Panel dedicado a Jean-Jacques Rousseau y Joseph Proudhon
Jean-Jacques Rousseau
(Suiza, 1712 – Francia, 1778)
“Le acostumbráis (al niño) a que siempre se deje guiar ; a que no sea otra cosa más que una máquina en manos ajenas. Queréis que sea dócil cuando es pequeño y eso es querer que sea crédulo y embaucado cuando sea mayor”.
(Emilio)
Rousseau fue el autor de El contrato social. Sus ideas inspiraron la Revolución francesa y la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.
Afirma que la educación es el camino para formar ciudadanos libres y conscientes de sus derechos y deberes, que participen y deliberen en la organización de la sociedad y de los asuntos públicos. En el Emilio o la educación define sus propuestas para una nueva pedagogía.
El hombre es bueno por naturaleza, pero se hace malo al entrar en contacto con la sociedad. Si el niño se atiene a su propia naturaleza, se evitan todas las alienaciones del hombre civilizado “que nace, vive y muere en la esclavitud”. El niño tiene, pues, que aprender por sí mismo, mediante su propia experiencia, en contacto directo con la naturaleza y con las cosas.
“El niño no debe hacer nada por obediencia… Las palabras de obedecer y mandar serán proscritas de su diccionario, todavía más que las de deber y obligación… Solamente se controlará el progreso natural de sus facultades.”
Joseph Proudhon
(Francia, 1809 – 1865)
Proudhon, el padre del anarquismo, sostiene que la educación es la función más importante de la sociedad.
“La infancia es necesaria para el aprendizaje del propio deber, para el ejercicio de la conciencia tanto del cuerpo como del pensamiento.”
La dicotomía entre las habilidades físicas e intelectuales del individuo es algo artificial, fruto de las desigualdades sociales.
Propone una educación politécnica, integral, basada en el derecho de cada uno a desarrollar sus facultades físicas, intelectuales y morales :
“Haced que la educación y la ciencia sean patrimonio de todos, elevad progresivamente el nivel de capacidades por la politecnia del aprendizaje ; no haya más ciegos entre vosotros ; entonces, ilustrados por el análisis, libres de toda fascinación aristocrática, espiritualista y apologética de la predestinación, veréis que el genio se haya repartido por igual entre todos, y que, en ese orden, nada habréis de envidiaros unos a otros”.