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Aquel 28 de marzo de 1939. La muerte de Mauro Bajatierra
bajatierra y seguí

El Obrero/Julián Vadillo

Rescatamos aquí las últimas horas de vida de Mauro Bajatierra en boca de tres personajes que le conocieron: Eduardo de Guzmán, José García Pradas y Ángel Samblacat.

https://elobrero.es/cultura/historia/63891-aquel-28-de-marzo-de-1939-la-muerte-de-mauro-bajatierra.html

El 28 de marzo de 1939 las tropas franquistas tomaron la capital de España tras tres años de asedio y resistencia por parte del pueblo de Madrid. La democracia republicana quedaba liquidada y daba paso a una dictadura que no tuvo piedad con sus enemigos.

Entre las primeras víctimas que el fascismo provocó en Madrid se encuentra la de Mauro Bajatierra Morán, el panadero y periodista anarquista que había marcado la historia del movimiento obrero y libertario madrileño en el primer tercio siglo XX. Impulsor de sociedades obreras, militante obrero abnegado, maestro masón, fundador de la FAI y prolífico escritor, Bajatierra fue acribillado en la puerta de su casa, en la calle Torrijos, el mismo 28 de marzo de 1939.

Mauro Bajatierra (primero por la derecha) con Salvador Seguí (con maletín), y otros anarcosindicalistas (primeros días de octubre de 1919).

Rescatamos aquí las últimas horas de vida de Mauro Bajatierra en boca de tres personajes que le conocieron: Eduardo de Guzmán, José García Pradas y Ángel Samblacat.

Eduardo de Guzmán y La muerte de la esperanza

En el libro escrito por este periodista, militante de la CNT, integrante del consejo de redacción de La Tierra y director de Castilla Libre durante la Guerra Civil, nos narra su experiencia con Mauro Bajatierra poco antes de que este fuese asesinado por el fascismo.

Según Guzmán, intentó que Bajatierra partiese con él en coche hasta los puertos de Valencia y Alicante, pero este se negó por considerarse viejo y ver como la derrota era su derrota personal:

-Soy viejo y me siento cansado –dice Mauro hablando con lentitud-. Había puesto todas mis ilusiones en la gesta heroica del pueblo español y el desastre final me hunde moral y materialmente. ¿Cuándo tendrá el proletariado español y los hombres libres del mundo una oportunidad como la que hemos perdido? Lo ignoro, pero tengo la dolorosa certidumbre que no viviré para verlo1.

Y concluye Guzmán:

Cojo la maleta y se la tiendo a uno, que se apresura a meterla dentro del camión. Me vuelvo entonces a Bajatierra. Está gordo y torpe en movimientos a causa de la edad. Quiero ayudarle a subir, auxiliado por muchas manos que desde arriba quieren izarle.

-Sube tú; yo me quedo. Prefiero acabar aquí a morirme de asco y vergüenza en cualquier otro rincón del mundo.

Trato de convencerle de que tiene que venirse con nosotros, que lo que sea de uno será de todos y que es tonto quedarse en Madrid para que le maten. Arguyo incluso que puede ser todavía útil a la causa de todos en Francia o América.

(…) Con un esfuerzo logro subir. Cuando lo hago veo a Bajatierra en el centro de la calzada.

-¡Salud y suerte, compañeros! ¡Viva la anarquía!

(…) Asiento con un movimiento de cabeza, fija la mirada en la figura de Mauro, que empequeñece en la lejanía2.

José García Pradas, director del CNT

Otra visión de los últimos momentos de Bajatierra la ofrece José García Pradas, militante de la CNT de Madrid y director del periódico CNT. Según García Pradas se encontró con Bajatierra en la sede del Comité de Defensa de la CNT y pasó lo siguiente:

Mi pintoresco y bravo corresponsal de guerra, Quijote de las más raras aventuras, vencía en aquel momento su ancianidad con su espíritu esforzado, y al encontrarme, arengado íntimamente por un “¡Que no se diga!” del pundonor, engalló más que nunca su airada traza de mosquetero.

-¡Venga viejo! -le dije- ¿Qué haces aquí? Se acabaron tus crónicas de guerra. Vete al local del sindicato, que de allí saldrá la gente para Valencia.

Quiso decirme algo y no pudo. Me abrazó en silencio, y al marcharse con paso vacilante, vi que se limpiaba a manotazos las lágrimas caídas en la pelambre hirsuta y cana de su mostacho gascón3.

Sea una u otra visión la veraz (o ambas a la vez), la posición de Mauro Bajatierra fue la de no abandonar Madrid.

Ángel Samblancat y su Caravana Nazarena

Este diputado de la extrema izquierda republicana y muy cercano al anarquismo reivindicó en su obra la figura de Mauro Bajatierra, de la siguiente forma:

Y causó estupor el coraje másculo de Mauro Bajatierra, que cuando el Latriofascio entró en Madrid ante un pueblo atónito en que hasta los niños lloraban y se mordían de rabia los puños, se atrincheró en su casa poniendo en acción la máxima de Blanqui, tan cara a Mussolini, “el que tiene hierro tiene pan”, esperó a los follones arma al brazo, no dejando de disparar contra ellos hasta que cayó inánime y con el forro hecho una criba4.

La muerte de Bajatierra

Resistiendo en su casa (como visión más romántica) o acribillado a balazos en la puerta de la misma, Bajatierra fue una de las primeras víctimas del fascismo en Madrid. El día 29 de marzo su cuerpo fue encontrado en un garaje cercano a su casa, en la calle Marques de Ahumada. Su certificado de defunción es una mezcla de tragedia y bravuconería de los vencedores, que dieron como causa de la muerte de Bajatierra “un síncope”.

La pluma del periodismo obrero anarquista militante, el panadero de la anarquía, cayó bajo el plomo liberticida de los vencedores. 

1Guzmán, Eduardo de. La muerte de la esperanza, G. del Toro editor, Madrid 1973, p.228.

2Ídem, p.232-233.

3Cuadernos de la Guerra Civil. Consejo Nacional de Defensa, Fundación Salvador Seguí, Madrid 1989, p.128.

4Mañá, Gemma – García, Rafael – Monferrer, Luis – Esteve, Luis A. La voz de los náufragos. La narrativa republicana entre 1936 y 1939, Ediciones de La Torre, Madrid 1997, p.404.

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