El silencio ha sido una constante desde 1933 por los intereses de quienes ocupan el poder. Entonces porque cuestionaban los del gabinete de Azaña, Largo y Prieto. Ahora como expresión de la ambigüedad que, ante las demandas de memoria, mantiene el PSOE mayoritario en el ayuntamiento, cuyo alcalde es también su secretario provincial y presidente de la Fundación. Una ambigüedad que le permite exigir generosidad al PP en estos asuntos y mirar de soslayo cuando le toca de cerca.
Lo ocurrido en enero es un acontecimiento clave en la España contemporánea, episodio recurrente hoy y mito social y político. Aunque sigue estando poco analizado y menos estudiado. Faltan trabajos sobre qué ocurrió y quiénes estuvieron en la fonda la madrugada del 12, la oposición del partido Radical, los procesos, etc.
Quizás el lector recuerde la fotografía del periodista exhibiendo el cráneo carbonizado de uno de los muertos. Imagen que simboliza las políticas de orden público con las que monarquía y república habían afrontado la cuestión social. También remite al elemento que hace vigente Casas Viejas : el poder y su ejercicio. En este caso con la gestión de las memorias de Casas Viejas. Que el poder es una droga adictiva ya lo advirtió Tomás de Quincey. La sobredosis que afectaba al gobierno republicano-socialista de 1933 le llevó a negar lo evidente. Hoy algo parecido ocurre cuando se quiere manipular la memoria de lo ocurrido.
De forma tardía, con el tabú del miedo revoloteando, se comenzó a mirar a los sucesos desde fuera y desde Casas Viejas. El silencio, la consigna de mirar a otro lado, funcionó durante décadas, incluidas las democráticas. Pero hay diferentes miradas y memorias. No son las mismas las realizadas en Casas Viejas desde las instituciones oficiales que las nacidas desde la sociedad civil. Baste comparar la publicación del libro La Tierra impulsada por profesores del IES local y las celebraciones del año pasado. La primera una obra colectiva punto de llegada de un camino que alumnos y profesores llevaban recorriendo hacía años y de partida del que hoy siguen. Los actos y su implicación en la localidad han tenido la misma continuación que la página web de la Fundación.
Se busca que los Sucesos dejen de pertenecer a la memoria colectiva. Que no permanezca ni su recuerdo, ni vivan los muertos ni sus sueños. Una forma es banalizarlos. Como en 1992 con la idea de explotar turísticamente la matanza creando un paraje temático. No se llevó a cabo pero indicó por donde podrían ir las cosas. En 2005 volvió a resurgir la polémica con el hotel de lujo que se quería llamar Libertaria.
El ejemplo más cercano de esta eliminación de la memoria de los anarquistas de Casas Viejas, es lo ocurrido con la escultura que en 1983 colocó la CNT-Andalucía en la Alameda. En ella figuraban unos versos de Miguel Hernández y sus siglas. Allí estuvo algunos años hasta que se ordenó su retirada y almacenaje. Diversas peticiones consiguieron que se volviera a colocar. Se hizo en una plaza alejada, sin ninguna conexión con lo ocurrido y sin la placa. Nuevas peticiones, consiguieron que se rehiciera la placa. Las siglas de CNT-A no figuraban. Sólo meses después el Sindicato de Oficios Varios de CNT-AIT de Cádiz colocó otra con las siglas.
Una expresión más de las consecuencias de los pactos de silencio y amnesia. Los que han funcionado hasta que han comenzado a resquebrajarse con las actuaciones de familiares, algunos investigadores y asociaciones de Recuperación de Memoria Histórica que buscan una cultura de la memoria, frente a la del silencio. Incluidos los Sucesos y los anarquistas.
JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ MOLINA
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