FECHA

77 años de la liberación de París por los españoles de La Nueve
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Hace 2 años CGT estuvo presente, invitada por la Asociación 24 Août 1944, en los actos de celebración del 75 aniversario de la liberación de París por los componentes de La Nueve, integrada en la II Brigada Leclerc. En la celebración de hace 2 años la ministra, entonces Dolores Delgado, de Justicia que asistió al homenaje de aquellos españoles que no han sido recordados en España hasta hace pocos años tuvo la desfachatez de decir que los “republicanos de La Nueve hoy defenderían la constitución del 78”. Por supuesto, fue abucheada por las personas allí presentes, críticas con la actitud de los gobiernos españoles con las víctimas del franquismo.</p>

No debemos olvidar que aquellos hombres, en su mayoría anarquistas, estaban en el exiliio por la guerra española y se alistaron en el ejército de la Francia Libre para liberar España del fascismo. Finalmente fueron traicionados, una vez más, por las potencias aliadas y ya sabemos la historia después del final de la II Guerra Mundial.

Pero a pesar de la traición francesa, fueron reconocidos como héroes aunque hasta 2004 no fueron invitados a la celebración del día 25 de agosto en los Campos Elíseos. En España, después de haber sido inaugurado un jardín “El jardín de La Nueve” al lado del Ayuntamiento de París, fue también puesto en Madrid el nombre de Jardín de La Nueve a un jardincito en Ciudad Lineal mientras gobernaba Manuela Carmena.

Half-Track con el nombre Gernica

Instagram de la Asociación de Memoria Histórica Distrito Latina

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@mh_distritolatina

A veces la historia pasa a nuestro lado sin que nos demos cuenta. Seguramente, algunos de ustedes se habrán cruzado con Lina por las calles de Alicante. Yo la conocí durante los actos del 70 aniversario del final de la Guerra Civil. Y me enteré, casi por casualidad, de que la señora Lina era la viuda de un héroe legendario llamado Amado Granell Mesado.

En la Guerra Civil, Granell había alcanzado el grado de comandante al mando de la 49 Brigada Mixta y al término de la contienda se exilió al norte de África en el Stanbrook.

Cuando los americanos desembarcaron en Marruecos y Argelia, ingresó en la división del general Leclerc y combatió, como teniente, contra los alemanes de Rommel. Después, arribó a Normandía a los pocos días del famoso desembarco. Y cuando las tropas aliadas se acercaban a París, Leclerc se encargó de la liberación de la capital francesa y mandó en avanzadilla a la famosa Compañía Motorizada número 9, integrada en su mayoría por españoles.

La sección del teniente Granell iba por delante, a través de un París todavía infestado de alemanes, respondiendo a los disparos de los francotiradores y preguntando a los transeúntes por el camino al Ayuntamiento, donde les esperaban miembros de la resistencia para tomar posesión oficial de la ciudad. Fue el primer soldado aliado que entró en París.

“Así, así entraremos en Madrid”, decían los españoles confiando en que sus compañeros de armas les ayudasen a liberar España del fascismo.

Pero Franco dejó que los americanos instalasen aquí sus bases y nos convirtieran en un objetivo nuclear a cambio de que lo mantuviesen en el poder.

En 1952, Amado Granell, desengañado, volvió a España, conoció a Lina y llevó con ella una vida anónima. En 1972, iba en su coche a Valencia, para arreglar su jubilación en el consulado francés, cuando se salió de la carretera y perdió la vida. Lina recibió el pésame de la viuda del General Leclerc y del Gobierno francés que había otorgado a su esposo la Legión de Honor.Aquí no se enteró nadie. Son cosas de la vida.

    Amando Granell

«La Nueve»: los españoles que liberaron París de los nazis

Álvaro de Diego

https://eldebatedehoy.es/noticia/historia/24/08/2019/espanoles-paris-nazis/

Tras la derrota en junio de 1940, gaullistas y comunistas asumieron la lucha contra los nazis que habían sojuzgado a Francia. No obstante, los primeros soldados que penetraron en la capital el 24 de agosto de 1944 fueron los republicanos españoles de La Nueve, una compañía integrada en la 2ª División Acorazada del general Leclerc.

