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Para Alejandro de Toro, cuyo esfuerzo por recuperar la memoria de Pedrero Mardones ha hecho posible este artículo
Durante el proceso de represión que siguió al golpe militar en nuestra ciudad, se produjeron casos verdaderamente increíbles por su crueldad, y más parece que los autores de tales salvajadas fueran sicópatas, personas trastornadas y despojadas por completo de humanidad. Uno de los casos más espeluznantes es el del doctor Emilio Pedrero Mardones, un médico libertario señalado como objetivo por los fascistas, perseguido y acosado hasta su detención, torturado hasta hacerle perder la razón y finalmente fusilado en las cascajeras de San Isidro en Valladolid.
Emilio Cruz Rafael Pedrero Mardones nació en León en el año 1911 y tras estudiar el bachillerato en Oviedo, hizo la carrera de medicina en Valladolid, donde se doctoró. Vivía en la calle Cabañuelas, hoy Arzobispo Gandásegui, que va desde la plaza de la Universidad hacia el teatro Calderón.
En el año 1932 entró como alumno interno en la cátedra del profesor Rafael Argüelles López, Vicerrector de esa Facultad, puesto que logró por oposición.
Emilio Pedrero no pasaba inadvertido en la universidad por su brillantez como estudiante, pero también era llamativo personalmente. Su estatura sobrepasaba el metro noventa, y era un líder natural. Pronto se afilió a la CNT y en 1936 era dirigente de la FAI.
Emilio Pedrero era ya un objetivo de la derecha en la universidad, donde era líder de la FUE, pero la verdadera persecución, que acabaría con su muerte, comenzó en el año 1934.
El día 4 de marzo de 1934 tuvo lugar en Valladolid el acto de unificación de la FE y las JONS. Ambas organizaciones ultraderechistas unían sus fuerzas de la mano de sus respectivos líderes, José Antonio Primo de Rivera y Onésimo Redondo, en el teatro Calderón de Valladolid. El acto había generado inquietud y protestas en la ciudad, y se esperaban desórdenes públicos.
Y efectivamente, al terminar el acto se produjeron enfrentamientos y peleas en los alrededores del Teatro Calderón, que culminaron con la muerte de un estudiante falangista llamado Abella. Este hecho tuvo lugar en las cercanías de la plaza de los Arces, a menos de 50 metros de la sede de la CNT.
De inmediato surgieron las acusaciones que señalaban a los miembros de esta organización como autores del asesinato, y se produjeron muchas detenciones.
Entre los detenidos se encontraba Emilio Pedrero, acusado de participar en la agresión mortal, quien siempre negó haber tenido ni la más mínima participación en los sucesos.
La acusación se fundamentaba en el testimonio de varias personas, que dijeron haberlo visto por la zona; pero Pedrero vivía muy cerca del teatro Calderón, y para acudir al local de la CNT, en la calle Francisco Zarandona, había que pasar por los alrededores de dicho Teatro.
La endeblez de los testimonios y la falta de pruebas hicieron que Pedrero no llegara siquiera a ser juzgado, a pesar de lo cual la falsa acusación volvió a aparecer durante el juicio de 1937, donde se dio por cierta y fue utilizada como agravante para condenarle a la pena de muerte.
En octubre de 1934 se convocó una huelga general revolucionaria en todo el país, con un seguimiento irregular; en nuestra provincia se produjeron varios incidentes relacionados con la huelga, saldándose con centenares de detenidos, destitución de las corporaciones municipales, clausura de los Centros Obreros y cierre de las sedes de las organizaciones políticas y sindicales, entre las que se encontraba la CNT vallisoletana. Entre los dirigentes detenidos se encontraba Pedrero Mardones, que fue juzgado por tenencia de armas y condenado a ocho meses de cárcel, tal y como recogía el diario La Libertad el día 4 de noviembre de 1934.
Valladolid.—Condenando a Román González Escudero a cuatro meses y un día de arresto mayor, accesorias y costas por tenencia ilícita de armas.
Ambrosio Torres, a dos meses y un día de arresto mayor, accesorias y costas por insultos.
Emilio Pedrero Mardones, a ocho meses de prisión menor, accesorias y costas por tenencia ilícita de armas de fuego.
Pedrero entró en prisión y fue trasladado a la cárcel de El Dueso, donde permaneció algunos meses. Estaba ya en el punto de mira, pero esta condena agravó su situación, y él era muy consciente de esto.
