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Sevilla. Estepa en el corazón de Mauthausen
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El Correo de Andalucía / Álvaro García / 24/01/2016

Gonzalo y Antonio Ortiz Crespo eran dos hermanos estepeños que estuvieron en un campo de concentración nazi del que no salieron con vida. El 27 de enero se conmemora a las víctimas del holocausto.

Este miércoles 27 de enero es el Día Internacional de Conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto. Un día duro para las miles de familias que han sufrido en sus carnes el terror del genocidio nazi. Hay miles de historias que se podrían contar pero solo una ocupa estas páginas. La de los hermanos Gonzalo y Antonio Ortiz Crespo. Ambos fueron víctimas de los campos nazis, más concretamente perdieron la vida en Mauthausen (Austria), el campo de exterminio de la SS, un grupo militar politizado de la Alemania de Adolf Hitler. Ellos, al igual que miles de republicanos vivieron los genocidios del III Reich después de que Francisco Franco los tachase de rotpanier (rojo español) y pasasen de refugiados políticos a apátridas (que no pertenecen a ningún estado).

Desde su querida Estepa, municipio sevillano de la Sierra Sur en el que cobraron vida sus sueños por un país libre, Gonzalo (1910) y Antonio (1920), el mediano y el menor de diez hermanos, pertenecientes a una familia de propietarios de tierras, su principal medio de vida. Una época en que la cantidad de tierras que se poseían macaba la diferencia en una sociedad azotada por las penurias de miles de familias jornaleras que poblaban la comarca de Estepa. Ambos hermanos, ambiciosos y con ganas de vivir en un país en el que todos tuvieran las mismas oportunidades, se trasladaron a Madrid, donde más tarde le sigue el resto de la familia.

Gonzalo y Antonio, politizados con la llegada de la Republica, ingresan en la Guardia de Asalto y en el golpe de julio de 1936 ambos combaten en defensa de la legalidad en Madrid. Posteriormente Gonzalo se traslada a Cataluña, donde es ascendido a capitán. Le sigue su inseparable hermano menor y su mujer, Carmen Flores. A raíz de este gran paso de los Crespo, como se les conoce entre los expertos que dedican su vida al estudio y al reconocimiento de los españoles caídos en la larga y dura guerra de la libertad en la que el mundo se vio sumido, la suerte cambia para ambos.


La Cruz Roja Española escribe a la familia Crespo para comunicar la muerte de sus hijos.

Miles de republicanos se vieron obligados a salir de España hacia Francia tras la ofensiva franquista (enero y febrero de 1939) entre los que estaban estos dos hermanos. También cruzó Carmen, que estaba embarazada de Alina (su hija menor), junto a su hijo Antonio, a los que después de este episodio Gonzalo no verá nunca más. Un episodio que marca el punto de no retorno de muchas familias españolas a las que el gobierno francés instaló en improvisados campos de refugiados en unas pésimas condiciones. Tras esa debacle de las fuerzas dirigidas por el general Francisco Franco, Gonzalo y Antonio fueron hechos prisioneros de guerra y trasladados al Stalag XI-B (Fallingbostel) en la Baja Sajonia para, finalmente, ser deportados a Mauthausen el 8 de septiembre de 1940, según los datos investigados y recopilados por Ángel del Río (antropólogo y delegado de en Andalucía de la Amical de Mauthausen) en su libro Memoria de las cenizas.

Empieza así la agonía de estos hermanos. Gonzalo mantiene el contacto, muy esporádicamente, con su mujer e hijos a través de cartas de la Cruz Roja, las misas que más tarde certificarían su fallecimiento. El 24 de enero de 1941 ambos son trasladados a uno de los campos de concentración de Mauthausen, conocido como Gusen, donde se encontrarían de bruces con la fría muerte.

Una muerte poco esclarecida. Un escrito de la Cruz Roja Española dice que Gonzalo muere un día de Andalucía, un 28 de febrero de 1941, y Antonio, el menor, el 11 de septiembre de 1941, con 21 años de edad. Así pues, el día 27 de junio de 1942, José Ortiz Rivas recibe en su casa de Estepa la carta de la organización sanitaria que le notifica el fallecimiento de sus dos hijos. La escueta nota le comunica el día y la hora de la defunción en Mauthausen, pero no la causa, un desenlace del que la familia no tuvo constancia hasta comienzo de los años sesenta cuando Francisco Díaz Pinto, amigo de los hermanos y superviviente de los campos de exterminio, le cuenta su versión a la familia.

