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La memoria histórica del anarquismo español reposa en Ámsterdam
amsterdam

El País/Isabel Ferrer

El International Institute of Social History guarda el archivo de la CNT-FAI y también los de la resistencia antifranquista y la editorial Ruedo Ibérico. Entre los fondos ha aparecido la orden de viajar a Madrid recibida por el líder anarquista Durruti antes de morir y cartas de Pío Baroja

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La historiadora española Almudena Rubio, una de las investigadoras del IISH, trabajando el pasado mayo en los documentos de la Guerra Civil española.

La historiadora española Almudena Rubio, una de las investigadoras del IISH, trabajando el pasado mayo en los documentos de la Guerra Civil española.Marc Driessen

Parte de la memoria de la Guerra Civil española (1936-1939) y el anarquismo se conserva en los Países Bajos, en concreto en el International Institute of Social History (IISH), de la capital neerlandesa, fundado en 1935, y que atesora el archivo histórico de la CNT-FAI —las conocidas como 47 cajas de Ámsterdam— junto con una extensa colección sobre el activismo obrero y los movimientos sociales. Sacado de España para evitar que Franco lo reclamara durante la contienda o en años posteriores, entre los más de 20 kilómetros de estantes del instituto figura la orden de viajar a Madrid dada por el propio sindicato en 1936 al líder anarquista Buenaventura Durruti. Allí caería después en extrañas circunstancias. El IISH guarda también los archivos de la resistencia antifranquista y de la editorial Ruedo Ibérico, los de sindicalistas y feministas libertarias, cartas originales del escritor Pío Baroja, así como miles de imágenes de la contienda que se creían perdidas. Entre estas, las captadas por las fotógrafas Margaret Michaelis y Kati Horna, cuya atribución fue posible gracias a la labor de la historiadora española Almudena Rubio. Es el legado de una situación extrema puesto a disposición de los investigadores.

 

La nota sobre Durruti, firmada por los comités regionales de la CNT-FAI, estaba fechada el 9 de noviembre de 1936, sin sellar, y ordena “que el compañero Durruti, sin más dilación parta para Madrid (…) para intervenir decididamente en la defensa de la capital de España”. Según Almudena Rubio, que ha recuperado esta circular, es la prueba documental de que “la cúpula de la Confederación Nacional del Trabajo y la Federación Anarquista Ibérica estaba detrás de aquella decisión, mientras que Durruti quería tomar Zaragoza”, explica en una videollamada.

 
 

Cartas de Pío Baroja a Ada Martí Vall. Marc Driessen

Añade que no todas las órdenes de la CNT-FAI iban selladas, y había un distanciamiento entre el sindicato y sus bases, “pero parece que se consideró a Durruti imprescindible para la lucha antifascista en la capital”. Al desviar al leonés de su idea original, “salían beneficiados los comunistas, que tomaban ya posiciones en Madrid, y Stalin, que estaba en contra de la revolución social perseguida por Durruti”, apunta. Los firmantes indican “las posibilidades enormes de éxito [de nuestros camaradas] si les llega nuestra ayuda”, y apelan al “anhelo del pueblo de Madrid, que nos reclama”. La realidad fue bien distinta. Durruti murió de un balazo días después de llegar y hay varias teorías sobre lo ocurrido. Su chófer, Clemente Cuyás, dijo en 1993 que había sido víctima de un disparo fortuito de su propio fusil y el sindicato exigió silencio a los testigos. Otras versiones hablan de su muerte en combate o por la bala de un traidor.

La llegada a los Países Bajos del archivo de la CNT-FAI fue convulsa. “Cuando en 1939 se vio que el bando republicano no ganaría la Guerra Civil, representantes del sindicato lo llevaron a la sucursal que tenía en París el IISH. Lo hicieron en calidad de particulares, para evitar que el nuevo Estado fascista pudiera reclamarlo después por ser de una organización española”, explica Leo Lucassen, su director de investigación, en otra videollamada.