“Hace cuatro años esos hombres se irguieron entre los escombros y la desesperación y afirmaron con tranquilidad que nada estaba perdido”. Así lo escribió Albert Camus en Combat el 25 de agosto de 1944. Ese día se había completado la liberación de París más de cuatro años después de que las divisiones nazis se apoderaran de la Ciudad de la Luz e impusieran un vergonzoso armisticio que dividía el país entre un territorio ocupado y un Estado satélite con capital en Vichy.

La euforia de la liberación contrastaba con el momento decisivo recordado por Camus. Tras la batalla del Ebro y la caída de Barcelona en manos de las tropas de Franco (enero de 1939), la República había perdido de hecho la Guerra Civil. El presidente Daladier abrió la frontera a los republicanos españoles que escapaban del avance franquista.

Los españoles, utilizados hasta entonces de mano de obra esclava en la construcción del ferrocarril subsahariano, fueron embarcados en mayo de 1939 con destino a la Noruega invadida por los nazis

Su Gobierno solo había previsto 6.000 refugiados, frente al medio millón que recaló en la frontera francesa. Desbordadas, las autoridades galas establecieron varios campos de concentración al aire libre, incluso en playas. Espinos y alambre, sarna y piojos recibieron a los exiliados españoles a los que custodiaron soldados coloniales senegaleses que tiraban a matar si alguien osaba abandonarlos.

Poco a poco, los civiles fueron evacuados a más dignos emplazamientos en el interior del país y quedaron tan solo los excombatientes en los campos. De Argelès, donde recalaron 100.000 refugiados; Brams; Saint Cyprien y otros reclusorios salieron los soldados españoles que durante la Segunda Mundial combatieron en Francia, Noruega, Gabón, Libia, Egipto, Siria, El Líbano, Túnez o Alemania.

Algunos otros, que había partido de Alicante con destino a Orán en las semanas finales de la Guerra Civil, fueron internados en los campos norteafricanos de Morand, Boghari o Djelfa. Unos 15.000 más, considerados “difíciles”, fueron trasladados al Magreb en vísperas de la conflagración mundial.

En el continente negro se formaría ‘La Nueve’, una de las unidades blindadas del Tercer Batallón del Regimiento de Marcha del Chad

“Francia no necesita a los soldados de un ejército derrotado”. Esa fue la seca respuesta que mereció su deseo de combatir en septiembre de 1939. Se había declarado la guerra a Alemania y, al poco tiempo, todo cambió. Se ofreció el derecho de asilo a estos “apátridas” militarizados si servían en las filas francesas durante dos años.

Los españoles, utilizados hasta entonces de mano de obra esclava en la construcción del ferrocarril subsahariano, fueron embarcados en mayo de 1939 con destino a la Noruega invadida por los nazis. En el asalto de Narvik tomaron parte 39 legionarios extranjeros, entre ellos 14 españoles. Se calcula que entre 12 y 15.000 españoles pasaron hasta 1945 por la Legión Extranjera; el 65% perdió la vida con este uniforme.

En la defensa de la Línea Maginot muchos antiguos combatientes republicanos resultaron abandonados por franceses, belgas e ingleses. Varios centenares participaron en la retirada de Dunkerque, donde la mayoría hubo de ingeniárselas para escapar por sus propios medios, en embarcaciones improvisadas. Aquellos a los que capturaron los alemanes recalarían en el campo de concentración de Mauthausen.

La nueve: los españoles que liberaron París (Evelyn Mesquida)

Resulta una paradoja que los anarquistas y comunistas españoles que prosiguieron la lucha contra el Eje lo hicieran a las órdenes de un oficial francés conservador, aristócrata y católico. Philippe de Hauteclocque había sido partidario de los generales “africanistas” de Franco en la Guerra Civil española.

