Rebelión
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El 2 de julio de 1977 tuvo lugar el mayor mitin de la Transición española. Más de de 250.000 personas se congregaron en Montjuïc (Barcelona), en un acto público convocado por la CNT. Quince días después, las Jornadas Libertarias Internacionales de Barcelona superaron esta cifra, al reunir a unas 500.000 personas en el Parque Güell. En esas fechas, el verano de 1977, la organización anarcosindicalista contaba con cerca de 340.000 afiliados, que disminuyeron a 29.300 en diciembre de 1979. ¿Qué ocurrió durante estos dos años y cuatro meses? Es la cuestión que trata de aclarar el documental “El tiempo de las cerezas. 1977-1979, eclosión libertaria”, dirigido por el realizador Juan Felipe y presentado en el Centre Octubre de Valencia.
“El tiempo de las cerezas” hace referencia a una canción de amor convertida en himno durante la Comuna de París (1871). Producida por “Zer Ikusi A” en colaboración con la CGT, la Fundación Salvador Seguí y la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, la película estrenada en 2015 “no es complaciente con el anarcosindicalismo”, advierte el director. Se presentan al espectador 19 testimonios (“19 pequeñas verdades”) de militantes anarcosindicalistas, libertarios y activistas del ámbito cultural. Juan Felipe no propone en el filme una visión hermética, ni plantea respuestas cerradas al espectador. De hecho, presenta una mezcla de voces y memoria, incluso contradictorias a veces entre los mismos activistas.
De su investigación sobre la “eclosión libertaria”, el director resalta la “generosidad a título individual” de quienes participaron en la experiencia, más allá de las siglas o de los “errores de bulto” que se cometieron. Reconoce que por razones de edad no ha vivido directamente las pugnas internas del anarcosindicalismo, pero extrae una conclusión general: “Si hay cinco libertarios, encontramos –afortunadamente- otras tantas visiones libertarias, y diferentes, del mundo”. No se trata de la primera aproximación a la historia del movimiento libertario de Juan Felipe. En 2011 realizó el documental “Indomables. Una historia de mujeres libres”, sobre la organización anarcosindicalista y feminista “Mujeres Libres”, que desplegó su actividad en el estado español entre 1936 y 1939 y que alcanzó la cifra de 20.000 afiliadas.
Cuando empezó a rodar “El tiempo de las cerezas”, el director partió de la idea de que la CNT, y el anarcosindicalismo, “lo eran todo”. Sin embargo, recabando testimonios llegó a la conclusión de que el movimiento libertario transcendía en mucho la cuestión laboral. Su propósito inicial era explicar qué ocurrió en el V Congreso Confederal de la CNT, celebrado en Madrid en diciembre de 1979, en el que se produjo la escisión del sindicato, pero después cambió la perspectiva. Con la primera idea quedaba fuera la eclosión de iniciativas libertarias durante la Transición, que en parte el realizador explica por “ese punto más rebelde y correoso que tenemos en el Mediterráneo y la Península Ibérica”. Preguntado por el presente del movimiento libertario, Juan Felipe sostiene que se da “un peso muy potente de la historia que nos impide caminar; mucha gente todavía mira, hoy, a 1936, cuando las circunstancias han cambiado; me parece que no somos capaces de mantener nuestro ADN político y al mismo tiempo avanzar”.
El documental de 70 minutos comienza con un primer bloque de testimonios en torno al panorama de la izquierda durante los estertores del franquismo y los albores de la Transición. Pepe Ribas, fundador de la revista contracultural “Ajoblanco” comenta que proliferaban las corrientes marxistas, “autoritarias y jerárquicas”, “pero nosotros pretendíamos un mundo abierto, también buscar, ir definiéndonos a través de lo que nosotros mismos vivíamos, no que nos dijeran qué teníamos que hacer y cómo debíamos pensar”. Aparecen en esta parte de la película manifestantes con banderas de la CNT por las calles de Barcelona reivindicando la amnistía, mientras los “grises” cabalgan y se escuchan las comunicaciones internas de la policía: “El elemento subversivo, el elemento perturbador, éste se ha metido más bien hacia el barrio chino, en lo cual hemos tenido que dar varias cargas, entre ellas varias pelotas, ha habido que dejar varias pelotas (sic)”. Emili Cortavitarte, en la actualidad militante de CGT-Catalunya y uno de los promotores de la iniciativa Embat, señala, al igual que Pepe Ribas, el sentido de la búsqueda: “Teníamos claro que no queríamos estar en un partido tradicional, al estilo del PSUC o de Bandera Roja”.
