Grupo de Memoria Libertaria de CGT Valladolid
No es posible entender la historia de España, al menos la del primer tercio del siglo XX, sin tener presente al anarquismo. Sus organizaciones tuvieron una especial importancia, en algunos casos decisiva, en el desarrollo de las principales cuestiones que afectaron a la vida social y económica de la nación. Así ocurre, por ejemplo, en lo referente al problema de la tierra, y la ejecución de una reforma agraria ; a la organización del movimiento obrero al compás de la industrialización o, en 1936, a las prácticas revolucionarias puestas en marcha tras la derrota de la sublevación militar.
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Fueron muchos los miles de hombres y mujeres que lucharon por la conquista de un mundo nuevo inspirado en los principios libertarios. Hoy, salvo contadas excepciones, la inmensa mayoría de ellos están olvidados. Queda un escaso rastro de la tupida red que, en unas regiones más que en otras, formaba la trama en la que se sustentaba el anarquismo ibérico. Casi no existía comarca en la que no funcionara una, pequeña o grande, sociedad obrera guiada por los principios tácticos y finalistas anarquistas ; viviera un corresponsal, encargado de proporcionar información y venderla, de la prensa ácrata o se creara un grupo específico, de cuatro, cinco o seis miembros, que se reunieran para discutir cual era la forma mejor de difundir los principios libertarios.
Aunque Valladolid no ha sido una de las plazas fuertes del anarquismo, sí podemos aplicar algunos de los rasgos generales que caracterizan a la presencia anarquista en España. Como su persistencia en el tiempo y espacio ; pragmatismo sindical y continua labor de propaganda y acción cultural y, además, ha proporcionado algunas de las más importantes figuras del movimiento obrero nacional.
1. Presistencia en el tiempo y espacio
Desde los tiempos de la Primera Internacional, en el último tercio del siglo XIX, existió en Valladolid un activo núcleo libertario que mantuvo, unas veces más boyantes, otras menos, una sociedad de oficios varios y una escuela inspirada en los principios racionalistas. Aunque el socialismo, y el sindicalismo confesional católico, dominaban el panorama obrero, de este pequeño foco ácrata surgieron varios destacados militantes del anarquismo y anarcosindicalismo español. Los casos, Evelio Boal, secretario nacional de la CNT, Pedro Herrera, miembro del comité peninsular de la FAI o el propio Orobón Fernández, que perteneció al secretariado de la AIT, la internacional sindicalista revolucionaria creada en Berlín en 1922.
En demasiadas ocasiones se nos presenta al anarquismo español como un cuerpo monolítico, casi sectario, que no se corresponde con la realidad de un movimiento que agrupaba a cientos de miles de trabajadores y entrelazaba sus raíces con otras tendencias sociales y culturales presentes en la sociedad. Como el republicanismo o los primeros grupos introductores del naturismo o el vegetarianismo. Prejuicio que, a poco que lo estudiemos, se desmorona para ser sustituido por la imagen de un organismo multiforme, activo y en evolución. Si no hubiera sido así, difícilmente sus planteamientos habrían estado presentes de la transformación del viejo societarismo obrero de resistencia, en el moderno anarcosindicalismo ; habría inspirado un vasto movimiento de periódicos, centros de enseñanza o ruptura de moldes tradicionales o, en fin, hubiera llegado a ser una auténtica alternativa social en el verano de 1936. Sin exagerar, el último momento en que la civilización occidental ha sido capaz de ofrecer una posibilidad de creación de una sociedad más justa, igualitaria, fraterna y libre.
En Valladolid, el anarquismo siempre fue minoritario respecto al socialismo, aunque desde la creación en España de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) existieron núcleos ácratas que animaron diversas sociedades obreras y, sobre todo, numerosas iniciativas pedagógicas, bien en forma de periódicos o de creación de escuelas.