Nota de la CNT-FAI ordenando la marcha de Durruti a Madrid.Marc Driessen

Poco antes del estallido de la II Guerra Mundial, el archivo parisino fue trasladado al Reino Unido y regresó a Ámsterdam en 1947. Cerrado durante tres décadas, hasta la muerte de Franco, en los años ochenta fue ordenado y se hizo inventario. Lucassen subraya que la Guerra Civil española generó ideas a escala internacional cuyo efecto es indiscutible: “Prueba de ello es que entre las Brigadas Internacionales hubo centenares de holandeses comprometidos en una lucha presentada como ejemplar: entre el bien y el mal”. La vuelta a los Países Bajos de este grupo fue muy dolorosa y supuso casi su muerte civil. “Se quedaron sin pasaporte por haber luchado para una fuerza extranjera. Eran vistos como unos traidores a su patria, pero también como un icono libertador”, apunta. La nacionalidad les fue devuelta en 1970, y Ámsterdam les dedicó en 1986 un monumento en una plaza llamada Spanje (España) 1936-1939.

Las cartas de Baroja

Entre la abundante correspondencia española conservada hay tres cartas originales del escritor Pío Baroja. Incluidas en el Archivo de la Resistencia Española, que recoge documentos hasta 1974, están dirigidas a Concepción Martí Vall (Ada Martí). Era una escritora y periodista anarquista que le admiraba, aunque más tarde se distanció porque le parecía que Baroja había traicionado el carácter social de sus primeras obras. Fechadas en 1936, cuando ella tenía 21 años y él 64, parecen un intercambio entre un idealizado profesor y su alumna, y Baroja le confiesa su pasión de “vivir para escribir, escribir para vivir”. Al mismo tiempo, le dice cosas como esta: “Yo ya no necesito brújula porque estoy anclado en el puerto. Usted sí es la que debe estar atenta a la aguja de marcar”. Encontradas por la misma experta española, fuentes del Ateneu Enciclopèdic de Barcelona, que tiene una fotocopia de estas misivas, indican que desconocían la presencia de los originales en Ámsterdam.

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El centro holandés acoge, por otro lado, el archivo de Ruedo Ibérico, la editorial fundada en París en 1961 por cinco refugiados españoles de la Guerra Civil. Ahí estaba el manuscrito de Viaje al Sur, el libro que los editores le encargaron a Juan Marsé. Supuestamente desaparecido, el escritor recordó que lo había titulado Andalucía, perdido amor con el seudónimo de Manolo Reyes, y fue publicado tras su muerte, en 2020, por Lumen.

Un archivo de archivos

Fundado en 1935 por Nicolaas Posthumus (1880-1960), un profesor holandés de Historia Social y Económica, el IISH se ha convertido en un archivo de archivos —hay papeles de Marx, Engels, Bakunin o la anarquista Emma Goldman— con un millón de libros y publicaciones, 5.400 colecciones y 1,5 millones de piezas de material audiovisual. “A Posthumus le interesaban las raíces intelectuales de las ideas anarquistas y socialistas, liberales o democristianas. Hacia 1930, cuando los movimientos de la izquierda estaban amenazados en Europa por el fascismo y el nacionalsocialismo, empezó a recibir documentos de organizaciones sociales. Sacados muchas veces de forma clandestina de los países de origen, él mantuvo la independencia del nuevo centro”, señala Leo Lucassen. Con el tiempo, “colecciones enteras de publicaciones de izquierda de países latinoamericanos como Argentina y Bolivia, nos han sido confiadas”, añade. Un patrimonio que sigue llegando hoy desde otros lugares donde persisten conflictos similares.

La historiadora Rubio espera presentar una exposición en 2022 con el material de la Guerra Civil de la fotógrafa húngara Kati Horna, y de su colega de origen polaco, Margaret Michaelis, recuperado a partir de 2015. El sindicato les encargó el testimonio gráfico de la revolución social que pretendía implantar, y las fotos estaban en el archivo fotográfico de las oficinas de propaganda exterior de CNT-FAI, incluido en las cajas de Ámsterdam.

Milicianos de la Columna Ascaso, en Banastás (Huesca), en  1937.

GALERÍA | El archivo de Kati Horna sobre la Guerra Civil

REPORTAJE | La guerra perdida de Kati Horna

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