FECHA

Mª. Victoria Trigo. A Puerto Viejo setenta años después
Aunque algunos siguen obstinados en imponer el olvido, sólo consiguen lo contrario, es decir, reforzar la reivindicación de que la historia se escriba y se lea con todas las páginas, con todas las líneas. Dicen los viejos que en este país hubo una guerra, cantaba el grupo Jarcha en su Libertad sin Ira… Pero tras la guerra llegó la sangre menos visible de la posguerra. Y esa sangre que lloraba piel adentro, esa sangre amordazada de esconder tricolores, hablar en voz baja, sintonizar Radio Andorra a hurtadillas y digerir el No-Do salvacionista de pantanos y polos de desarrollo, se reconvirtió a democracia de tabla rasa en una transición que todavía hoy se califica como irreprochable.

Por supuesto que fue irreprochable. Irreprochable para los verdugos, a quienes indultó moralmente echando borrón en sus crímenes. Irreprochable en su generosidad al perdonar a quienes no pidieron perdón. Irreprochable en su cortina de humo de obedecer al dictador en el designio de la sucesión.

¿Hasta cuándo y hacia dónde vamos a seguir transitando así ? ¿Es mucho pedir que, sin afán de revancha, se condenen en España los actos contra la humanidad cometidos en este territorio ? ¿No puede aplicarse el mismo rasero que se utiliza para calificar otras dictaduras ?

Han transcurrido setenta años de aquellos pasos amargos de quienes con el miedo hacia lo venidero y el horror de lo ya vivido, salieron del valle de Bielsa para, en muchos casos, no regresar jamás. Setenta años de fotografías familiares heridas de muerte, de piedras caídas que no volvieron a ser hogar para sus dueños. Setenta años de lo que no debe repetirse, pero tampoco se puede ocultar. Aquello existió y ninguna paz de pacotilla puede negarlo ni obstaculizar la restitución de la dignidad a las victimas y sus descendientes.

No se trata de hurgar en dolores fosilizados a fuerza de silencio. Se trata de reconocer los derechos de quienes envejecieron sin haber sido niños. Se trata de que la sociedad, si verdaderamente apuesta por una democracia adulta, exija el principio de igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, sin castas privilegiadas ni cunas de sangre azul hereditaria. Se trata de que la verdad aflore sin estridencias. Y el único modo es mirar al pasado serenamente, sin telarañas unificadoras y tercas en equilibrar aquella balanza donde unos pusieron paredón, garrote vil y extorsión y otros, sin justicia que les amparase, hubieron de sufrir todo aquello.

Setenta años después, el domingo día 8 de Junio vamos a volver a Puerto Viejo. Vamos a volver en nombre de la paz, pero también de la memoria. Vamos a volver para recuperar huellas y voces y para decir a Aragón y a España que ha llegado la hora –hace mucho que tenía que haber llegado- de concluir este absurdo trayecto de medias tintas y doble moral.

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