Público/Guillermo Martínez
Esta organización anarquista intentó remover las conciencias de un efervescente proletariado siempre al lado de la CNT, su organización hermana. Las actas de sus plenos y asambleas, documentadas por el historiador Julián Vadillo, aportan luz a una historia repleta de oscuridad y desinformación.
Reuniones secretas, oscuridad, atracos y terrorismo. Todas estas etiquetas maridan bien con lo que popularmente se asocia a la Federación Anarquista Ibérica (FAI), apenas esbozada en la mayor parte de los libros de historia y que se recuerda como esas tres letras que acompañaban durante la Guerra Civil en carteles y vehículos a otras algo más reconocidas, aquellas que denominaban a la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT. Si poco se sabe del funcionamiento de las organizaciones libertarias debido al ostracismo que han sufrido por algunas historiografías, menos se conoce de la organización que desde la perspectiva social pretendía agitar las conciencias de los trabajadores, muchas de ellas ya revolucionadas en el campo laboral de la mano de la central anarcosindicalista.
Julián Vadillo echa por tierra la mayoría de los planteamientos expuestos hasta la fecha que explican a la federación en su libro de reciente publicación Historia de la FAI. El anarquismo organizado (Catarata, 2021). La monografía suple así un hueco histórico que se completa con cinco capítulos y un epílogo que transitan entre los antecedentes de la organización hasta su estadio actual, pasando por una primera dispersión de grupos anarquistas, su estado durante la Dictadura de Primo de Rivera, y su actuación en la Segunda República y el Franquismo.
Aquel 1927, año de fundación de la FAI, se tornó algo convulso en España dando cierta excepcionalidad a la creación de una federación de estas características: la dictadura de Primo de Rivera provocó que muchos libertarios tuvieran que exiliarse, aunque el carácter transnacional de la FAI hace ineludible mirar hacia Portugal, donde un año antes se había producido el golpe de Estado que tiempo después se convertiría en una larga dictadura por parte de Salazar. “Agitación, acción y propaganda fue el esquema seguido por parte de los grupos que integraban, independientemente entre sí, la FAI”, comienza a explicar Vadillo, doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid.
Vadillo: “Querían lograr la revolución cultural e individual”
La transnacionalidad de la FAI llegaba hasta latitudes de Latinoamérica, Francia, el norte de África y Estados Unidos. A todos estos grupos les unía una única misión: ellos, que defendían abiertamente las ideas anarquistas, tenían que darlas a conocer. ¿Cómo? “La propaganda no es solo repartir folletos, sino organizar charlas culturales, manifestaciones, mítines, crear ateneos y editar periódicos”, responde el autor, quien apunta que en el mejor de los casos sus militantes no alcanzarían los 10.000 en la Península, la mayoría de ellos afiliados también a la CNT. Según Vadillo, “querían lograr la revolución cultural e individual tan importante en un periodo que veían como prerrevolucionario“. Después, el tiempo les daría la razón.
El fantasma de la ortodoxia frente el reformismo
La influencia del anarquismo en España durante los años 20 y 30 del siglo XX fue algo indiscutible. Miles de trabajadores militaban en sus organizaciones mientras sus periódicos, como el órgano de expresión de la FAI, Tierra y Libertad, salían a la calle con tiradas que se contaban por decenas de miles. “La FAI canaliza toda esa expresión libertaria que bullía en la sociedad a través de sus grupos de afinidad ligándose mediante una trabazón a su organización hermana, la CNT”, agrega el también profesor de la Universidad Carlos III de Madrid como resumen de lo que expone en su publicación.
No se había proclamado la Segunda República cuando se dieron las primeras informaciones negativas en torno a esta organización. Falsas. “Hay toda una historiografía que defiende que intentaron controlar a la CNT como forma de salvaguardar las esencias ideológicas, así que determinadas visiones hablan de un anarquismo ortodoxo frente a un hipotético intento de reformismo. Eso no se sostiene bajo ningún concepto si se consultan las fuentes primarias”, continúa relatando el experto en la historia del movimiento obrero.
Así se refiere Vadillo a la denostación que enfrentó la Federación Anarquista: “Se dice que los de la FAI eran los más violentos del anarquismo, pero tampoco es cierto. El trabajo conjunto con la CNT estuvo vertebrado en los Comités de Defensa Nacional, donde sí practicaban la acción directa en conflictos laborales, incluso se preparaban para la lucha armada, pero también en los Comités Propresos y los Comités Revolucionarios. De todas formas, la FAI llega a condenar los atracos que se estaban produciendo en nombre del anarquismo por personas que no estaban ligadas con la organización; al igual que fueron tajantes a la hora de evitar la violencia injustificada en la retaguardia republicana”.