Sin embargo, huyó a Londres tras el vergonzante armisticio signado por el mariscal Pétain, y adoptó el nombre de Leclerc para proteger a los familiares que había dejado en su país. Nunca habría imaginado que en la Segunda División Acorazada de la Francia Libre contaría con izquierdistas españoles entre su tropa.

Cumpliendo órdenes del general De Gaulle, desembarcó en agosto de 1940 en Sierra Leona. A finales de ese mes ya controlaba Camerún, Congo-Brazzaville y el Chad. Combatió en África a los ejércitos colaboracionistas de Vichy tras jurar que no abandonaría las armas hasta que la bandera tricolor ondeara en las torres de la catedral de Estrasburgo. En el continente negro se formaría La Nueve, una de las unidades blindadas del Tercer Batallón del Regimiento de Marcha del Chad. También conocido como el “Batallón Hispano”, la integraban 146 españoles.

Contaba con oficiales de nuestro país y la lengua que en él se escuchaba era el castellano. Aquellos indisciplinados anarquistas y comunistas aprendieron pronto a respetar al general Leclerc, un jefe que llegaba a desobedecer órdenes que pusieran innecesariamente en peligro a sus hombres.

Tras la batalla de Ecouché, todos los soldados españoles, ateos en su mayoría y anticlericales en gran número, asistieron a misa

El mariscal Montgomery lo recibió como a un héroe en Trípoli. Fue en Temara (Marruecos) donde se autorizó a los tanquistas españoles a que sus carros lucieran nombres como Guadalajara, Brunete, Madrid, Belchite o el afrancesado Don Quichotte, aunque Leclerc vetó las alusiones a líderes políticos.

Liberado el norte de África, La Nueve embarcó en Casablanca con destino a Londres en abril de 1944. Se integró entonces en el Tercer Ejército, comandado por Patton, y, si bien no tomó parte en el Día-D (el propio De Gaulle no conoció la fecha del desembarco de Normandía sino dos días antes), participó en los combates que expulsaron a los alemanes de la región.

Tras la batalla de Ecouché, todos los soldados españoles, ateos en su mayoría y anticlericales en gran número, asistieron a misa. El párroco del lugar se había desvivido en la atención de los heridos y los republicanos correspondieron haciendo una colecta para regalarle otro Sagrado Corazón que reemplazara al destruido en los combates. La “estatua” que sufragaron sigue hoy en la capilla de la iglesia del cementerio de la localidad.

Concluida la batalla de Normandía, Patton aprobó que La Nueve abriese en vanguardia el camino de París. Haciendo oídos sordos una vez más a las órdenes recibidas, Leclerc se presentó en los arrabales de París a través de caminos secundarios. Las primeras fuerzas de la Segunda División Acorazada, con los españoles en primera línea, entró en París por la puerta de Orleáns el 24 de agosto de 1944.

El español que liberó Francia del nazismo

Poco antes de las nueve y media de la noche el teniente Amado Granell se convirtió en el primer oficial recibido por el Consejo Nacional de la Resistencia, que acababa de ocupar el ayuntamiento parisino. Unos 3.000 republicanos españoles participaron, integrados en la Resistencia, en la insurrección final de la capital. Puede decirse, pues, que simbólicamente fue un español el que liberó Francia.

Una unidad se dirigió al hotel Meurice, donde tenía su cuartel general el Estado Mayor alemán. Otro español, un soldado llamado Gutiérrez, detuvo a Dietrich von Choltitz, el gobernador militar alemán. El general regaló su reloj a su captor en agradecimiento a que este había respetado las leyes de la guerra: Gutiérrez acudió a un oficial francés para que el alemán se entregase.

Al anochecer del día 25, momento en que se produjo el alto el fuego, las fuerzas de Leclerc habían hecho 12.000 prisioneros. Al día siguiente, sábado, La Nueve desfiló ante Charles De Gaulle, que saludó militarmente a la primera fuerza armada que había entrado en París. Abrió la marcha, a bordo de su tanqueta, el teniente Granell, secundado por otros carros que habían pintado en su exterior nombres como Guernica, Teruel o Guadalajara. Los tripulantes portaban la bandera francesa y la tricolor de la España republicana.