Es posible que esta conciencia del peligro que corría en la ciudad hiciera que no se presentara en la Casa del Pueblo aquel 18 de julio. El partido socialista había hecho un llamamiento a sus afiliados y también al resto de los partidos, asociaciones y a los ciudadanos en general para que se reunieran en la Casa del Pueblo de Valladolid con el fin de organizar la resistencia al anunciado golpe fascista.
Algunos cenetistas acudieron al centro obrero, mientras otros dispusieron una guardia en su local de la calle Zarandona, pero Pedrero Mardones no estuvo en ninguno de los dos centros aquella noche.
Informaciones cercanas a la CNT dicen que anduvo por las calles para hacerse idea de la situación en la ciudad, y que cuando comprendió que Valladolid caía en manos de los sublevados, salió a las afueras y se refugió en una zona conocida por la existencia de cuevas naturales. Allí le sitúa Ángel Galván, que también se ocultó allí tras la caída de la Casa del Pueblo el domingo 19.
Así pues, el sábado 18 de julio del 36, hacia las cinco de la madrugada, un nutrido grupo de paisanos y falangistas encabezados por José Antonio Girón de Velasco, jefe de Falange, se dirigió al local de la CNT; derribó la puerta y destrozó todo el interior, arrojando los muebles, enseres y papeles por las ventanas; a continuación hicieron una hoguera y quemaron todo. En su furor destructivo no cayeron en la cuenta de que en la hoguera quemaban los documentos, las listas y todos los papeles relacionados con la organización, por fortuna para muchos convecinos libertarios.
Pedrero pudo escapar a la espera de los acontecimientos, pero la situación pronto se reveló mucho más complicada de lo que todos pensaron en un primer momento. Cuando los que estaban escondidos tomaron conciencia de la verdadera magnitud del alzamiento y comprobaron que los fascistas estaban asesinando a cualquiera que hubiera estado al lado de la República, ya era tarde para salir de la zona e intentar pasar a zona republicana.
Emilio Pedrero, según refiere su familia, estuvo oculto en el domicilio de una familia amiga, que lo atendió durante bastante tiempo a cambio de cantidades sustanciosas de dinero que les entregó Eloisa Mardones, tía de Emilio, residente en León. Emilio tenía una hermana menor, y ambos eran huérfanos desde la niñez. La última entrega que se hizo a estas personas importaba 1.000 pesetas, cantidad verdaderamente elevadísima en aquella época. Para conseguir que el banco le facilitase esas cantidades, la familia Pedrero se arriesgó a ser detenida, pues los golpistas habían prohibido sacar dinero de los bancos. Si se logró envíar a Valladolid esas cantidades, fue por la mediación del obispo de León, a quien se dirigió la tía de los hermanos Pedrero Mardones. Pero los que ocultaban a Emilio pedían más, y al no ser posible conseguir el dinero, no quisieron seguir protegiéndolo. Puestas así las cosas, Emilio Pedrero decidió salir a la calle y entró en un bar. Estaba tomando un café cuando fue reconocido por unos parroquianos, detenido y encarcelado. Esto sucedió al atardecer del 23 de septiembre de 1937. Pedrero Mardones llevaba enclaustrado 14 meses.
Los golpistas habían cazado a una de sus “bestias negras”. Pedrero Mardones era un hombre joven, decidido, convencido de sus ideas y muy bien situado. Profesionalmente, era brillante y muy apreciado por sus colegas. Además tenía una presencia física espectacular, pues casi alcanzaba los dos metros de estatura.
Por todo esto, cuando fue localizado y detenido, los fascistas se desquitaron con él bárbaramente, como era de prever y como el propio Pedrero temía. Los malos tratos, las torturas y las palizas que le dieron lo sacaron por completo de su ser. Por fin lo condujeron a Las Cocheras. Su entrada, destrozado, sangrante y delirando, causó tal efecto entre los detenidos, que se plantaron. Esto no era nada frecuente. Dado el régimen de palizas, sacas y terror en que se vivía allí dentro, los detenidos intentaban pasar desapercibidos para conservar la vida.
PEDRERO MARDONES EN LAS COCHERAS
Tenemos dos testimonios que nos relatan la entrada de Pedrero en Las Cocheras, que se produjo en una noche de septiembre. El estado del preso era tal que ocasionó un disturbio y sus correspondientes represalias, por lo que el hecho quedó grabado en la memoria de los detenidos.