La AIT se fundó en 1869 por iniciativa, entre otros, de Francisco Cea Bermúdez, tipógrafo y tío materno de Ricardo Mella, y José Rodríguez Herreros. En el congreso obrero de Barcelona de 1870, Cea asistió representando a las secciones de tejedores, sastres, zapateros, sombrereros y tipógrafos existentes en la ciudad. Agrupación que se mantuvo en funcionamiento durante los años siguientes y estuvo presente en los congresos de Zaragoza y Córdoba en 1872.
Precisamente, en este último, se decidió que la capital castellana fuera la sede del siguiente congreso de la FRE. Para Max Nettlau, tal elección, se debió a que era la única localidad, fuera de Cataluña o Andalucía, que contaba con una organización fuerte. La sección de la AIT de Valladolid que acudió al congreso de Córdoba estaba formada por más de 500 afiliados y trece secciones (Max Nettlau, La Premiere Internationale en Espagne, s.l., s.e., s.f., pág. 168). En Zaragoza, el delegado vallisoletano fue el herrero Santiago Gómez. En Córdoba, en diciembre de ese mismo año, el delegado fue el cerrajero Marcelino Yarza.
Si consultamos las actas de los Consejos y Comisión Federal de la AIT española podemos seguir la fortaleza con la que había arraigado este primer internacionalismo en la ciudad en la ciudad (Carlos Seco Serrano [transcripción y estudio preliminar], AIT. Actas de los Consejos y Comisión Federal de la Región Española (1870-1874), Barcelona, Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Barcelona, Departamento de Historia Contemporánea, 1970, 2 vols. ; Carlos Seco Serrano y María Teresa Martínez de Sas [transcripción y estudio preliminar] Cartas, comunicaciones y circulares de la Comisión Federal de la Región Española (1873-1874), Barcelona, Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Barcelona, Departamento de Historia Contemporánea, 1979-1987, 7 vols. y Max Nettlau, La Premiere Internationale en Espagne (1868-1888), s.e., s.l., s.f.)
Aunque, finalmente, declarada la Internacional ilegal, el comicio se celebró clandestinamente en Madrid, con asistencia de la sección de Valladolid. Incluso, durante el periodo de decadencia la sección, aunque menguada en número, acudió a las conferencias de 1876 y 1877 de la AIT española.
Pero no se agotó ahí la presencia anarquista en el movimiento obrero vallisoletano. Durante la expansión de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), nueva sección de la AIT en España, en los primeros años de la década de los ochenta, en Valladolid existió una sección de la Unión Manufacturera, que agrupó a los trabajadores de los centros fabriles relacionados con el mundo textil. Entidad que acudió al congreso que celebró esta federación en 1883. Ese mismo año, en el congreso de la FTRE celebrado en Valencia, se decidió que el Comité Federal de la organización residiera en la ciudad castellana. Aunque los internacionalistas vallisoletanos ya habían estado presentes en la conferencia de Gracia, de febrero de 1881, donde se decidió la reconstrucción de la sección española de la Internacional. También acudió al congreso que la federación celebró en Barcelona en 1885.
Después, hasta la creación de la CNT en 1910, el movimiento obrero de la ciudad estuvo presente en los diversos intentos de organizar una central obrera de tendencia libertaria.
Así acudió al Congreso amplio de Madrid de 1891, y a la fundación, en octubre de 1901, también en esa ciudad, de la Federación de Sociedades Obreras de Resistencia de la Región Española (FSORE). En 1904 los ácratas se concentraban en una sociedad de albañiles llamada La Progresiva que tuvo su sede en la calle Mantería 49 y 51 y convocó el llamado congreso de Federaciones de Trabajadores de la Comarca Castellana en mayo de 1904 (En Jesús María Palomares Ibáñez, El socialismo en Castilla. Partido y sindicato en Valladolid durante el primer tercio del siglo XX, Salamanca, Universidad de Valladolid-Caja de Ahorros y M. de P. de Salamanca, 1988, pág. 49).