Leclerc liberaría Estrasburgo el 23 de noviembre de 1944 y los soldados de La Nueve alcanzaría en Nido del Águila hitleriano de Berchtesgaden. Muy pocos españoles acompañarían al general francés a su siguiente destino. Poco se les había perdido a los vencidos de la Guerra Civil en Indochina.

La verdadera historia de la liberación de París

Durante mucho tiempo, los libros de texto de historia en Francia afirmaron que la liberación de París comenzó el 25 de agosto de 1944. Pero el 24 de agosto de 1944, la 9ª compañía de la 2ª división blindada del general Leclerc entró en París por la Porte d’Italie. El capitán Raymond Dronne estaba al frente de la Nueve, un regimiento compuesto por republicanos españoles, en su mayoría anarquistas, que esperaban terminar su lucha antifascista en Madrid. Una esperanza decepcionada, por no decir traicionada.

Es imposible hablar de la Nueve sin remontarse a la Guerra Civil española, una guerra revolucionaria en la que todo un pueblo se atrevió a soñar con un futuro diferente. A partir del 17 de julio de 1936, fecha de la sublevación de Franco en Marruecos, los españoles tuvieron que luchar durante treinta y tres meses contra el fascismo internacional (Hitler, Mussolini y Salazar echaron una mano al general Franco) y contra unos cuantos falsos amigos antes de enfrentarse a la insoportable Retirada, una retirada infernal que les llevó a la muerte  o a los campos de concentración franceses.

 Tras la victoria de las tropas de Franco a finales de enero de 1939, un enjambre aterrador se precipitó hacia Francia. Una marea humana que llegó, bajo la lluvia o la nieve, a las playas que ahora son buscadas por los veraneantes. Pocos veraneantes saben que los lugares en los que descansaban eran lugares innobles de sufrimiento e incluso los cementerios de miles de españoles, víctimas del frío, el hambre, la gangrena, la disentería y la desesperación. Desarmados, humillados, arreados como animales, cubiertos de piojos y sarna, maltratados por los fusileros senegaleses, los “rojos” escaparon de las balas fascistas para vivir una nueva barbarie a la francesa en una veintena de campos situados en el suroeste (Argelès, Saint-Cyprien, Le Vernet, Gurs, Agde, Bram, Septfonds…). En su libro La mentira de la tierra, Arthur Koestler escribió que el campo de Vernet en el que estuvo preso estaba “en el nivel más alto de la infamia”.

Entre los derrotados se encontraban enjambres de “extremistas peligrosos”, es decir, militantes muy politizados, combatientes endurecidos y temibles dinamiteros. Sólo en el campo de Vernet había 10 200 internos, casi todos anarquistas de la 26ª división, sucesora de la famosa columna Durruti. ¿Qué hacer con esta horca? Las autoridades francesas enviaron a un buen número de ellos, más de 30 000, a una cincuentena de campos de trabajo disciplinarios situados en el norte de África (Relizane, Bou-Arfa, Camp Morand, Setat, Oued-Akrouch, Kenadsa, Tandara, Meridja, Djelfa…). Verdaderos esclavos, víctimas de torturas y asesinatos, los españoles construyeron aeródromos y participaron en la construcción del ferrocarril transahariano que debía unir Argelia con Níger. Los anarquistas españoles se habían convertido en “pioneros de esta gran obra humana”, como anunciaba el periódico Aujourd’hui.