TESTIMONIO DE LEOPOLDO GARCÍA ORTEGA, 17 años, afiliado de CNT y detenido en las Cocheras de Tranvías de Valladolid
“Una noche vimos que metían en la nave a un hombre. Venían a través de las oficinas, que estaban en el piso superior, así que todos los que estábamos cerca lo pudimos ver. Lo llevaban medio en volandas, porque no podía andar. Lo iban arrastrando, iba tapado con una manta.
Cuando lo bajaron y lo dejaron en el suelo, vimos que era Emilio Pedrero, ¡en qué estado! lo habían destrozado a golpes. Estaba deformado, no se le podían reconocer los rasgos. Le faltaban los dientes, tenía los ojos casi salidos. Daba miedo verlo. Además, no contestaba, no reaccionaba. Estaba medio muerto”.
Leopoldo Ortega, que entonces era un adolescente, casi no podía relatarnos la escena, a pesar de haber transcurrido más de 70 años. Porque aunque fue testigo en primera fila de hechos monstruosos, lo ocurrido a Pedrero Mardones lo traumatizó.
Pero lo ocurrido aquella noche tuvo como testigos a otros cientos de detenidos que no pudieron soportar el espectáculo y protestaron, pagando un alto precio por su actitud.
TESTIMONIO DE PATRICIO MARTÍNEZ
Patricio Martínez, vecino de Mayorga, fue detenido y encarcelado en las Cocheras de Tranvías de Valladolid, donde permaneció a la espera de juicio. Durante ese tiempo conoció y convivió con muchos detenidos de Valladolid y de muchos de los pueblos de la provincia. Muchos de ellos sufrirían las sacas nocturnas y serían asesinados por grupos de falangistas, a menudo vecinos del mismo pueblo que iban a matar a los detenidos para evitar juicios o que salieran en libertad. Otros detenidos, la gran mayoría, sufrieron agresiones, palizas, malos tratos, hambre y frío.
Patricio refiere que estaba presente la noche en que Emilio Pedrero Mardones, dirigente de CNT, médico y profesor de la Facultad de Medicina de Valladolid fue ingresado en las Cocheras:
“Cuando llegaban los primeros fríos ingresó Emilio Pedrero, un médico de Valladolid. Había estado escondido mucho tiempo y venía completamente desquiciado. A todos los detenidos les daban malos tratos, pero Pedrero estaba machacado, fuera de sí, y al meterle en el recinto, comenzó a dar vivas a la República, al Socialismo… Los guardias empezaron a pegarle allí mismo con las porras, con los vergajos, lo tiraron al suelo y le daban patadas en todos los lados… Se oían unos gritos que aquello era insoportable, y empezamos a ponernos de pie, gritando: ¡Asesinos, asesinos! Entonces se llevaron a Pedrero, arrastrándolo hacia las oficinas. Desde abajo le oíamos gritar. Después lo juzgaron y lo fusilaron en San Isidro. ¡Pobre Pedrero, las ganas que le tenían y lo que le hicieron pasar!
Cuando ya estaba todo en calma, cerca de la medianoche, bajan los guardias de la oficina y se ponen a diezmar. Estabámos ya acostados todos en el suelo; ellos llegan y comienzan a contar: uno, dos, tres… hasta llegar al número diez: ¡Tú, fuera! Y me tocó a mí. Nos hicieron salir al patio; allí había un tablado donde el cura hacía la misa; nos hicieron subir al tablado; hacía muchísimo frío.
Además de los números diez sacaron a dos más, acusados por un maestro falangista que estaba preso junto con otros dos falangistas de Siete Iglesias de Trabancos, que les dijo a los guardias que eran de los que más habían gritado.”
Patricio no nos quiso contar qué es lo que les hicieron aquella noche.
La detención de Emilio Pedrero se produjo en la tarde del 23 de septiembre de 1937, y tras los trámites de rigor por parte de la policía, fue ingresado en las Cocheras de tranvías. Como hemos visto, el estado al que lo habían reducido era muy preocupante. Pedrero, según sus compañeros, pasaba los días y las noches recostado contra la pared, sin hablar ni contestar, tapándose la cabeza con su manta. Por fin se decidió su traslado a la Cárcel Nueva, donde era posible vigilarlo mejor, ya que los detenidos estaban en celdas. Allí no mejoró la situación del detenido, a pesar de estar rodeado de compañeros que intentaron atenderle y acompañarle, además de dispensarle todos los cuidados que los carceleros permitían.
