FECHA

Pepita Laguarda Batet (1919-1936), la miliciana más joven de la CNT en morir en combate.
PEPITA LAGUARDA CARTA

Daniel Pinos

Poco se sabe de las mujeres que lucharon en el frente en la Guerra Civil Española y cuántas mujeres en total prefirieron empuñar un arma y luchar por el mundo en el que creían en lugar de quedarse atrás. Una novela y un documental sobre Pepita y Juan se está pergeñando.

Se escapó de casa y, junto con su novio, Juan López Carvajal, se unió a la columna confederada Ascaso para morir en el frente de Huesca el primer día de los combates. Pepita Laguarda Batet fue asesinada en el mortal verano de 1936 a la edad de 17 años.

Esta joven aragonesa que vivía en Cataluña había respondido a la llamada de la CNT para luchar contra el golpe militar del 18 de julio de 1936. Murió en el frente de batalla una mañana de principios de septiembre de 1936, cerca de la ciudad de Huesca.

La historia de Pepita Laguarda es una historia de idealismo destrozado por la guerra civil. No solo nos puede impresionar su corta edad, sino también su coraje. Se unió a las trincheras en la línea del frente. Donde terminó perdiendo la vida rodeada de sus compañeros.

Poco se sabe de las mujeres que lucharon en el frente en la Guerra Civil Española y cuántas mujeres en total prefirieron empuñar un arma y luchar por el mundo en el que creían en lugar de quedarse atrás.

Mi amigo Hélios, hijo de Juan López Carvajal -también amigo y compañero de armas de mi padre- me envió recien dos textos que evocan la breve historia de amor de Pepita y Juan. Una novela y un documental se están preparando en Francia y España sobre Pepita y Juan.

Daniel Pinós

Pepita Laguarda fue asesinada durante el verano de 1936 a la edad de 17 años. Esta joven aragonesa que vivía en la región de Barcelona había respondido a la llamada de la CNT para luchar contra el golpe militar del 18 de julio de 1936. Murió en el frente una mañana de principios de septiembre de 1936 en las cercanías de la ciudad de Huesca.

Pepita vivía en el barrio obrero de Santa Eulalia en Hospitalet de Llobregat, al suroeste de Barcelona, y hacia parte de las Juventudes Libertarias. Según el obituario publicado por el periódico Solidaritad Obrera, se unió a una milicia de trabajadores en contra de los deseos de su familia. Literalmente, Jaime Ballus -que firmó la necrológica, con información proporcionada por el propio Juan López Carvajal- llega a decir que ella se escapó de su casa. Pepita se alistó después de los combates en Barcelona el 20 de julio, y le dijo a su novio – también  anarquista y tipógrafo de seguirla. Ambos se inscribieron en el cuartel Miguel Bakunin en Pedralbes en el grupo 45, en la quinta columna, que lleva el nombre del anarquista aragonés Francisco Ascaso.

La necrológica del periódico va precedida de un subtítulo Nuestros Héroes, bajo el cual se lee: “La camarada Pepita Laguarda Batet cayó heroicamente a los pies de la ciudad de Huesca”. El texto exalta las cualidades humanas y el coraje de la miliciana, así como la sencillez de sus modales y el celo que la caracteriza. También alude a su combatividad, habilidad y facilidad con el arma.

Según el periódico, el 1 de septiembre, Pepita fue herida mortalmente a las 5 de la mañana en las afueras de Huesca, después de pasar unas horas en combate en los puestos de avanzada. “Su cuerpo moribundo fue llevado por sus compañeros al puesto de la Cruz Roja. Desde allí, fue llevada al hospital de Vicién, donde recibió primeros auxilios de emergencia, y luego fue trasladada al Hospital de la Sangre en Grañén. Recibió atención médica completa, pero la gravedad de su lesión fue más importante que la atención que recibió. Murió a las nueve y media de la mañana del mismo día”.

Jaime Ballus utiliza en este artículo la información proporcionada por Juan López Carvajal para afirmar que hasta los últimos momentos, Pepita mantuvo su lucidez. Su muerte fue muy sentida por sus compañeros de la columna Ascaso, cuya “era el alma por su alegría y su buen carácter”. Muchos compañeros y todo el pueblo de Grañén marcharon frente a su cuerpo. “El ataúd fue envuelto en la bandera roja y negra y se colocaron muchas flores sobre él para sublimar este momento doloroso pero sublime de la joven de 17 años que generosamente ofreció su vida en las afueras de la ciudad de Huesca”.

La necrología termina diciendo que Juan López Carvajal estuvo en el Hospital General de Cataluña. “Su vida, nos dice el inconsolable compañero, tiene un solo propósito. Luchará hasta la muerte por el triunfo de la revolución social. Y luchando por el proletariado, vengará a la compañera que murió por la redención de la clase obrera. Una vez más, concluye la necrológica, nuestras compañeras están dando el ejemplo. Exaltamos a las mujeres que ofrecen sus pechos a las balas del enemigo”.

Dos meses después de la publicación de la noticia en el periódico de la CNT (13 de septiembre) y en el diario El Sol, está fechada la tarjeta con la foto de Pepita que Juan López envió a su hermano, Pedro Laguarda Batet, para informarle de la muerte de la miliciana el 13 de noviembre en el frente de Huesca. El hermano de Pepita morirá en Barcelona a una edad avanzada en 2015.

