FECHA

tras 73 años, 15 mujeres y un niño asesinados brutalmente por falangistas reciben sepultura
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El colorido cortejo fúnebre, callado y solemne, armado de claveles rojos, acompañó ayer el paseo de unos 400 metros desde el centro de Grazalema (Cádiz, 2.227 habitantes) hasta el cementerio de las cinco pequeñas cajas rectangulares, cada una de ellas con una cruz tallada en la tapa, en las que descansaban los huesos mezclados de 15 mujeres y un niño, El bizarrito, nieto de La Bizarra. Su muerte supuso el episodio más cruel del trágico verano de 1936 y abrió en el pueblo una herida profunda como la oscuridad. El recuerdo se quedó esculpido a cincel en la memoria colectiva, ocultado entre susurros que hablaban de “la fosa de las mujeres” durante años por el miedo de cuatro decenios de dictadura franquista.

Las autoridades falangistas detuvieron a las mujeres para hacerlas hablar sobre el paradero de sus maridos, huidos después del golpe del 18 de julio. En la zona mandaba con mano de hierro Fernando Zamacola, militar franquista, “cuya actuación se dice que fue mala”, según escribe el historiador Francisco Espinosa en el libro La Justicia de Queipo. La memoria dice que se les rapó el pelo y se las paseó por el pueblo durante dos días para escarnio público.

Después, los falangistas las montaron en un camión, que se detuvo en el kilómetro 57 de la carretera de Ronda (Málaga). Las hicieron bajar. El bizarrito, el niño, fue obligado a cavar una fosa, cerca de un horno de leña. Los fascistas las matan con saña. Suenan los fusiles máuser, silba un hacha, vuelan las navajas. Arrojan sus cadáveres con desprecio al horno e, impunes, marchan dejando los cuerpos inertes a la intemperie. Los animales se comen un brazo ; alguien, después, tapa con piedras el lugar. Hay quien dice que antes de matarlas, los falangistas las violaron. La escena, como una estatua maldita, se mantuvo escondida años.


El alcalde hizo hablar a los mayores

Fue Antonio Mateos, alcalde socialista de la localidad desde 1978 hasta 2004, quien poco a poco, trabajando de manera subterránea, hizo hablar a los mayores. Supo de la crueldad, de la humillación de las mujeres y, cuando pudo, reveló el lugar exacto de la fosa. De oficio, el Ayuntamiento, ya con el impulso de la nueva alcaldesa, María José Lara, y de Joaquín Ramón Gómez Calvillo, regidor de Benamahoma, pedanía de Grazalema, decidió exhumar la fosa. Una subvención de 15.000 euros, concedida con el apoyo de Carlos Perales, representante de la Diputación de Cádiz y hermano del añorado dirigente socialista Alfonso Perales, permitió a un equipo formado por arqueólogos, criminólogos y antropólogos exhumar científicamente la fosa. Es la primera que se logra levantar por la exclusiva iniciativa de las Administraciones. “Eso demuestra que cuando se quiere, se puede”, apuntó Cecilio Gordillo, del grupo de investigación sobre memoria histórica de CGT-Andalucía.


Acto de odio / acto de amor

El colorido cortejo fúnebre, callado y solemne, armado de claveles rojos, llegó al cementerio hacia la una y media de la tarde. Con calma, las cinco cajas fueron depositadas por los descendientes de las víctimas en el interior de un monumento que hizo las veces de nicho con sus nombres grabados en sendos corazones. Según su autor, el escultor malagueño Andrés Montesanto, representa a las 15 mujeres y al niño a su regreso de un viaje : “Imaginé que se lo habían pasado muy bien y mientras posaban para una foto comentaban las anécdotas del viaje. Es una reflexión para que estos hechos no se repitan nunca”. En el cementerio, hubo breves discursos de familiares y autoridades. Se escuchó un sentido grito de “Viva la República” y se rezó un padrenuestro.

Previamente, en la casa de la cultura, el cura-párroco, Antonio Jesús Jaén, dio un responso, solicitado por los familiares, en el que se leyó una oración por la paz, escrita por el Papa fallecido Juan Pablo II : “Tú enviaste a tu hijo Jesús /a reunir a los hombres de toda raza y estirpe / en una única familia /nunca más la guerra, espiral de luto y violencia”. A la salida, Jaén manifestó : “No he tenido ningún problema [en participar], es de justicia. La guerra es un error”. Luego, se fue a oficiar comuniones. Es la época en Grazalema.

De esta manera, solemne y oficial, la herida más cruel de Grazalema quedó cerrada para las familias de las víctimas 73 años después. “El odio y la muerte nos separó. Este acto de amor nos ha vuelto a unir”, dijo uno de los descendientes.

Había paz y agradecimiento en los rostros y las palabras de los vástagos de las 15 mujeres y el niño de Grazalema. Eran : Salud Alberto Barea, Catalina Alcaraz Godoy, Isabel Atienza Gómez, Jerónima Barea Rincón, María Josefa Barea Rincón, Teresa Castro Ramírez, Ana Fernández Ramírez, Cristina Franco Domínguez, Josefa de Jesús Gómez Pérez, Lolita Gómez, María Josefa Nogales Castro, Teresa Menacho, Antonia Pérez Vega, María Isabel Román Montes, Natividad Vílchez y el Bizarrito.


DETALLES DE LA EXHUMACION

Tres de las mujeres estaban embarazadas. Conservación deficiente. Piedras para cubrir la fosa. La conservación de los restos era deficiente- Muchos de los huesos presentaban fracturas postmorten ocasionadas por las grandes piedras utilizadas para cubrir la fosa- Los huesos mostraban coloración verdosa debida a los objetos de metal que acompañaban a os cadáveres. Las raices y los animales contribuyeron a despezadar y mezclar los huesos. Los restos fueron depositados en cinco cajas, mezclados. Los familiares estuvieron conformes con esta decisión y agradecieron emocionados a las administraiones su labor.


Entre 14 y 61 años. Impunidad de los golpistas.

Cuatro de las mujeres tenían entre 14 y 20 años, siete entre 21 y 40 años y el resto entre 41 y 61. Tres de ellas estaban embarazadas. En el lugar donde fueron asesinadas se encontraban balas y armas blancas. La situación de los cuerpos permite concluir que fueron arrojados sin cuidado alguno. Los asesinos no tuvieron reparo en la ocultación de los cuerpos. Asumen así, según un informe de la exhumación, la absoluta impunidad de la que hacían gala los jefes del golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Los criminales escogieron un lugar alejado del pueblo, una zona de bosque, preseleccionado por no estar al alcance de los familiares. Se pretende así el efecto psicológico de no cerrar el ciclo del duelo.

Armas blancas y de fuego. Heridas que causaron la muerte. Para ocasionar la muerte se utilizaron tanto armas blancas como armas de fuego. Aparecen fracturas craneales con arma blanca, un hacha, fracturas en fémur, huecos de salida de bala en el cráneo. Heridas lo suficientemente graves para ocasionar la muerte.

Público : RAÚL BOCANEGRA – SEVILLA – 17/05/2009

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