En esta situación pasó los últimos meses de su vida.
PEDRERO EN LA CÁRCEL NUEVA
TESTIMONIO DE ANGEL GALVÁN, preso en la Cárcel Nueva
Emilio Pedrero era altísimo, fuerte y joven. Cuando lo ingresaron en Cocheras estaba destruido física y moralmente. Había estado escondido en una cueva de La Cuesta de la Maruquesa, pero por fin lo capturaron. Le tenían muchas ganas, pues era el máximo dirigente anarquista de Valladolid. Era médico y profesor. En 1934 le habían acusado de la muerte de Abella, pero no pudieron ni detenerlo por falta de pruebas. También acusaron al maestro Francisco Calles; a éste último sí que lo juzgaron, aunque ninguno de los dos tuvo nada que ver con los hechos.
Por fin lo llevaron a la cárcel Nueva. A pesar de que ya había transcurrido un tiempo, Ángel recuerda que estaba
“lleno de moratones, hecho una piltrafa, con heridas… le habían dado unas palizas tremendas”
. En la cárcel Nueva estaba detenido el médico José Getino, compañero de Pedrero en la Universidad y de una edad parecida. Enseguida se hizo cargo de él y lo llevó al botiquín, donde le practicó todas las curas que pudo. Getino fue sacado poco después por una patrulla de falangistas que lo asesinó en los alrededores de Laguna de Duero.
Emilio Pedrero estaba enfermo, deprimido. Una noche intentó suicidarse colgándose de las tuberías del baño con unos cinturones. Otro detenido, encargado de vigilar el baño, lo evitó empujándole con su cuerpo y manteniéndole en vilo, dando voces hasta que llegaron los guardias. El preso que evitó el suicidio de Pedrero era un delincuente común apodado “El Chaval”, que había atracado el Bazar Parisién en unión de sus compinches “El Porras” y “El Puñales”.
Por esta causa, el director de la prisión ordenó que lo trasladaran de celda, metiéndolo en la que ocupaban los menores, entre los que estaba Ángel Galván, que dormía a su lado. Dice Galván que Pedrero tenía el cuerpo lleno de heridas y una especialmente grave en un brazo, herida antigua y sin curar, infectada de una manera terrible.
Durante ese tiempo, los menores hablaron mucho con él, quien les contó bastantes cosas acerca de su fuga, la detención y otros datos acerca de su vida. Por ejemplo, les contó que el único delito cometido por sus compañeros de CNT fue hacia 1934, cuando pasó un militar por delante de la sede hacia el cuartel de San Quintín, y entonces, un asociado le disparó un tiro desde la ventana. Pedrero bajó de inmediato junto con otros compañeros; llevaron al militar a su sede y allí le sacó la bala y le curó, dándole todo tipo de explicaciones. El militar fue acompañado hasta su casa, y explicó que se le había disparado el arma cuando la limpiaba.
Pedrero afirmaba que la CNT y él en particular eran inocentes de todos los cargos. Desmoralizado por lo que estaba pasando, y sabiendo que lo iban a matar, comenzó a pasar las noches murmurando. Tenía un gesto muy particular, que era taparse la cabeza con su manta.
Así salió una madrugada de 1938 hacia el paredón. Con la cabeza totalmente tapada y sostenido por dos guardias, que lo apoyaban contra la pared porque no se tenía en pie.
A las 6.30 de la mañana del día 2 de junio de 1938, Emilio Pedrero fue fusilado en las graveras de San Isidro de Valladolid junto con un compañero llamado Ángel Egaña. Ambos fueron enterrados una fosa común del Cementerio de Valladolid.
JUICIO Y SENTENCIA
El día 17 de enero de 1938 se celebró el consejo de guerra que le condenaría a muerte. Tras conocer la sentencia, tuvo que esperar más de cuatro meses, día por día y noche por noche hasta que le comunicaron la fecha de la ejecución. Pedrero fue fusilado en la madrugada del 2 de junio de 1938.
