FECHA

“Puedo ayudar a aclarar el ’caso Puig Antich’”
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Tenía 28 años y ahora tiene 61. El traumatólogo Joaquín Latorre Martí se encontraba el 25 de septiembre de 1973 en el servicio de urgencias del Hospital Clínic de Barcelona cuando llegó el cuerpo sin vida del subinspector Francisco Anguas y a los pocos minutos el militante anarquista Salvador Puig Antich, que fue ejecutado cuatro meses y tres semanas después por la muerte del agente. Latorre es doctor en Medicina, autor de tres libros, fue profesor universitario y trabaja en la Clínica Corachán. Es parco en palabras, pero contundente en sus afirmaciones.


—¿Cómo vivió aquella tarde ?


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Prestaba funciones como médico residente en el servicio de Traumatología. Ese día estaba en el servicio de guardia. Como jefe tenía al doctor Ramón Barjau. Entró un grupo de gente con una camilla llevando al policía Francisco Anguas. Fue muy tumultuoso. Lo llevamos a un box. Sus acompañantes, que después supe que eran policías, gritaban : “Que lo han matado, que lo han matado”. Se armó un revuelo tremendo. Nos dedicamos un rato al agente, pero ingresó cadáver. Inmediatamente llegó un segundo grupo con Puig Antich, que estaba herido. Y empezaron a llegar más y más policías, muy alterados.


—¿Cuántos orificios de entrada observó en el cuerpo del policía ?


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Un mínimo de cinco disparos.


—¿Entró en el box usted solo con el doctor Barjau ?


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Los dos y más personal sanitario. La documentación de Puig Antich se quedó en la habitación donde los médicos y enfermeras nos poníamos las batas. Llevaba documentación francesa y un cargador de pistola lleno, que también fue guardado. Cuando Barjau le vio lo reconoció como el hermano de un compañero suyo de estudios en La Salle.


—¿Qué pasó en la puerta de la habitación donde estaba Puig Antich ?


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Lo declaré en el Tribunal Supremo la semana pasada, pero no quiero que se malinterprete. El ambiente era de lógica tensión. Los policías me pidieron que diese el alta al paciente. “Lo llevaremos a Montjuïc y le daremos un paseíllo”, dijeron. Fue un momento de rabia por parte de los compañeros del fallecido. Quisieron entrar en la habitación, pero yo lo prohibí por mi autoridad como médico responsable. Decían que era peligroso y que podía clavarnos el bisturí. Les dije que si quería se quedaran de vigilancia fuera. Después de la cura, a Salvador le ingresaron en una habitación del hospital.

— ¿Se resistieron los policías ?

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No, al final accedieron. Me quedé trabajando tranquilo. Salvador no hablaba. Estaba aturdido. Tenía una herida en la mandíbula izquierda y otra en el hombro. Yo le extraje las dos balas. Las guardé y las entregué. No supe nada más de esas balas.


—Después lee en la prensa que el policía tenía tres disparos y no cinco, y que la autopsia se hizo en una comisaría y no en el Instituto Ana- tómico Forense. ¿Qué pensó ?


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Me dio la sensación de que era una anormalidad y pensé qué interés podría haber para decir que había tres tiros, cuando nosotros habíamos visto más, al menos cinco. Cuando se explicó que le habían hecho la autopsia en la comisaria, pensé que era una alcaldada o un abuso de autoridad. Fue un hecho absolutamente anormal, pero no sabíamos qué pasaba. Hacer una autopsia es complejo y necesitas material e instalaciones adecuadas. Además, fue un proceso judicial muy rápido. La interpretación no la debo hacer yo.


—Los abogados de Puig Antich propusieron en el proceso militar su declaración y la de Barjau. ¿La policía o el juzgado se pusieron en contacto con usted ?


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No. La petición se denegó.


—¿Cómo se produce su declaración ante el Tribunal Supremo ?


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Un buen día, se presentó sin cita previa en mi consulta el abogado Sebastián Martínez Ramos, quien se encarga del proceso de revisión del caso Puig Antich, y que dio conmigo a través de una cliente suya a la que había operado. Me preguntó cuántos impactos de bala tenía el policía. Le contesté que cinco como mínimo.


—¿Cómo reaccionó cuando le solicitó si estaba dispuesto a declarar ?


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Le dije que sí.


—¿Por qué ?


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Porque pensé que debía aportar un grano de arena en aquello que nosotros llamamos alcaldada. Es decir, colaborar con el Tribunal Supremo en el esclarecimiento de la verdad.


—¿Su testimonio puede ayudar ?


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Visto el contexto, sí.


—¿Es consciente de que sus recuerdos pueden reescribir una historia ?


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Sí.


—¿Eso le carga de responsabilidad ?


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Sí, pero también me produce una satisfacción. Si Puig Antich fue ajusticiado por unos hechos que en su momento se validaron como buenos y los jueces dictaron una sentencia, y con mi versión se pueda revisar una historia digamos que equivocada, me llena de responsabilidad. Interiormente me encuentro bien.



JESÚS G. ALBALAT/EL PERIODICO

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