La Sexta/Nacho del Río
Artículo explicando cómo la represión sobre las mujeres llegaba se producía, incluso, después de asesinadas
Que el fascismo siempre ha entendido su estructura político-social como un sistema patriarcal que sitúa a la mujer en un rol secundario, dependiente del hombre, no es ninguna novedad. Sí lo es, o más bien lo fue, que el franquismo crease castigos específicos para los ‘desafectos’ al régimen en base al género. Durante la Guerra Civil y en los años posteriores,
miles de mujeres fueron vejadas, violadas, torturadas y asesinadas
, y no sólo por su posición contraria a los golpistas; a diferencia de los hombres, sufrieron además otro tipo de represión de carácter sexista incluso después de la muerte por ser lo que eran: mujeres.
Así lo ha expuesto la arqueóloga, antropóloga forense e investigadora de la Universidad de Ámsterdam y de la Universidad de Extremadura Laura Muñoz-Encinar. En su tesis
‘
Descubriendo la represión de género: un análisis de la violencia sufrida por las mujeres durante la Guerra Civil y la dictadura de Franco en el suroeste de España
‘
, apunta que, durante la contienda y la dictadura, las mujeres republicanas “sufrieron un tipo de violencia específica basada en el género”. Sus investigaciones arqueológicas y forenses de las fosas comunes “han aportado nuevos datos sobre cómo fue esta represión”.
A lo largo de las últimas décadas, testimonios orales y archivos históricos han documentado un sinfín de acciones represivas, de carácter físico y psicológico, asociadas al género: se ejercía una posición dominante contra ellas en base a descalificaciones y amenazas para establecer una superioridad masculina, les rapaban las cabezas –por aquello de asociar el pelo largo con lo femenino–, las obligaban a desfilar semidesnudas o en cueros, a ingerir aceite de ricino, las agredían sexualmente o las maltrataban. Ahora, el trabajo de Muñoz-Encinar, con la exhumación y el análisis de fosas comunes y la compilación de testimonios orales, entre otros métodos, ha logrado evidenciar, además, que
esa represión específica contra las mujeres por su condición de género no se daba únicamente en vida
; también, durante y después de la muerte.
La arqueóloga, que ha estudiado la
represión irregular (personas asesinadas en aplicación del bando de guerra entre 1936 y 1948)
en distintas zonas de Extremadura, escenario de su investigación, ha certificado que en las distintas fosas comunes analizadas “existía un patrón diferencial muy claro” entre hombres y mujeres en los procesos de ejecución y enterramiento: “En las fosas hemos encontrado un patrón distinto sobre cómo acaban los hombres y las mujeres dentro de un mismo depósito. Generalmente,
las mujeres fueron las últimas
en ser introducidas dentro de las fosas y se solían depositar en la misma área”.
Dibujo de la disposición de una de las fosas en Los Arenales | Laura Muñoz-Encinar
Muñoz-Encinar llegó a esta conclusión observando la disposición de los cuerpos: “En Los Arenales o Llerena, las mujeres tienen una orientación completamente diferente a la de los varones.
Ellos están orientados hacia el este y ellas hacia el oeste
. Esto nos indica que en los grupos de represaliados se dio un procedimiento por el que las mujeres fueron las últimas en ser ejecutadas y por eso se introducían posteriormente en las fosas. Si no, estarían mezcladas al mismo nivel que los varones y tendrían la misma orientación”. En estos casos, todas las mujeres asesinadas estaban “acumuladas en la zona sur del depósito”.
Humillaciones postmortem
Durante el estudio de las fosas se advirtieron también determinadas ‘particularidades’ sobre “la violencia específica ejercida sobre el cuerpo de las mujeres, basada en el fin purificador del franquismo y la política de deshumanizar a las mujeres antifascistas”, y no solo relativas a la violencia sexual. Es el caso de Fregenal de la Sierra, en cuyo cementerio exhumaron siete fosas comunes con 43 víctimas, siete de ellas mujeres: “Una de las mujeres estaba en un estado de embarazo avanzado en el momento de la ejecución. En su pelvis
se documentaron restos óseos de un feto de entre siete y nueve meses de edad”
.
No fue la única mujer embarazada que fue asesinada, según los registros. Tampoco allí, en Fregenal de la Sierra, la humillación de las víctimas “finalizaba con la muerte”. Muñoz-Encinar destaca en su tesis que, también en estas fosas, todos los cuerpos “habían sido enterrado siguiendo el mismo procedimiento” que en Llerena o Los Arenales: “Colocados en decúbito supino, con orientaciones alternas, con las extremidades inferiores y miembros superiores en paralelo”. Además, descubrió que ”
varias mujeres fueron enterradas desnudas entre dos varones, con un alto componente simbólico”
.
“En Fregenal de la Sierra documentamos los cuerpos de dos hombres y una mujer enterrados superpuestos, en la posición supina. La mujer fue ubicada entre los cadáveres de los hombres con la cabeza orientada al oeste; los hombres, orientados al este”, ha expuesto en su investigación, que centra también la atención en casos similares, como el de Antonia Regalado
. Tenía 22 años cuando fue ejecutada
, dice la arqueóloga, que recogió el testimonio de un vecino de la zona, José Vázquez López, para señalar que la deshumanización por parte de los fascistas “continuó en la tumba”.