Juan López Carvajal siguió luchando hasta el final de la guerra. Fue uno de los cientos de miles de republicanos que se exiliaron después de la derrota. Lo sabemos por su autobiografía, Memorias de mi vida (Memorias de un trabajador anarcosindicalista en la España del siglo XX), escrita en francés en 1995, y por el testimonio de su hijo Helios Gómez Gásquez. En estas memorias hay muy pocas referencias al hombre que, en 1935, cuando Juan López se trasladó a Palma de Mallorca para hacer el servicio militar, ya era entonces el prometido de Pepita.

A su regreso de su permiso en Barcelona, en julio de 1936, tuvo lugar el golpe militar y se unió a su prometida en la columna de Francisco Ascaso, lo que era totalmente contrario a los planes de la joven pareja para ese verano. Ambos salieron de la Estación del Norte de Barcelona en tren a Lleida -según Juan- y de allí a Monzón. Juan López no podrá luchar en el frente debido a una infección intestinal que le obligará a ir a la enfermería. El autor fecha estos episodios a principios de septiembre. “Pepita, escribe Juan, fue al frente en un carro blindado. El ataque contra Huesca comenzó al amanecer y a media mañana llegó la primera ambulancia con el primer herido: Pepita Laguarda”.

“La bala -seguimos leyendo en las memorias del anarquista- había penetrado en la parte superior de su espalda y se quejaba de su estómago. Inmediatamente fue llevada a Grañén donde el doctor dijo que había perdido mucha sangre y que necesitaba una transfusión. Me ofrecí para la transfusión. Pero era demasiado tarde, y unos minutos después murió. Después del funeral, fui evacuado al Hospital San Pablo de Barcelona”.

Cuando ambos llegaron a Huesca, y sin que Pepita lo supiera, Juan confesó que había escrito a sus padres para decirles que escribieran un telegrama al jefe de la columna diciendo que su padre estaba gravemente enfermo, para que Pepita pudiera volver al Hospitalet, pero este telegrama no llegó. No se menciona más a Pepita en las memorias de Juan López, quien más tarde se convirtió en teniente y participó en la Batalla del Ebro.

Juan nació en la provincia de Almería en 1911, pero sus padres pronto se mudaron a Barcelona en busca de una vida mejor. No fue así al principio porque, según su hijo Helios López, la familia vivía en una cueva, no tenían agua, caminaban descalzos y no conocían la leche, y se calentaban con leña del bosque. Durante unos años Juan estudió en una escuela de Pueblo Nuevo y a los once años empezó a trabajar en una imprenta, después de que su madre muriera en 1923 de gangrena uterina, dando a luz a su hermano Félix. Se hizo impresor y miembro de la CNT, siempre muy interesado en la cultura en la asociación Faros y las Juventudes Libertarias, donde pudo conocer a Pepita.

“En 1936, te comprometiste contra el fascismo, por la revolución social, esta gigantesca esperanza que animaba a la clase obrera”, escribe Helios. Te convertiste en oficial de la República, sin renunciar a tus ideas de solidaridad. Tu hermana Ana perdió a su marido bajo el bombardeo fascista de Barcelona y tuvo que enfrentarse valientemente a este terrible período de posguerra con tres hijos. En el exilio, experimentastes las alegrías de la hospitalidad en las playas francesas [una referencia irónica a los campos de concentración], compartiendo una barra de pan de dos kilos con 25 personas.

El hijo de Juan López habla entonces de la formación de su familia: de su madre Josephine Vasquez, del encuentro con los primos de Juan, primero en Tours y luego en París, donde nació Orquídea [murió unos meses después]. Después del nacimiento de Helios, la pareja se fue a Buenos Aires, donde vivieron a principios de los 50 y donde nació Aurora en 1951. A petición de la hermana de Juan, Ana, la familia regresó a Barcelona en 1955, donde fue detenido y tuvo que repetir el período militar, es cuando nació Montserrat. Luego regresaron a Francia, donde la pareja tuvo su último hijo François-Xavier, manteniendo relaciones con sus amigos de la CNT. Fue en este país, donde murió, donde comenzó a escribir su autobiografía, de la que quedan tan pocos recuerdos de Pepita.

Para Juan López Carvajal, según su hijo mayor, la construcción de una gran familia unida fue un gran consuelo después del terrible fracaso de las ilusiones nacidas en 1936. Helios concluye agradeciendo a su padre “para todo lo que le dio, con una mujer valiente y admirable a su lado, especialmente los valores de solidaridad, ayuda mutua y amor”. El texto fue leído en francés en una pequeña ceremonia de despedida celebrada en Lyon el 29 de diciembre de 2011, antes de que el cuerpo de su padre fuera entregado a la ciencia, de acuerdo con su propia voluntad y la de su esposa, que había muerto años antes.

Tiempo después, Helios Gómez se puso en contacto con Ramón Ignasi Redondo Laguarda, residente en Manresa, cuya tía abuela se llamaba Pepita Laguarda Batet. Tal vez buscó este encuentro porque, aparte de estas pocas notas de su padre en sus memorias públicas, Pepita tenía un contenido mucho más emocional en la memoria personal y familiar de Luis Gómez Carvajal. En cuanto a este último episodio, creo que vale la pena recordar algunos versos del poema Primer amor, escrito por Carmen Conde:

“¿Alguna vez te quemas? ¿Alguna vez quemas esa locura / que abres con la vida que acaba de germinar en el mundo? ¡Nunca terminas, nunca te apagas! He aquí el fuego, el que se lleva todo para quemar el cielo elevando la tierra”

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