Equipo de Comunicación de CGT/Macarena Amores
Resumen sobre la intervención de Chris Elaham sobre la II República, un mito para muchas nuevas formaciones. Nos demuestra que no fue oro todo lo que nos han contado.
Charla de Chris Eleham: “Los mitos de la II República”
¿Viva la República?
“La obsesión con el orden fue evidente el mismo día del nacimiento del nuevo régimen, cuando Lluís Companys, un republicano de izquierdas y futuro presidente de la Generalitat, habló de la necesidad de ‘disciplina’ dentro de lo que llamó la República del Orden”
Chris Elaham, historiador e hispanista británico, ha analizado el contexto político de la protesta y la radicalización del anarcosindicalismo después de la “luna de miel” de los primeros meses tras la proclamación de la II República, en abril de 1931.
En los últimos años, con la “crisis”, mucha gente habla de la posibilidad de una nueva República. Sin embargo, existen muchos mitos sobre esta idea a pesar de las “esperanzas” que se han levantado, sobre todo después de la experiencia catalana. Precisamente, resulta curioso que este “sueño” de la República catalana, que conseguirá “liberar al pueblo”, esté defendido por personajes de la altura política de Puigdemont, un señor que durante su etapa como alcalde de Girona puso candados a los contenedores para hacer más difícil la vida a los marginados, haciéndoles aún más invisibles.
La II República española fue un intento de gestionar la crisis del Estado español de aquellos años. La Monarquía no tenía muchos argumentos de peso para continuar sosteniéndose y además, existía una importante lucha contra el Estado desde amplios sectores del pueblo español. Esta realidad, según Ealham, se ha intentado esconder desde los años 80 en escuelas y universidades con el único objetivo de deformar la historia de los años de la II República. En este sentido, para los partidarios del frentepopulismo, la II República constituye la “edad de oro” del liberalismo del siglo XX, o también el “paraíso perdido” con Franco. Esta situación se origina con los historiadores socialdemócratas y marxistas debido a que la gran mayoría de ellos han analizado estos años desde el lado de la represión franquista. De este modo, se presenta la República como un sistema benigno y atacado por un lado por anarquistas sangrientos y por otro por la derecha autoritaria. Esta perspectiva está influenciada, sin duda, por la transición que el pueblo español ha vivido. Una transición que estuvo marcada por el miedo a ETA y a los golpistas y que exponía la idea de una democracia muy frágil. Así, con la II República, los anarquistas van a tener el papel de ETA pero, en el Estado español, existió un importante déficit democrático.
El objetivo del primer gobierno republicano fue crear una “República del Orden” para gestionar la crisis de Estado que se estaba viviendo en aquellos momentos. Las nuevas autoridades republicanas, al igual que las monárquicas, emplearon la represión y esta (la represión), tuvo más importancia y desarrollo que las propias reformas, que en realidad estuvieron encaminadas a frenar la protesta social. Por eso surge un nuevo conflicto entre el gobierno y el movimiento anarquista. Chris Ealham deja claro que con esta conclusión no está afirmando que monárquicos y republicanos fueran el mismo animal político, pero existían muchas similitudes. Y en este sentido cita ejemplos de políticos que se movieron de las filas monárquicas a las republicanas, como Alcalá Zamora y Miguel Maura.
El 14 de abril de 1931, día de la proclamación de la II República, se produjo una transición controlada con el consentimiento de los militares más importantes del Ejército español, como el General Sanjurjo, militar que participará años más tarde en el golpe contra el gobierno republicano.
Las nuevas autoridades republicanas se toparon con una CNT resurgente, sobre todo en ciudades como Zaragoza, Valencia y principalmente Barcelona. A finales del primer año republicano, la CNT tenía casi un millón de afiliados en el Estado español. Republicanos y socialistas se vieron forzados a frenar el sindicalismo de masas a través de reformas, encaminadas a controlar a la sociedad desde arriba. Estas reformas eran un “arma de doble filo” porque, según Ealham, superficialmente tenían un aspecto “progresista” pero el contenido de las mismas escondía otros objetivos.
Reforma de la educación
Nos han contado que la etapa de la II República fue la edad de oro del sistema educativo.
“Sin duda, `la lucha por la cultura’ de los republicanos suena muchísimo mejor que ‘muera la inteligencia’ de los franquistas”
, explica Chris Ealham. Pero el objetivo de esta reforma era la fabricación de ciudadanos “nuevos”, nuevos vínculos entre el Pueblo y el Estado y control social. Había que modificar o mejorar la percepción que se tenía del Estado. Sin embargo, durante estos años también existieron muchas alternativas a la educación estatal. Un ejemplo de estos fueron los proyectos anarcosindicalistas y autogestionados, como los ateneos obreros.