La hicieron correr por el cementerio y abusaron de ella. Luego la mataron. Pusieron a un hombre debajo de ella y otro hombre encima”
Vázquez se sirvió de los detalles proporcionados por el sepulturero –según Muñoz-Espinar ya había contado anteriormente “lo que habían hecho con el cuerpo, cómo lo habían colocado una vez ya ejecutada”– para explicar cómo tuvo lugar la ejecución de Regalado y su entierro: “La hicieron correr por el cementerio y abusaron de ella. Luego la mataron. Puso a un hombre debajo de ella, luego puso (el cuerpo de) mi tía encima y (el cuerpo de) otro hombre penetrándola encima; uno abajo y otro arriba […] El sepulturero enterró su cuerpo en esta posición y dijo:
‘La hemos enterrado como una puta’
“.
La investigadora rescató también de esta zona el recuerdo del fatal desenlace que sufrió Matilde Morillo, profesora y activista en defensa de la República que fue “torturada, violada y ejecutada”, y cuyo cuerpo “permanece aún desaparecido”. Fue su hija Aurora quien relató a Muñoz-Encinar que, al regresar a Fregenal de la Sierra “en un tren de vagones de ganado”, su madre fue “identificada” y “violada”, y añadió: “También se dice que fue llevada al cementerio y la orgía continuó en el sala de autopsias […] Los asesinos regresaron al pueblo en una camioneta al amanecer. Llevaban el abrigo de mi madre al final de un rifle
como si fuera una bandera
, como un trofeo”.
Aurora Navas muestra las fotos de su madre, Matilde Morillo | Laura Muñoz-Encinar
En el caso de Antonia, de Matilde y de otros tantos cuerpos hallados, Muñoz-Encinar y su equipo se encontraron a menudo uno de los problemas más difíciles de afrontar durante esta clase de investigaciones:
la identificación de las víctimas
. Puesto que en múltiples ocasiones no hay registro alguno de las personas ejecutadas, así como tampoco del lugar donde fueron enterradas, la posibilidad de reconocer a las víctimas se vuelve remota, más allá de poder inspeccionar, de alguna forma, los objetos personales con los que fueron enterrados.
“Con Matilde, hay una clara intención de ocultar su violento destino en la documentación oficial. Esto es también el caso de muchas otras víctimas de la ‘justicia de Franco'”, ha apuntado la arqueóloga, que también ha descrito los retos que encierra corroborar “empíricamente”, con los datos que ofrecía la exhumación de la fosa, cómo se ejercía esa violencia física contra las mujeres.
”
La tortura es muy difícil de analizar a partir de los restos óseos
. Generalmente, hay muchos procesos de vejación y tortura perimortem que dejan registros en el tejido blando, pero una vez que el cuerpo se descompone no tenemos accesos a ese tipo de información. Sí que podemos inferir, a partir de ciertos datos que tenemos, evidencias relacionadas con procesos de tortura”, ha señalado, matizando que sí encontraron en ocasiones “evidencias directas” de la violencia que sufrieron: “Hay varias mujeres que tienen fracturas en las extremidades superiores, en los brazos, que no están relacionadas directamente con impactos de proyectil, sino con un golpe, con un objeto romo, (provocando) un tipo de traumatismo”.
De Extremadura al resto de España
La importancia de esta investigación, según ha explicado Muñoz-Encinar, radica en que, hasta la fecha, se “habían documentado procesos vejatorios de enterramiento postmortem en otros contextos, pero no de mujeres. Por ejemplo, soldados que habían sido enterrados boca abajo como procedimiento de vejación del enemigo tras la muerte. Pero en el caso de las mujeres,
es el primero en que es tan sumamente evidente como proceso de degradación postmortem
“. A este respecto, ha añadido lo que desvela este trabajo: “No era un hecho puntual, sino que se realizaba hacia otras mujeres como un mecanismo mas de degradación de lo que se considera el enemigo una vez muerta la víctima”.
Estos actos, en los que existía la “intencionalidad de aplicar una estrategia de ejemplaridad,
un mecanismo de implantación del nuevo orden mediante el terror
“, iban en la línea de pensamiento que promulgaban figuras notables del régimen como el médico Vallejo-Nájera, que justificaba
el rechazo de la mujer al fascismo en “su característica debilidad del equilibrio mental”
o la acusaba de participar en revueltas para “satisfacer sus apetencias sexuales latentes”.
Llegar a estas conclusiones ha sido posible habiendo estudiado previamente ciertos puntos de Extremadura como enclaves idóneos para la investigación: “En el caso de Extremadura se dan unas condiciones excepcionales para poder analizar la represión de forma diacrónica. Quiero decir, cómo funcionan y responden ambas provincias, Cáceres y Badajoz, al golpe militar y cómo va a evolucionar posteriormente la guerra y los efectos de la represión en esta zona. Extremadura combina todos los escenarios, desde el golpe militar hasta la dictadura”. Precisamente, en los últimos días multitud de personas han acudido al cementerio de Navalmoral de la Mata, en Cáceres, puesto que allí
ha empezado la exhumación de una de las 2.500 fosas cifradas con restos de víctimas de la Guerra Civil y el franquismo
.