pedro Novakow”.

El pediatra Fernando Ponte Hernando y el bibliotecario de Fonseca, Javier del Valle Inclán –cuyo abuelo admiró Nóvoa–, son los autores del trabajo Escritos juveniles de Roberto Nóvoa Santos en revistas anarquistas que EL CORREO adelanta en exclusiva.A partir de noviembre de 1903, el joven Nóvoa (18 años) comienza a colaborar con revistas de corte anarquista como La Revista Blanca, Tierra y Libertad, El Rebelde y Natura. Para ello emplea como seudónimo su segundo nombre : Pedro, y eslaviza su primer apellido : Novoakw. También firma con el de Max.

El anarquismo que mama Nóvoa propugna el apoliticismo, el federalismo y la acción directa como método para obtener mejoras laborales y sociales. Nóvoa sigue los escritos de Kropotkin, Nietzsche, Stirner y Tolstoy, siente especial predilección por las teorías de Bakunin y Proudhon y metaboliza los conceptos del darwinismo social.

En la quincenal La Revista Blanca (1 de septiembre de 1904) se declara materialista en ciencia y sociología al tiempo que niega la existencia de Dios, del “ser consciente creador de la Naturaleza”.



El busto oculto y arrinconado en el desván

El busto de Roberto Nóvoa Santos preside el vestíbulo y escaleras de la Facultade de Medicina de la calle de San Francisco muchos años después de que al escultor Francisco Asorey se le encargue tallar las suaves facciones y la mirada penetrante del gran patólogo gallego.

La decisión corresponde al decano de Medicina, Ángel Jorge Echeverri, que encarga al escultor titular de la cátedra de Anatomía el trabajo que arrojará luz sobre la “nebulosa” (según García-Sabell) que envuelve a Nóvoa.

El profesor Echeverri confía, a mediados de 1960, que Asorey culmine el busto en menos de un año. El escultor de Cambados, casi coetáneo de Nóvoa, lo finaliza un mes justo antes de su muerte, el 4 de julio de 1961. El busto es emplazado en los jardines de la Facultade que lindan con la calle de Carretas hasta que desaparece. Nadie lo echará en falta.

Desde entonces y hasta 1975, la escultura permanecerá arrinconada y semioculta en el cuarto de calderas del Hospital Clínico. Un inventario rutinario del lugar propiciará el hallazgo. El año en que fallece Franco, el decano y profesor Varela Núñez restituye el honor de Nóvoa colocándole en el lugar más privilegiado de San Francisco.



El cardenal Martín de Herrera lo acusa de caer en el panteísmo, “la negación de Dios”

Para “el vigilante del depósito tradicional de la Fe, la exposición de Nóvoa ha sido herética. Por lo expuesto se ve que el doctor Nóvoa Santos cayó en los abismos del panteísmo, que es la negación de Dios y de toda religión, justamente anatemizada por el Concilio Vaticano …”

El cardenal prohíbe la lectura, retención y difusión del discurso y manda a los diocesanos que lo entreguen a párrocos y confesores, encargados de purificar la copias con el fuego.

El novoasantista Fernández Teijeiro, pediatra y psicólogo en Santoña, aclara a EL CORREO que “don Roberto era muy respetuoso con todas las ideas y creencias y nada amigo de polémicas y enfrentamientos. Mantuvo buenas relaciones con los sectores eclesiásticos de su época, especialmente con sus vecinos los Padres Franciscanos”.

Las circunstancias dictarán más adelante que del Palacio arzobispal se le llame para “atender y consultar al prelado que sustituyó a Martín de Herrera”.



¿Hereje ? A Fernández Teijeiro corresponde el mérito de recuperar en buena parte la obra olvidada –y silenciada– de Nóvoa.

En la carta con sus últimos deseos y voluntades, hallada meses después de su muerte en Compostela, se puede leer que “el entierro sea el más modesto y sencillo, o mejor, el más pobre y que a nadie se participe la hora de su celebración. Como toda la tierra es santa”, Nóvoa no ve precisa una “tierra religiosa”, pero tampoco quiere complicar a su familia : “Si creéis que este deseo mío puede heriros o acarrearos molestias de tipo social, disponed lo que queráis sobre este extremo”. Sus restos son amortajados con una sencilla sábana.



Claustrales y discípulos silencian el nombre del patólogo por temor a ser represaliados

El joven Nóvoa es un rebelde inteligente. Un compañero de estudios se suicida por las deudas de juego que contrae en el Casino. Al día siguiente, grupos universitarios destruyen la sala en la que tantos estudiantes arruinan su economía. De los restos de la batalla, un nombre : Roberto, el organizador. Ningún estudiante volverá a jugar en el Casino.

Ya como profesor, el descastado Nóvoa suscita envidias y recelos, se opone al carácter hereditario y vitalicio de las cátedras y plazas hospitalarias, a la endogamia en forma de cotos cerrados familiares, exige oposiciones. En una palabra, como dice Fernández Teijeiro, planta cara “al caciquismo y al amiguismo y al conservadurismo”. El “intruso”, que es un clínico excepcional –cura y alivia– se gana la admiración del “todo Santiago” y del “toda Galicia”. Y por eso levanta ampollas.

Aunque víctima incruenta, Nóvoa sufrirá las consecuencias de la rebelión del 18 de julio por sus connotaciones ideológicas. Los compañeros universitarios, sobre todo en Madrid, terminan en el exilio (Marañón, por ejemplo) y ya nadie autentificará su testimonio.

Con el silencio, comienza su declive, que pesa más que la losa de su primera necrópolis de Santo Domingo de Bonaval.

La huella magistral que deja el patólogo gallego en Santiago es destruida, nadie se acerca a la obra del maestro. Los claustrales y los discípulos de la Compostela “triste y desconfiada”, como la define el propio Nóvoa, pasan de su magisterio. Están literalmente acongojados por la sospecha de que exhumar su recuerdo será motivo de represalia o depuración política. Roberto Nóvoa Santos, por tanto, sí encaja en la Ley de la Memoria histórica.



Desde Santiago intenta poner en marcha la Internacional Anarquista

Con ‘Despertad, estudiantes españoles’, publicado en la revista que funda Julio Camba, El Rebelde, el joven Nóvoa intenta poner en marcha la Internacional de Estudiantes Anarquistas desde su humilde piso de la calle de las Huertas mediante un llamamiento a los libertarios que se extenderán a Europa sobre la base de “una unidad de acción con las organizaciones de resistencia”.

Roberto es hijo de un militar que sirve en Cuba, regresa al término de la derrota con el empleo de subteniente y la familia elige Santiago para la formación de vástago por razones de economía. No es hijo de ricos y eso se trasluce en sus escritos.

En Tierra y Libertad se declara anarquista y utiliza seudónimo para no atraer sobre su humilde persona un interés que no merece. Y califica al partido de Pablo Iglesias de “adormidera”.

“La revolución que tanto asusta a conservadores y socialistas tiene dos significados : destrucción de lo antiguo, de lo inservible, de lo que no se adapta o resulta una rémora en la natural evolución de las cosas y creación de algo nuevo con el objeto de satisfacer las necesidades de todo tipo que demandan los seres humanos”.

Pero este Nóvoa precoz, de los 18 a los 21 años, según Ponte y Del Valle-Inclán “no es un anarquista de salón, sino que asume posiciones de conciencia crítica, de protagonismo en sus censuras, de constante apelación a la revolución” no sin criticar previamente a los anarquistas superficiales, que identifica como “transportadores de bombas”. “La más grande figura de la medicina gallega de todos los tiempos era un joven ácrata, inconformista y rebelde”. …. 28.12.2008

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