Esta primer societarismo ácrata, aunque minoritario en la ciudad frente a la UGT, continuó con una gran actividad y, sobre todo, fue renovándose. En 1914 editaba un periódico con el significativo nombre de Sindicalismo y, al año siguiente, el destacado ácrata local Mariano Manzano Díez acudió a El Ferrol para asistir al Congreso Internacional contra la Guerra, que sirvió para relanzar a la CNT en la clandestinidad desde su creación cuatro años antes.
En el congreso cenetista de 1919, Evaristo Sirvente Cristóbal representó al sindicato local. Como, en 1931, lo hizo Miguel Hernández. Fue el momento en el que los anarcosindicalistas vallisoletanos transformaron las viejas sociedades en sindicatos, agrupados en una federación local y crearon un Ateneo Obrero Sindicalista que, como en otros muchos lugares del país, sirvió de nexo, y presencia continua, de las ideas libertarias en la ciudad. En 1920, fecha de la constitución de la Regional Norte de la CNT, Manuel Buenacasa viajó a Logroño para representar, en el primer congreso de la regional, al sindicato de Valladolid y sus 120 afiliados.
Si el asociacionismo obrero libertario tuvo continuidad durante estos años, el mundo cultural, educativo y su difusión a través de la prensa la gozó también. Retrocedamos unas décadas.
Durante los primeros años de la década de los setenta del siglo XIX existió en la ciudad una cabecera llamada La voz del trabajador. En la de los ochenta, se editaron La crónica de los trabajadores (1883) y El Cosmopolita (1884-1885), de tendencia colectivista, cuyos redactores acudieron al congreso de Reus de 1885, Del primero fueron directores Indalecio Cuadrado, que a fines de la década emigró a la Argentina donde murió en los años veinte, y Miguel Lozano, miembros del Consejo Federal de la FTRE residente en la ciudad durante estos años.
El segundo reapareció, brevemente, en 1901 con una redacción formada por Tapia, Palacios y Gutiérrez y publicó textos de Fermín Salvochea con quien, los militantes obreros de la ciudad habían contactado durante la estancia del gaditano en la cárcel de la ciudad entre 1893 y 1898.
A comienzos del siglo XX se editó en la ciudad el periódico Tierra Libre. Vivió cinco años y en él escribieron Miguel Ruiz, su administrador en la etapa final, Florencio Tapia, E. Pérez, F. Cámara o F. Martín. Tras su desaparición en 1905, fue relevado por El Nivel, que desapareció en 1906.
Fue durante esta primera década del siglo XX cuando comenzaron a publicarse en Valladolid periódicos de contenido pedagógico libertario. Entre 1910 y 1911, se editaron Escuela Libre y La Enseñanza Moderna, del que se publicaron tres números, y La Escuela Moderna. Todos ellos estuvieron dirigidos por Federico Forcada, un maestro procedente de Irún, donde ya había creado una escuela moderna, que se estableció en Valladolid hacia 1910. Gozaron, entre otras, de colaboraciones de profesores formados en la escuela creada por Francisco Ferrer en Barcelona. Fueron los casos de José Casasola, Calderón o el propio Forcada. En 1916, apareció La Idea y, antes, Institución Libre.
Unas publicaciones que se correspondían a la existencia en la ciudad de diversas escuelas laicas, modernas, o racionalistas. Unas de tendencia republicana, como la que habían creado los republicanos en 1893 con el nombre de “La Luz de Castilla” o de inspiración socialista, como la fundada, en 1921, con el nombre de “Universidad Popular Pablo Iglesias” y otras, como la que, en 1913, creó el libertario Miguel Campuzano García, un joven maestro, de apenas veinte años, nacido en la ciudad. Su existencia fue corta, apenas un año, pues no pudo superar la oposición de las autoridades religiosas. Dos años más tarde, en 1915, llegó a la ciudad Luis García Muñoz, Zoais quien tuvo una intensa actividad como maestro en la escuela local y editor de la revista Ideal, que, finalmente, no llegó a salir.