El ingreso en la Legión fue una curiosa alternativa que se ofreció a los combatientes españoles. Entre la Legión y la amenaza de volver a España (donde les esperaba una muerte segura), la elección no fue fácil, pero sí rápida. Los que fueron reclutados en el 11º regimiento se encontraron en la Línea Maginot… Otros fueron al 11º Batallón de Marcha de Ultramar, que participó en la formación de la 13ª Media Brigada de la Legión Extranjera, que luchó contra los alemanes en las nieves noruegas antes de ir a combatir a Libia, Siria, Egipto y Túnez… A veces alistados sólo para sobrevivir o recibir cuidados vitales, zarandeados entre los reveses militares de Francia y las rivalidades dentro de las fuerzas aliadas, los españoles eran como corchos en un mar tormentoso.

Si muchos españoles que habían escapado de los campos se unieron a la Resistencia en Francia, fue en África donde otros iban a contribuir a escribir un capítulo de la historia de la II AD. A principios de 1943, tras el desembarco aliado en el norte de África, los españoles liberados de los campos de concentración del Sáhara (en su mayoría anarcosindicalistas de la CNT) constituyeron un batallón del cuerpo franco. Otra compañía comandada por Joseph Putz, un oficial francés que había sido un héroe en la Primera Guerra Mundial y en la Guerra de España, también incluía a antiguos prisioneros españoles. Este tipo de unidad de combate desagradaba mucho a ciertos oficiales franceses formados por Vichy y recién gaullistas. Tras la reconquista de Bizerta, donde los españoles fueron los primeros en penetrar, la prensa de Argel y los generales americanos alabaron, sin embargo, la “habilidad de estos guerreros primitivos”…

La 2ª división blindada nació en Marruecos, en la región de Skira-Temara, al sur de Rabat, el 24 de agosto de 1943. Un año más tarde, en el día de hoy, una de sus compañías, la Nueve, liberaría París. Si Leclerc era el patrón para los españoles, Raymond Dronne era el capitán. El Nueve era una de las unidades blindadas del 3er Batallón del Regimiento Chad March, también llamado “Batallón Español”. Ciento cuarenta y seis hombres de los Nueve, de ciento sesenta, eran españoles o de origen hispano. Se hablaba en castellano. Las órdenes se daban en español y hasta la corneta sonaba al estilo español. Los anarquistas eran numerosos. Hombres “difíciles y fáciles”, según el capitán Dronne. Difícil porque sólo respetaban a los oficiales respetables. Fácil porque su compromiso era total cuando respetaban a sus oficiales. Antimilitaristas, los anars eran guerreros experimentados y valientes. Más guerrilleros que soldados, libraron una guerra muy personal. Todos teníamos experiencia en nuestra guerra y sabíamos lo que teníamos que hacer”, recuerda German Arrue, antiguo miembro de Joventudes libertarias. Nos ordenamos a nosotros mismos. Éramos una compañía de choque y todos teníamos experiencia en una guerra dura. Los alemanes lo sabían…”.

Otra originalidad, los españoles bautizaron sus semiorugas con nombres de batallas de la guerra española: Guadalajara, Brunete, Teruel, Ebro, Santander, Guernica. Para evitar peleas, se prohibieron los nombres de personalidades. Por despecho y burla, algunos anarquistas que querían honrar a Buenaventura Durruti, una gran figura de la CNT y de la FAI, habían bautizado sus coches blindados como “Los Pingüinos”. Otros se llamaban “Don Quijote” o “España cañi”. Raymond Dronne no se quedó atrás y mandó pintar en su jeep un bonito “Mort aux cons” (Muerte a los imbéciles).

“¡A la playa! A la playa!” Con un humor negro que data de los campos de concentración de 1939, los españoles bromearon en el mar antes de desembarcar en la noche del 31 de julio al 1 de agosto cerca de Sainte-Mère-Eglise. La división Leclerc fue la primera tropa francesa que pisó Francia en cuatro años. Zigzagueando entre las posiciones nazis, la 2ª división blindada se tragó los kilómetros desde Avranches hasta Le Mans. Avanzando ocultos en discretos caminos y senderos de arbustos, los Nueve rodaron hacia Alençon, combatiendo y capturando a muchos alemanes (a los que entregaron a los estadounidenses a cambio de gasolina, botas, ametralladoras o motocicletas, según el número y el rango del enemigo). La batalla de Normandía pasó por Ecouché. Los españoles cargaron “como demonios” contra los soldados de la 2ª y 9ª Divisiones Panzer. En una nota más divertida, el capitán Dronne menciona una divertida anécdota en sus Memorias. Los anarquistas y otros anticlericales se reunieron para que el cura local pudiera comprar una estatua del Sagrado Corazón. El suyo no había sobrevivido a los combates. La estatua comprada con el dinero de los comedores de sacerdotes permaneció en su lugar hasta 1985.