Colaborar con la República, ¿un error?
A pesar de que la FAI no era un ente unívoco sino de gran diversidad, “siempre intentó que los errores del anarquismo recayeran en ella y no en la CNT”, aduce el escritor. Entre esos errores se encuentran, tal y como expresaron en su momento y duramente diferentes grupos que conformaban la Federación, la colaboración con el Gobierno republicano durante la Guerra: “Ni siquiera eso fue visto de forma mayoritaria como un error si se tienen en cuenta algunas de las personalidades más influyentes del momento: Cipriano Mera participó en la FAI desde los inicios de la República y adoptó la colaboración militar; Mauro Bajatierra fue, incluso, uno de sus fundadores, y llegó a formar parte del comisionado de Guerra; y Melchor Rodríguez, conocido como el Ángel Rojo por los propios fascistas, también militó en la FAI y adoptó la posición colaboracionista”.
La FAI sería perseguida por la Ley de Responsabilidad Política del franquismo
La Guerra Civil modificó la estructura inicial de la Federación, una organización alegal pero cuyos grupos eran tolerados. En 1937 se inscribieron como asociación: “Se convierte en un partido político, entra en el Frente Popular y pasa de ser una organización de grupos a una más regional. De hecho, la Federación aparece en el listado de colectivos perseguidos por la Ley de Responsabilidad Política del franquismo”.
Nombres de estos grupos de afinidad, como Luz, El reflejo libertario, La eterna llama, El vencedor, Los iguales, Acracia y Gran bohemia, dejaban entrever las reminiscencias evocadoras del espíritu de sus componentes. “Lo mismo sucede con la Unión Anarquista Italiana y la Francófona. Muchas denominaciones hacían mención a hechos históricos, como los Mártires de Chicago o Espartaco, y también a antiguos militantes o referentes como el grupo Bakunin o Proudhon”, señala el propio Vadillo.
Condena explícita de los atracos
Aunque acciones como atracos y atentados se han asociado al anarquismo en general, y a la FAI en particular, el historiador reconoce que es una visión equivocada de lo que sucedió en aquellos años: “Es innegable que cualquier organización política utilizó la violencia, pero no deja de salirse de lo normal en un contexto de lucha. La FAI participa en la insurrección obrera de 1934, por ejemplo. Incluso en enero de 1936 llegan al acuerdo de que deben estar preparados para un hipotético golpe de Estado, lo que se materializaría en la constitución de milicias armadas de defensa. Al fin y al cabo, la FAI tenía su cuota de responsabilidad en ese contexto de violencia política al ser un organismo más, pero ni mucho menos toda la responsabilidad”.
De hecho, la FAI acordó expulsar a todos aquellos militantes que llevaran a cabo atracos porque “deshonraban a la organización”, tal y como recogen las actas de aquel pleno. “La FAI llega a fusilar a uno de sus militantes en Barcelona al comprobarse los atropellos que ha efectuado en la retaguardia republicana y Melchor Rodríguez frena las sacas de presos de Paracuellos en las que, según las investigaciones, también participaron otros militantes anarquistas”, ejemplifica Vadillo antes de agregar que “siempre se ha dicho que hay unas ideologías serias y responsables en las que no se engloba el anarquismo, cuando no es verdad ya que, entre otras cosas, ellos también se preocuparon por la violencia en la retaguardia y motivaron a las potencias internacionales a apoyar la causa al saber que, si la República perdía, el fascismo sería el vencedor”.
El historiador no elude hablar de los atracos que se perpetraron en nombre del anarquismo: “Había grupos específicos englobados en la FAI, otros grupos anarquistas que no veían necesario federarse y luego los grupos de acción, que no tenían ningún tipo de relación orgánica ni con la FAI ni con la CNT y que sus actuaciones no tienen nada que ver con el entorno de la agitación política y sindical. La historiografía ha tendido a mezclarlo todo sin tener en consideración los fines y realidades que de cada grupo específico. No podemos olvidar que la FAI eran decenas de grupos repartidos por la Península Ibérica con unas situaciones, en ocasiones, diferentes entre sí; de ahí la necesidad también de una lectura regional, pues no es lo mismo el análisis de los grupos de la FAI en Asturias, que en Barcelona, que en Madrid, ante un mismo suceso”.
El paso del tiempo ha reducido la influencia de esta organización histórica, aunque no la ha hecho desaparecer. Actualmente, la Federación se mantiene vigente tanto en España como Portugal con la misma estructura que la vio nacer en 1927, sigue editando su periódico mensual, Tierra y Libertad, y participa en actos y congresos internacionales. “Aunque minoritaria en el territorio, la FAI continúa su actuación, por lo que la historia de esta organización aún está inconclusa”, cierra Vadillo el libro.