Este donostierra, nacido en 1912 y miembro de la Federación Española de Deportados e Internados Políticos durante su prolongado exilio a Francia, escribió a Carmen, la viuda de Gonzalo, para contarle el infierno que vivió junto a sus amigos, Gonzalo y Antonio. Una información muy reveladora y fundamental para saber cómo murieron los Crespos en Gusen y que describe el amor de hermanos que los mantuvo con vida hasta el final de sus días. <<Sepa usted que murieron al mismo tiempo>>, explicó en la carta Pintos, algo que contradecía la información de la Cruz Roja. Al parecer, y según contó este compañero de sufrimiento y, mantiene la familia, ambos de suicidaron tirándose contra las alambradas electrificadas del campo.

Cuenta la historia, que Gonzalo, el mayor de los hermanos y el más fuerte, no pudo resistir el sufrimiento incontenible que arrastraba su hermano menor, convertido, por el trato recibido y la hambruna, en una piltrafa humana. No se resignaba a verle morir, quería protegerlo, pero era imposible. Por eso decidió acabar con ambos sufrimientos. Gonzalo abrazó a Antonio y dio el último paso para poner fin a sus vidas. Vidas que se convirtieron en un infierno continuo tras su llegada a Mauthausen, el conocido campo de los republicanos españoles. Nadie conoce las últimas palabras entre ambos, el último testimonio entre hermanos. Amor de sangre, que prevalece ante el temor porque es dado por la naturaleza.


Andaluces en Mauthausen

Entre los andaluces que consiguieron sobrevivir al infierno de Mauthausen hay grandes historias que no deben de quedar en el olvido y deben de ser reconocidas por las instituciones, en eso luchan Amical de Mauthausen y la Confederación General del Trabajo de Andalucía (CGT.A). Más de 1.500 andaluces fueron deportados y alrededor de las dos terceras partes fallecieron en los campos, donde hubo unos 7.200 españoles.

La suerte de los 500 andaluces supervivientes (según datos recopilados por Amical) está aún por esclarecer. Tras la liberación del campo de exterminio por las fuerzas americanas (5 de mayo de 1945), una gran parte de los andaluces se quedaron a vivir en Francia, donde murieron en el más absoluto de los olvidos por parte de sus paisanos. Otros pocos regresaron para continuar su labor política antifranquista. Republicanos españoles que combatieron el nazismo en Europa y que han sido relegados al más absoluto silencio. En otros países, los sufridores del genocidio nazi han sido reconocidos durante años. En España siguen olvidados, como si siguiesen siendo rotspanier deportados de su propio país que tras vivir una triste Guerra Civil tuvieron que desaparecer. <<Negar hechos históricos, especialmente en relación con un tema tan importante como el Holocausto, es simplemente inaceptable>> son palabras del Secretario General de las Naciones Unidas, Ban-Ki-Moon.


La historia se repite

Los españoles fueron refugiados tras la guerra que asoló el país, tratados como escoria y afinados como en campos en los que estaban en pésimas condiciones. Años de sufrimiento y, que ahora, en el siglo XXI se vuelve a repetir. Esta vez los protagonistas son los ciudadanos de los países árabes que se han visto azotados en los últimos años por las guerras. Los civiles, hartos de sufrir penurias y miedos, salen de su país para romper definitivamente con la locura de unos gobernantes cegados por el poder.


La historia se repite: refugiados que escapan de las garras de la muerte

La historia se repite, las formas también. Mientras los refugiados políticos recorren miles de kilómetros para estar a salvo, Europa, esa tierra que se vio azotada por el nazismo y que sufrió en sus carnes la garra del miedo, la hambruna y la muerte, cierra las puertas a esos civiles que buscan sobrevivir. Como hicieron en su día los millones de personas que decidieron vivir en un mundo libre, sin guerras y en el que las fronteras no existiesen.


Alina Ortiz

La menor de dos hermanos e hija de Gonzalo Ortiz Crespo recuerda con tristeza lo que sufrieron su padre y su tío en Mauthausen. Un lugar que ella visitó, como describe entre sollozos <<es lo más cerca que he estado de mi padre>>. No le gusta recordarlo porque se hunde, pero a la vez quiere ser fuerte para honrar a esas personas que perdieron la vida por culpa del infierno nazi. <<Es una satisfacción saber dónde está tu padre, pero es tan duro recordarlo>> Alina actualmente reside en Mazarrón, un municipio de la región de Murcia. Desde allí añora volver al lugar donde falleció su padre, Mauthausen, donde lo siente cerca. Lo más cerca que pudo estar nunca. No tuvo la ocasión de conocerlo, pues su madre estaba embarazada de ella cuando la Alemania nazi los separó.

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