Contradiciendo los planes americanos, Leclerc decidió el 21 de agosto lanzar sus tropas sobre París. De Gaulle lo aprobó inmediatamente. Al amanecer del día 23, la división partió con el regimiento Chad a la cabeza y la Nueve en primera línea. En la mañana del 24, bajo la lluvia, se alcanzaron las defensas exteriores de París. La lucha contra las armas alemanas fue apocalíptica. Al mismo tiempo, Dronne se dirigió al corazón de la capital por la Porte d’Italie. La Nueve llegó a la plaza del Hôtel-de-Ville hacia las 20 horas. El teniente Amado Granell, fue el primer oficial “francés” en ser recibido por el Consejo Nacional de la Resistencia. Georges Bidault, Presidente del Consejo, posó con él para la única foto conocida de este momento histórico. El periódico Libération lo publicó el 25 de agosto.

“¡Son los franceses!”, gritaron los parisinos. Cuando se corrió el rumor de que en realidad eran españoles, muchos compatriotas vinieron corriendo. Más de 4 000 españoles implicados en la resistencia interna participaron en la insurrección parisina. La noche era alegre. Dronne se durmió arrullado por los himnos republicanos. “Qué alegría para estos luchadores españoles por la libertad”, escribió más tarde.

Más de 20 000 alemanes bien armados seguían ocupando París. Leclerc y su personal entraron por la Porte d’Orléans, donde fue recibido por una delegación de las Fuerzas francesas del Interior . El General de Gaulle le esperaba en la Gare Montparnasse. La limpieza no había terminado. Una columna de la Nueve se encargó de desalojar a los alemanes de una central telefónica. Apoyada por la Resistencia, la 2ª división blindada partió para luchar en torno a la Ópera, el Hotel Meurice, los jardines de Luxemburgo, la Escuela Militar… En la mañana del 25 de agosto, un resistente español, Julio Hernández, desplegó la bandera republicana, roja, amarilla y morada, sobre el consulado español. Fue menos fácil derribar a las fuerzas de élite alemanas que defendían el Hotel Meurice. De nuevo fueron los españoles, Antonio Gutiérrez, Antonio Navarro y Francisco Sánchez, quienes asaltaron el lugar con granadas y ametralladoras. Desarmaron al general Dietrich von Choltitz, gobernador militar de París, y a su personal.

El 26 de agosto, la Nueve fue recibida por De Gaulle y recibió honores militares. A riesgo de disgustar a muchos soldados franceses, De Gaulle dio instrucciones a las Nueve para que le cubrieran hasta Notre-Dame. Fue una precaución útil para eliminar a los milicianos que disparaban cobardemente contra la multitud jubilosa. De Gaulle y Leclerc también fueron protegidos por las Nueve en la propia catedral. Los francotiradores proliferaban allí. Amado Granell encabezó la marcha en un gran coche tomado de un general alemán. Curiosa escolta la de estos semiorugas llamados Guernica, Teruel, Resistencia y Guadalajara que exhibían lado a lado banderas francesas y banderas republicanas españolas… Otra bandera republicana, de más de veinte metros de largo esta, se desplegaba al paso de los españoles, hombres, mujeres y niños, sobreexcitados.