Además, fueron numerosos los contactos con el mundo republicano local. Aunque difíciles, estas relaciones originaron intervenciones de destacados representantes suyos en la creación de escuelas laicas o la celebración de actos culturales. Como los del médico libertario Emiliano Pedrero Mardones, asesinado en julio de 1936, o Emiliano Pineda de la Universidad Popular de Valladolid y corresponsal de la publicación de la familia Montseny, La Revista Blanca. Precisamente, fue en la facultad de Medicina de Valladolid donde estudió Isaac Puente.
La escuela a la que acudió Valeriano Orobón, en la calle Mantería, era sucesora directa de la que había regentado Forcada y que tuvo que cerrar a mediados de 1911 por problemas económicos. Fue el Ateneo Obrero Sindicalista quien tomó la iniciativa de reactivarla a fines de año. Durante 1912 se creó un grupo de apoyo para la apertura de una Institución Libre de Enseñanza. Finalmente, en el local del Ateneo de la calle Mantería, 49-51, las clases se reanudaron durante 1913. Entre sus impulsores estuvieron Mariano Manzano, Pedro Salgado y Ángel Arranz. Dos años después, en junio de 1915, se incorporaron Zoais y, temporalmente, Eusebio Carbó. La actividad del primero fue intensa. No sólo dio clases o impartió ciclos de conferencias para los afiliados al pequeño sindicato cenetista, sino que además se convirtió en el animador de la Federación de Grupos Anarquistas de las Dos Castillas y León.
2. Pragmatismo societario y sindical
Ya se ha dicho que la aparición de la CNT en Valladolid significó, como en otras comarcas del país, la incorporación del movimiento obrero a las corrientes más modernas del momento. Las que se mostraron como la mejor arma de la que disponían los trabajadores para hacer frente al desarrollo del capitalismo nacional. Como quedó demostrado durante la huelga de la Canadiense en barcelona durante los primeros meses de 1919.
Un sindicato que no por pequeño dejó de estar presente en la vida social y económica de la ciudad. Así tuvo una importante participación en la huelga general que paralizó la ciudad el 17 de mayo de 1920. No era la primera. un año antes, en abril de 1919, Valladolid tuvo otra huelga general originada también por la escasez y alza de precios de los productos de primera necesidad ; el cumplimiento de la recién implantada jornada de ocho horas y aumentos salariales.
En su transcurso, igualmente, hubo cierre de comercios, enfrentamientos con las fuerzas del orden público y detenciones. La crisis de las subsistencias que sacudía el país y la resistencia de los patronos a que los trabajadores conservaran las mejoras alcanzadas durante los años anteriores de bonanza económica, diversos conflictos se habían sucedido.
En marzo fueron los de los peluqueros y ferroviarios, el sector obrero más importante en la ciudad. En abril se pusieron en huelga marmolistas, canteros, carpinteros, camareros y panaderos. Finalmente, en mayo, la pretensión de subir diez céntimos el precio del kilogramo de pan, desencadenó un movimiento rechazo que cristalizó en la convocatoria de huelga general para el día 17. Ese día numerosos grupos, sobre todo formados por mujeres y jóvenes, se manifestaron por la ciudad obligando a cerrar el comercio. El Círculo del Recreo fue asaltado. Por la tarde, unas seis mil personas se reunieron en la plaza Mayor para oír al diputado provincial socialista Óscar Pérez Solís Hasta mediados de agosto no finalizó el conflicto, una vez que se llegó a un acuerdo tras numerosos actos de sabotajes y agresiones a esquiroles. La fuerte presencia de los sindicatos católicos y socialistas, lejos de atemperar los conflictos, parece que los radicalizó.
El núcleo anarcosindicalista de la ciudad era pequeño. Valladolid tenía por estos años unos cien mil habitantes, de los que la inmensa mayoría de sus trabajadores lo hacían en los sectores ferroviario, metalúrgico y de la construcción. Por su situación geográfica se había convertido en el centro de control del tráfico de la Compañía de Ferrocarriles del Norte y sede de sus talleres de reparaciones. Del ferrocarril había nacido el impulso industrializador de la ciudad.
