Contribuyó al proyecto para la Ciudad Universitaria de Caracas e hizo las ilustraciones para la traducción inglesa de ’Platero y yo’, de Juan Ramón Jiménez, y en 1984 consiguió el Premio Nacional de Artes Plásticas de España.
Su cuerpo está enterrado en el Cementerio de Montparnasse, en la capital gala, y Zamora alberga un museo dedicado a su memoria, que en breve debería ser trasladado al Castillo de la ciudad, cuando acabe la rehabilitación que está llevando a cabo Rafael Moneo.
Desde muy pequeño ya mostró aptitudes para el arte, y gracias a una beca que obtuvo en 1927 pudo continuar su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, donde también asistió a las clases de Círculo de Bellas Artes, especializándose en la talla directa de la madera y el mármol. Durante estos años descubrió con admiración la obra de los grandes artistas españoles del momento : Picasso, Dalí, Miró o Gargallo.
Algunas de sus obras de la época parisina son ’Ídolo’ (1941) y ’Campesina’ (1942), para continuar por caminos de creciente abstracción y depuración de las formas, indagando en el desnudo femenino. Este interés se tradujo en una iconografía repleta de ’bañistas’ y ’maternidades’, y más tarde en los centauros y las ninfas.
Así, a partir de los años 50 Lobo, ya maduro, utiliza un lenguaje propio e inequívoco que aúna en sus esculturas la rotundidad de volúmenes con una gran perfección en el modelado de las formas, especialmente elocuente en las piezas realizadas en mármol y bronce pulidos, en las que el escultor aprovecha la plasticidad táctil y luminosa del material hasta obtener obras radiantes, dotadas de una bellísima y oscilante transparencia interior. Algunos ejemplos son ’Levante’ (1962) y ’Al Sol’ (1970).
El sentido monumental de su obra alcanza su plenitud con dos esculturas urbanas basadas en desnudos masculinos : ’A los españoles muertos por la libertad’ (1948), monumento en piedra que se levanta en Annecy, y ’El homenaje al poeta León Felipe’ (1983), bronce que se encuentra en Zamora.
Aunque su obra viajó por todas las capitales europeas importantes en el mundo del arte en aquella época, no fue hasta 1960, cuando el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid le organiza una retrospectiva, que el escultor zamorano pudo reencontrarse con su público. En la década de los 80 se estrecharon sus lazos con la tierra que le vio nacer, y en 1984 celebró su primera exposición en Zamora y, dos años después, la VIII Bienal de esta ciudad le dedicó una sala especial en homenaje a su fructífera trayectoria artística
Su reconocimiento internacional se tradujo también en numerosos premios y distinciones, como el Premio André Susse de Escultura (1958), el Premio Jacques Lenchener (1974), el Premio Oficial de las Artes y las Letras (Francia, 1981), la Orden Andrés Bello del Gobierno de Venezuela (1989) y la Medalla de Oro Susse Fréres Fondeul. Los galardones en España llegarían necesariamente tras el cambio político : el Premio Nacional de Artes Plásticas de 1984 y el Premio de Castilla y León de las Artes de 1985.
La muerte le sorprendió en París a los 83 años, cuando estaba preparando, en colaboración con diversas entidades públicas y financieras, un ambicioso proyecto museográfico para la exhibición y estudio de su obra.