Tras un descanso en el Bois de Boulogne, donde los combatientes recibieron la visita de Federica Montseny (militante de la CNT y antigua ministra de Sanidad del gobierno republicano), de compañeros anarcosindicalistas, pero también de admiradoras… el 8 de septiembre llegó el momento de partir. Nuevos voluntarios, entre ellos españoles de la Resistencia, se habían unido a las tropas de Leclerc para continuar la lucha. Se ordenó a los españoles que retiraran sus banderas de los ya legendarios semiorugas.

Antes de llegar al cuartel general de Hitler en Berchtesgaden, la Nueve atravesó épicas batallas en condiciones a menudo extremas en Andelot, Dompaire, Châtel, Xaffévillers, Vacqueville, Estrasburgo, Châteauroux… Los alemanes sufrieron importantes reveses, pero los españoles también sufrieron grandes pérdidas. “Siempre fuimos carne de cañón, un batallón de choque”, decia Rafael Gómez, el conductor del caro semioruga Guernica. “Siempre estábamos en primera línea de fuego, tratando de no retroceder, de aguantar lo más posible. Era una cuestión de honor. También era una cuestión de venganza contra los nazis que habían martirizado al pueblo español y deportado a miles de republicanos a Buchenwald y Mauthausen”.

Ganando una carrera contra los estadounidenses, los franceses, incluidos los combatientes de la Nueve, fueron los primeros en tomar el “nido de águila” de Hitler el 5 de mayo. Después de haber puesto fuera de combate a los últimos y jovencísimos nazis que defendían el lugar hasta la muerte, oficiales y soldados bebieron champán en copas con el grabado “A H”. Los soldados recogían algunos recuerdos (juegos de ajedrez, libros antiguos, cristalería, platería, etc.) que luego mejoraban su vida, a veces difícil. Las medallas llovieron sobre los españoles supervivientes, pero la victoria fue amarga. Los proyectos de estos revolucionarios internacionalistas no se limitaban a la liberación de Francia. “La guerra desgraciadamente llegó a su fin”, lamentaba en 1998 Manuel Lozano, antiguo miembro de la CNT y de las Joventudes libertarias. “Esperábamos ayuda para continuar la lucha y liberar a España”.

Escapados de los campos de concentración, desertores de la Legión, antiguos miembros de los Cuerpos Francos… cada uno tenía un camino singular. Antifascistas viscerales, todos tenían prisa por ajustar cuentas con Franco. “Hubo españoles tan desesperados al ver que la ayuda no llegaba que perdieron la cabeza y se fueron a la frontera, sin querer saber más… “Murieron todos”, explicaba Fermín Pujol, antiguo miembro de la columna Durruti y de la 26ª división. 

Los libros de texto han borrado la presencia de españoles en la Resistencia o en las fuerzas aliadas y mucha gente se sorprende al saber que los republicanos españoles, muchos de ellos anarquistas, tuvieron un papel importante en la lucha contra los nazis y en la liberación de París. ¿Cómo se ha producido esta amnesia general en un contexto de patriotismo equivocado? En el prólogo del libro, Jorge Semprún, antiguo combatiente de la resistencia comunista que fue deportado y ex ministro español de Cultura, explica. “En los discursos de la Liberación, entre 1944 y 1945, se publicaron cientos de referencias sobre la importancia de la participación española. Pero poco después, tras la derrota alemana y la liberación de Francia, hubo un deseo inmediato de afrancesar -o nacionalizar- la lucha de estos hombres, los que combatieron en los ejércitos aliados y en la Resistencia. Fue una operación política consciente y voluntaria por parte de las autoridades gaullistas y socialistas, al mismo tiempo, de los dirigentes del Partido Comunista Francés. Cuando llegó el momento de reescribir la historia francesa de la guerra, la alianza comunista-gaullista funcionó impecablemente.

“Con la historia de los Nueve, tenemos un tema para una gran película”, decia Jorge Semprún. Ciertamente lo es. El mejor homenaje que podríamos rendir a los miles de luchadores españoles por la libertad sería continuar su lucha por otro futuro.

Paco

Traducción de Daniel Pinós

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