Una quinta parte de sus trabajadores, unos cinco mil, estaban ligados al mundo ferroviario, o a su industria auxiliar, como los Talleres de Miguel Prado y de Gabilondo. La mayoría de ellos pertenecientes a la UGT, así como a un sindicato confesional católico. Desde 1913 los socialistas tenían su sede en la calle del Salvador, 6 y editaban el periódico Adelante, que, en 1919, fue sustituido por otro llamado Tiempos Nuevos.
El poco más del centenar de cenetistas pertenecían a oficios ferroviarios, del transporte y, sobre todo, metalúrgico. Además del ramillete de diversas profesiones que formaba la sección de Oficios Varios. Su posición minoritaria y el boicot de la prensa vallisoletana, reducida al conservador El Norte de Castilla y el integrista Diario Regional, hacen difícil seguir las vicisitudes del sindicato confederal.
Los telegramas de los gobernadores civiles de la provincia a sus superiores del ministerio de la Gobernación, que se conservan en el Archivo Histórico Nacional en Madrid, nos proporcionan la imagen de un activo pequeño grupo que, en diversos momentos, inquietan a las autoridades por su posible expansión a pesar de la continua identificación que los periódicos locales hacían entre sindicalismo y terrorismo.
Un ejemplo lo tenemos en las dificultades que el gobernador puso a la legalización de sus estatutos a comienzos de 1920. Pidió instrucciones al ministerio para su autorización alegando que uno de sus artículos, referido a la finalidad revolucionaria de la CNT, era ilegal. Pero sobre todo le preocupaba que la actividad que desarrollaba era muy intensa, celebraban “demasiadas” reuniones y “podían llegar a ser peligrosos” en una ciudad en la que predominaban los socialistas. No llegó a ser el caso. Ni ahora, cuando alcanzó el centenar de afiliados en su mejor momento, ni durante la Segunda República.
Tras el golpe de Estado de Primo de Rivera, las autoridades no tuvieron que suspender al sindicato cenetista. Durante el otoño de 1923 y 1924 bastó la presión fiscalizadora del gobernador para que fuera menguando en sus efectivos hasta los apenas 45 de octubre.
Tras la proclamación de la Segunda República la CNT vallisoletana participó del desarrollo que experimentó el anarcosindicalismo en todo el país. Así, en el congreso de Zaragoza en 1936 fue casi un millar de afiliados los que estuvieron representados.
Hemos visto, por tanto una intensa actividad, minoritaria en el conjunto de ka ciudad pero continuada en el tiempo. Fue esta continuidad societaria y sindical y de centros educativos la de está detrás de que en la ciudad castellana nacieran y se formaran algunas de las más destacadas figuras del anarcosindicalismo español.
3. Figuras del movimiento obrero nacional
Toda esta actividad tiene nombres. Los de los militantes que a los largo de estas décadas representan estos esfuerzos de los que hemos hablado. Incluso, en el caso de Valladolid proporciona un número de figuras destacadas superior a su importancia numérica. No me voy a referir a Valeriano Orobón Fernández porque ya mañana lo haré de forma monográfica. Ahora me voy a centrar en otras que quizás hoy sean mucho menos conocidas aún.
En el congreso de 1870 estuvo presente en Barcelona Francisco Cea García. Su importancia no radica en que fuera el tío materno de Ricardo Mella, una de las principales figuras del colectivismo español, sino en su papel de fundador de la AIT en Valladolid e intervenciones en ese congreso en el que defendió el dictamen apolítico y rechazó todo tipo de política en beneficio de la revolución social.
Siguiendo cronológicamente no se pueden dejar de citar las figuras de Indalecio Cuadrado Rodríguez y Ernesto Álvarez.