COPIA DE LA SENTENCIA
Causa 2001/1937, instruida en la plaza de Valladolid, el día 17-1-1938, seguida contra D. EMILIO PEDRERO MARDONES por un presunto delito de “Adhesión a la Rebelión”, previsto en el código de Justicia Militar. Resultó condenado a la pena de muerte; de la misma resultan los siguientes datos, según documentación obrante en el sumario:
Prisión el día 23 de septiembre de 1937. Ejecutada la sentencia el día 2 de junio de 1938. Tiempo de estancia en prisión 8 meses y 9 días.
SENTENCIA
En la Plaza de Valladolid a diez y siete de Enero de mil novecientos treinta y ocho.Reunido el Consejo de Guerra ordinario de Plaza para ver y fallar en juicio sumarísimo la causa instruida contra el procesado paisano Emilio Pedrero Mardones, por el delito de adhesión a la rebelión. Oídas las acusaciones y la defensa.
RESULTADO:
En 1934 se le vio capitaneando un grupo de los que intervinieron en el asesinato del estudiante Abella en 1934, cuando el público salía de un mitin fascista.
El 5 octubre de 1934, fue detenido cuando huía de un lugar en el que explotaba un petardo ocupándosele una pistola ametralladora, siendo condenado por tenencia ilícita de armas.
En su época de estudiante fue directivo de la FUE y después formó parte de la FAI. Durante los meses del frente popular, ya con la carrera de médico terminada era jefe de la FAI de Valladolid, no solo dirigía todos los desórdenes callejeros de dicho período, si no que, además, envenenaba a la clase obrera con conferencias que daba en los locales de la CNT, y por último el día 18 de julio de 1936 después de iniciado el Movimiento Nacional distribuyó armas entre elementos extremistas para lanzarlos contra la fuerza pública, tratándose, en suma, de uno de los más peligrosos extremistas de esta ciudad, habiendo desaparecido desde dicha fecha hasta el mes de septiembre de 1937 que fue detenido.
HECHOS PROBADOS
CONSIDERANDO: Que los hechos referidos son constitutivos de delito de adhesión a la rebelión previsto en el párrafo 2º del artículo 238, en relación con el 237 del Código de Justicia Militar.
CONSIDERANDO: que es de apreciar la enorme transcendencia de la actuación del procesado y su perversidad por su eficaz contribución al envenenamiento de las masas obreras de esta ciudad.
VISTOS los artículos citados y demás de general aplicación,
FALLAMOS: que debemos condenar y condenamos al procesado Emilio Pedrero Mardones a la pena de muerte, declarándosele responsable civilmente ante el estado y particulares perjudicados por la rebelión, a quienes se reservan las acciones pertinentes, de acuerdo con el artículo 8º del Decreto de 10 de Enero de 1937.Así por esta nuestra sentencia lo pronunciamos y mandamos y firmamos.
Diligencia de notificación y entrada en capilla: Valladolid 1-6-1938 a las 23 horas Ejecutado a las seis horas y media de la mañana del día 2 de junio de 1938.Enterrado en el Cementerio Municipal de Valladolid en la fosa común número siete.
La condena y ejecución de Emilio Pedrero Mardones no acabó aquí. Sus perseguidores, revestidos fraudulentamente con la toga, continuaron acosando a su familia. Porque tras su ejecución, fue expedientado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, que citó a su único familiar, su hermana, para que declarara los bienes pertenecientes a su difunto hermano. En su declaración, la hermana señalaba que Pedrero no dejó bien alguno, y que únicamente tenía ciertas deudas que no fueron reclamadas. El Tribunal, sin embargo, dictó sentencia condenatoria, multando a Pedrero con 600 pesetas por “las responsabilidades políticas”.
Por fin, el fiscal decretó la finalización del expediente, por considerar que el condenado (y a esas alturas, muerto y enterrado) carecía totalmente de bienes.
El caso de Pedrero Mardones nos ilustra acerca de los procedimientos judiciales franquistas: acusaciones sin pruebas, indefensión del acusado, abusos, malos tratos y declaraciones no válidas, juicios retroactivos… Lo mismo que se aplicó a otros miles y miles de juzgados.
Y estos son los juicios que la increíble ley de Memoria Histórica se negó a declarar ilegales.
Descansen tranquilas las conciencias de sus señorías, los diputados, los ministros, los partidos y las organizaciones que sancionaron con su firma esta indignidad, pero que no se extrañen de que los damnificados no puedan descansar con tanta paz como debieran.