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Amor, guerra, clandestinidad y ética libertaria: la recuperación de la memoria oral de los abuelos ácratas
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Diario.es/Lucas Marco

La Fundación Salvador Seguí y la CGT publican ‘Voces libres. Historia oral del movimiento libertario español’, del investigador Rafael Maestre

Rafel Maestre entrevista a María Pérez Yuste en Utiel en 1995.

Rafel Maestre entrevista a María Pérez Yuste en Utiel en 1995. ARCHIVO RAFAEL MAESTRE

La militante ácrata Lola Benavent Cominches (Alginet, 1923 – Valencia, 2009) hablaba a sus 70 años ante la grabadora de un joven Rafael Maestre. “Cuando se acabó la guerra, se acabó ya todo, todo lo que había. (…) Yo ya no tenía ninguna esperanza porque ya no quedaba nada, todos estaban encerrados o muertos o fusilados”. Maestre, documentalista, investigador veterano y bibliotecario se dedicó durante años a recoger la memoria oral de los viejos anarquistas españoles que sobrevivieron a la represión franquista. “Llegaban viejos militantes al local de la CNT a visitarnos y conocer a esas personas me marcó”, cuenta a elDiario.es el autor de Voces libres. Historia oral del movimiento libertario español, editado al alimón por el sindicato CGT y la Fundación Salvador Seguí.

El libro, un impresionante recorrido por la memoria libertaria, se nutre de extractos de 83 entrevistas (53 hombres y 27 mujeres) que trazan un vivo testimonio coral del movimiento rojinegro. El trabajo de Rafael Maestre (168 entrevistas en total) se extiende en más de 4.000 folios de transcripciones, depositadas en la Fundación salvador Seguí y en el departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de València.

En la Transición, el movimiento anarquista recuperó fuerzas tras haber sido diezmados por la dictadura. “A los abuelos los estimábamos mucho, sin la ayuda ideológica y económica del exilio —eran muy generosos— hubiese sido imposible”, recuerda Rafael Maestre. Los jóvenes ácratas conectaban con la memoria de sus mayores: “Teníamos la ventaja de que éramos militantes del sindicato, con confianza nos abrían las puertas y nos quedábamos a dormir allí, nos acogían como compañeros”.

Jesús Guillén Bertolín, Mariano Aguayo Morán, Sara Berenguer Laosa, Antonio Téllez Solà, Marina Montllor Rodríguez y (delante) Pedro Moñino en Montady (Francia) en 1993. ARCHIVO RAFAEL MAESTRE

Además, hablaban el mismo idioma: “Agradecían que pudieras seguir la conversación, muchas veces necesitaban saber que los estabas entendiendo y que conocías la historia del movimiento libertario”. “Era una relación fraterna, se habían transformado de objetos de estudio en compañeros a los que ibas a visitar de cuando en cuando y, además, tenían una bibliotecas y unos archivos magníficos”, señala el documentalista ácrata.

“Cuando íbamos a visitarlos a Francia, te daban dinero para los gastos del viaje y no te dejaban pagar”, agrega. Maestre mantuvo una profunda amistad con Progreso Martínez (Madrid, 1918 – París, 1999). Un verano lo invitó para que le ayudara a catalogar su biblioteca. “Cuando faltó, su hijo me envió toda su aseada biblioteca, fue algo muy bonito”, dice Maestre.

El investigador, director del archivo de la delegación en Valencia de la Fundación Salvador Seguí, recuerda los viajes a Francia para visitar y entrevistar a los anarquistas que se exiliaron tras el final de la Guerra Civil (la alicantina Asunción López recordaba sus vivencias en el puerto de Alicante cuando los frentes republicanos se derrumbaron definitivamente: “Allí hubo gente que se suicidó cuando vieron que los barcos no venían”). “Visitamos Toulouse, París y, sobre todo, Béziers, donde había una colonia que aún vivían juntos”, rememora Maestre.

Reunión en Béziers (Francia) en 1997. ARCHIVO RAFAEL MAESTRE

El libro, que cuenta con la colaboración de la editora literaria Cristina Escrivà, incluye los más variados aspectos de la copiosa cultura libertaria ibérica, desde el anticlericalismo, el esperanto, la ética libertaria o la autogestión hasta las prácticas del nudismo, el vegetarianismo, el feminismo o la sexualidad. “El ecologismo de ahora era el movimiento libertario de entonces”, le explicó Pedro Adam Benavent al autor en su Cullera natal en 1992.

La obra repasa también las vivencias de los viejos militantes durante la revolución libertaria de 1936, la represión franquista, el exilio y la clandestinidad. “La historia oral es muy vivencialmente, también es subjetiva naturalmente, como cualquier otra fuente. Siempre lo digo, he aprendido más escuchando a los abuelos que leyendo libros, hay que leer y hay obras muy buenas, sobre todo en los últimos años que hay una producción de editoriales libertarias tremenda pero la fuente oral me ha aportado una gran riqueza de conocimientos”, declara Rafael Maestre.

Las anarquistas Maruja Lara Sánchez, Lola Díez e Isabel Mesa Delgado en Valencia en 1999. ARCHIVO RAFAEL MAESTRE

Los testimonios también hablan de las tensiones y fracturas en el seno del movimiento anarquista, especialmente acentuadas con la entrada de los ministros anarquistas en el Gobierno republicano. La lectura de los testimonios aporta una inmensa radiografía sobre un movimiento que marcó el siglo XX español y que ha sido clave para los movimientos sociales actuales: “Hoy en día las prácticas anarquistas están en muchas organizaciones, conozco mucha gente que vive de forma autónoma, más o menos autogestionaria en la medida de las posibilidades, en pueblos practicando la agricultura ecológica”.

“Pienso que el anarquismo está vivo aunque no está en los medios”, dice Rafael Maestre.

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