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Donde Durruti encontró su bala

Ediciones Queimada

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19 de noviembre de 1936. Madrid soporta su treceavo día de asedio. Chulapos y chulapas de toda la vida, junto a familias forasteras huidas de pueblos tomados por los rebeldes, conviven bajo el fuego de la artillería y las bombas de la aviación fascistas. La angustia se hacina en sótanos y estaciones del Metropolitano cuando suenan las alarmas, mientras que en la superficie el aire de la ciudad bombardeada se enrarece. Se respìra el humo de las casas incendiadas y también se olfatea el temor, la chispa de miedo que puede desatar el pánico o, por contra, canalizarse en la defensa férrea que proclama la prensa y vocea la radio reiteradamente. En los ateneos, en los cuarteles, en los locales sindicales, en las casas del pueblo se encuentra la respuesta a la llamada: miles de voluntarios y voluntarias se concentran en ellos antes de dirigirse a la linea del frente, una linea muy cercana a sus domicilios, en ocasiones a pocas manzanas.

Tras numerosos intentos, las tropas rebeldes de Varela han cruzado el Manzanares hace cuatro días. El aprendiz de río, siempre objeto de bromas del vencindario de sus riberas, ha demostrado su temple ante el invasor de la mayor urbe que lame su ridículo cauce. Parapeto durante días de los milicianos y obstáculo para legionarios y regulares, ha sido finalmente vadeado en su entrada en la capital, en el tramo donde sus aguas discurren entre el extenso parque forestal de la Casa de Campo de la orilla derecha y el barrio universitario de la opuesta.

Aguas abajo no pudieron cruzarlo. La defensa es tenaz a lo largo del curso que bordea los arrabales de una ciudad que alberga más de un millón de vidas. Pero aguas arriba han tenido éxito, donde acaba la canalización y las riberas en pendiente son transitables. Se han extendido por la orilla izquierda tras cruzar el cauce, avanzando por el campus en construcción, ocupando edificios y arrollando a sus defensores: los voluntarios internacionales del Batallón Dombrowski han caído en la Casa de Velázquez, igual suerte han corrido los anarcosindicalistas que defendían la Escuela de Ingenieros Agrónomos. Los contraataques de los defensores de la ciudad sitiada no se han hecho esperar. La lucha se ha extendido por los pabellones de las facultades, siendo expulsados los rebeldes de Filosofía por la XI Brigada Internacional y de los edificios de Ciencias por la Columna Durruti, que ha pagado cara la gesta con cientos de bajas. Las facultades médicas también son escenario de feroces enfrentamientos, desplazándose el ataque faccioso hacia las laderas del Cerro del Pimiento, donde las fuerzas del Tercio han ocupado la enorme mole del Hospital Clínico, máximo avance de las tropas legionarias hasta el momento…

Éste es el contexto histórico donde ocurre el trágico suceso que llevaría a la muerte a Durruti, durante una visita de inspección al sector universitario previa a un nuevo contraataque al edificio médico (que finalmente quedaría en manos fascistas). Lo cuenta un año después el periodista ácrata Mauro Bajatierra en un artículo conmemorativo para la publicación libertaria UMBRAL, donde visita y fotografía los lugares que recorrió Buenaventura antes de ser blanco de una mortífera bala.

Hemos seguido los pasos del reportero de guerra en el trabajo de investigación que presentamos. La extensión total del mismo -más de 100 páginas y 200 imagenes- hace imprescindible su descarga por entregas. En esta primera se encuentra el índice y la exposición de motivos, junto a otro descargable con la octava página digitalizada del ejemplar de UMBRAL que tratamos (nº 19 – noviembre de 1937). Y en sucesivas entregas iremos completando este informe que esperamos sea de vuestro interés.

Salud y lectura.

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