El primero un joven que, con apenas 20 años, encabezó la comisión federal de la FTRE que residió en Valladolid a mediados de la década de los años ochenta del siglo XIX. Forjado en esta ciudad tuvo después una importante actividad en Cataluña. Fue editor de El Productor, uno de los periódicos anarquistas más importantes del momento. Masón y colectivista es un claro ejemplo de este primer societarismo y de cómo el internacionalismo extendió sus raíces de forma profusa más allá de la naciente clase obrera española hasta sectores de la burguesía que mantenían los ideales revolucionarios. Tipógrafo de profesión fue un avezado polemista por medio de sus artículos en la prensa ácrata que le llevaron a prisión. Colectivista terminó emigrando a la Argentina donde continuó con su militancia anarquista, fue encarcelado, hasta que abandonó sus planteamientos para convertirse en editor de periódicos moderados.
El segundo fue uno de los más destacados propagandistas ácratas de estos primeros años de societarismo obrero. Muerto en la población gaditana de La Línea en 1903, a su entierro acudieron miles de personas. Como ha escrito Miguel Íñiguez en su Enciclopedia, su labor se desarrolló esencialmente en Madrid donde contó con la amistad de Serrano Oteiza y Azorín e inspiró a Pío Baroja uno de los personajes de Aurora roja. Uno de los introductores de la lucha por la jornada de ocho horas. Vivió también e Barcelona y a fines del siglo XIX marchó a Andalucía a dirigir una escuela. Trabajó de tipógrafo en el periódico republicano madrileño El País y director, redactor y colaborador de los periódicos libertarios más importantes. Escribió una de las primeras obras sobre los asesinatos de Chicago y traductor de Bakunin.
El relevo de esta primera generación lo tomaron militantes como Miguel Campuzano García. Un joven y brillante maestro que fundó la escuela laica de comienzos la década de los diez. Aunque su militancia anarquista no la comenzó hasta la década de los años veinte en Cataluña, syu formación librepensadora y escuela es uno de los elementos más importantes para la formación del anarcosindicalismo vallisoletano. Como en otros tantos casos, Campuzano no regresó a su ciudad natal. Ejerció de maestro por Cataluña, en la Escuela de San Feliú de Guixols, y en el Levante, en Valencia. Marchó al exilio en 1939 y se afincó en Venezuela donde tuvo una destacada carrera periodística.
Otro militante nacido en Valladolid fue Evelio Boal. Científico de la organización lo ha llamdado Buenacas, fue secretario nacional de la CNT y murió asesinado en Barcelona el 18 de junio de 1921. Pertenecía al sindicato de gráficas barcelonés, se dedicó al teatro, fue actor, y dirigió el grupo artístico del centro obrero de la calle Mercaders donde se representaron obras de Guimerá, Rusiñol, Iglesias e Ibsen. Detenido en enero de 1919 con otros miembros del CN se le liberó a causa de su débil salud y se hizo cargo de la secretaría, llevando a cabo una enorme labor que se le agradeció en el Congreso 1919 confirmándosele en el cargo aunque no faltaron críticos (sobre todo por haber acompañado a Quemades y Seguí en 1920 a Madrid para formalizar un pacto con UGT contra la represión) posteriormente. Viajó a Portugal para buscar aliados sindicales. En el pleno de Tarragona defendió el apoyo a la huelga de Riotinto. En el comité de huelga de la Candiense por el comité nacional.
Finalmente unas palabras referidas a Pedro Orobón Fernández. Hermano menor, y al menos sino más inteligente, de Valeriano. Exiliado de la ciudad en los años veinte a Francia, regresó a ella tras la proclamación de la Segunda República. Murió en Madrid en 1937 en el transcurso de un bombardeo.
Conferencia Movimiento libertario en Valladolid.1869-1939 impartida por José Luis Gutiérrez Molina, doctor en Historia durante las Jornadas libertarias CGT.
Valladolid 2006. Grupo memoria libertaria Valladolid.
Nota : En breve publicaremos una galería de imágenes de las Jornadas