Reforma agraria
El intento de destruir los latifundios durante los años republicanos se ha entendido por muchos como el compromiso de este gobierno con la justicia social. La reforma agraria formaba parte de un proyecto anticrisis para reactivar la economía capitalista. Por eso se trabajaba en la creación de un “capitalismo nuevo”. Políticamente se buscaba la creación de campesinos felices, por eso los jornaleros sin tierra, que estaban dentro de la CNT, eran molestos. A la República no le salió bien esta jugada, por eso existe una gran historia de insurreccionalismo agrario durante los años 30 del siglo XX.
Leyes: “Estuvieron encaminadas a desarmar el anarcosindicalismo”
En el ámbito laboral hay que destacar las leyes de Largo Caballero, el ministro socialista de trabajo y secretario de la UGT. Dice Chris Ealham que la mayoría de las veces este personaje pensaba como secretario de la UGT, beneficiando a los sindicatos socialistas. En muchos casos, las leyes socialistas criminalizaron las prácticas anarcosindicalistas, sobre todo la acción directa. La CNT durante los primeros años de la II República se encuentra fuera de la ley precisamente por llevar a cabo prácticas basadas en la acción directa.
El gobierno republicano elaboró su propia “ley mordaza”: la ley de defensa de la República. Se trata de una ley preventiva que no estaba diseñada precisamente para prevenir un ataque al Estado pero sí para evitar que ese “peligro” pudiera darse y afectaba directamente a la libertad de expresión y de información. Era sobre todo arbitraria y reflejaba la obsesión de los políticos republicanos con las protestas. Entre las actividades prohibidas estaban los mítines, las huelgas salvajes y la formación de piquetes, y ayudaron a reforzar las leyes laborales.
Como curiosidad, esta ley fue “sustituida” por la ley de Orden Público, redactada por un jurista republicano cuando ya se había pasado al bando franquista.
Durante la etapa republicana se deportaron a muchos anarquistas a África, entre ellos se contaban personajes como Durruti o los hermanos Ascaso.
La ley de Vagos y Maleantes del año 1933 reflejaba claramente la “calidad” y la “clase” de estos políticos “socialistas”.
“Cuando hablaban de vagos no se referían precisamente a empresarios o políticos sino a los que ellos consideraban ‘parásitos sociales’, ‘gente peligrosa’, ‘pequeños delincuentes’, etc. En realidad, las verdaderas víctimas de esta ley fueron otras bien distintas quedando demostrado que los políticos republicanos fueron hombres de orden”,
explica Ealham. Esta ley vino muy bien al régimen de Franco, quien la modificó y la adaptó a las “nuevas necesidades”. La ley de Vagos y Maleantes, sobre todo, reprimió a quienes podían ser un peligro para la imagen de la República y todos los republicanos más radicales, aquellos que se situaban “muy al a izquierda” estuvieron de acuerdo con ella, siendo imprescindible para gobernar a base de reprimir a parados y a muchos militantes anarcosindicalistas.
A modo de conclusión, Chris Ealham explica que el discurso republicano una vez que deja de existir, se enfoca en la justicia social y en las libertades, en la creación de nuevos espacios de libertad. Pero una vez que esas “intenciones” se materializan a través de un gobierno, se comprueba que el poder sigue siendo poder y que gobierne quien gobierne la represión sigue existiendo. Lluís Companys, el mismo 14 de abril de 1931, ya habló de la necesidad de disciplina y de la construcción de una “República del Orden”. Este “orden” estaba estrechamente ligado a la represión, que a su vez se dirigió contra el Movimiento Libertario por ser el que más cuestionaba el sistema. “Orden” y “reforma” eran conceptos inseparables para estos “políticos del cambio” porque sin orden era imposible efectuar las reformas.
Se dieron dos procesos complementarios: las reformas (como la educativa) que iban dirigida a modificar o “mejorar” la imagen que se tenía del Estado, y otras reformas legislativas, mucho más represoras que a día de hoy, muchos y muchas no quieren ver.
Los republicanos mantuvieron el cuerpo de la Guardia Civil, a pesar de que incluso mucho antes de ocupar el poder estaban convencidos de querer disolverlo. Conocían perfectamente el odio popular a un cuerpo con muy mala fama. Al llegar al poder no solo lo mantuvieron sino que crearon más cuerpos represivos como la Guardia de Asalto, consideradas “tropas de choque” de la República. Los miembros de este cuerpo eran reclutados directamente de partidos republicanos, socialistas y de la UGT. Por eso tenían una posición muy marcada de rechazo al anarcosindicalsmo. Era un cuerpo, la Guardia de Asalto que a diferencia de la Guardia Civil, que se había creado en el S.XIX para combatir el bandolerismo rural, esta estaba diseñada para hacerlo con la protesta urbana. Un ejemplo de ello es esta imagen de Agustín Centelles. Los anarcosindicalistas salieron a la calle en febrero de 1936 para celebrar el triunfo del Frente Popular. El Estado republicano reprimió duramente a los manifestantes.