Eloy Martín, anarcosindicalista de Madrid y antiguo trabajador de la empresa Perkins, apunta cómo se configuran los primeros apuntes del movimiento libertario. En casa de sus padres, en Carabanchel Bajo (Madrid), se funda el grupo “solidaridad”, que forman cinco personas. A continuación se promueven núcleos en Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla. Así las cosas, la CNT era la organización que podía servir como punto de encuentro entre grupos autónomos y de solidaridad que se hallaban dispersos. Por ejemplo, el Ateneu Llibertari de Sants (Barcelona) se reconstruye al tiempo que participa en la reconstrucción de la CNT de Catalunya.
El audiovisual plantea, mediante el testimonio de los activistas, los debates de la época. ¿Era necesario en 1977 propulsar nuevamente una organización anarcosindicalista? Si la respuesta fuera afirmativa, ¿debería llamarse CNT? En caso de que tuviera lugar la reconstrucción, ¿se trataba, únicamente, de que regresaran los anarquistas del exilio francés y recuperaran una posición de predominio? ¿En qué lugar quedarían, entonces, los jóvenes rebeldes, abiertos al ecologismo, la batalla contra las nucleares, la sexualidad libre, el feminismo y una nueva perspectiva ante las drogas? El fundador de Ajoblanco, Pepe Ribas, destaca que la CNT se reconstruyó “con elementos muy diversos”. En primer lugar, los que permanecieron durante la dictadura entre rejas y desconocían en qué términos había evolucionado la sociedad; los dirigentes y militantes que vivieron en el exilio aún tenían un desconocimiento mayor; por otro lado, la gente más joven, que carecía de experiencia y se hallaba en fase de aprendizaje. “Esto era una mezcla explosiva”, apunta el fundador de Ajoblanco.
“Acogerse a la CNT y reconstruirla era como un sueño, como buscar la legitimidad en los años 30; pero hasta cierto punto era lógico que se intentaran recuperar las siglas históricas, sobre todo cuando por medio había mito y leyenda”, agrega Ribas. El secretario general de la CNT-AIT en 1979, José Bondía, afirma que sin el sindicato obrero, el movimiento libertario no habría crecido del modo que lo hizo. Pone, además, el ejemplo del gran mitin de la CNT en San Sebastián de los Reyes (Madrid) el 27 de marzo de 1977. “Fue una cosa grandiosa”.
Uno de los dinamizadores de la Escuela Popular “La Prospe” de Madrid subraya la misma línea de fractura. Las personas más jóvenes (entre 18 y 30 años), que en los años 60 y 70 se habían organizado en la clandestinidad, “tuvimos un encuentro muy fuerte con la vieja guardia; ellos venían del exilio con un concepto de la CNT como sólo un sindicato, y además desde la óptica de 1939; la mayor parte de los jóvenes estábamos en contra de ello, pretendíamos una organización integral”. Estas discrepancias se visibilizaron en las Jornadas Libertarias Internacionales de Barcelona (del 22 al 25 de julio de 1977), principalmente en los debates del Saló Diana sobre el camino que debía seguir la CNT. Juan Felipe dedica un apartado del audiovisual a las jornadas, que incluyeron una fiesta en el Parque Güell. El festival “representó un escándalo para la burguesía y la sociedad bienpensante catalana, incluida la izquierda”, señala Ángel Bosqued, miembro de la Fundación Salvador Seguí de Barcelona. Lo que ocurrió se podría definir como una explosión de afectividad y amor libre, libertad de expresión sin tabúes y cuerpos desnudos. En el Parque Güell se podía manifestar libremente la homosexualidad o repartir panfletos con las virtudes de la marihuana.
El siguiente hito abordado en la película es la huelga de las gasolineras de Barcelona (octubre y noviembre de 1977), “de fuerte impronta libertaria y que tuvo a la ciudad contra las cuerdas”, señalan quienes vivieron este episodio de lucha obrera. Grandes zonas quedaron desabastecidas (la policía nacional tuvo que dedicarse a realizar suministros de gasolina) y, mientras las autoridades consideraban que la situación era intolerable, un sector de la CNT consideraba que la revolución estaba muy próxima. Pero tal vez el golpe más contundente del aparato estatal a la CNT durante la Transición se produjo el 15 de enero de 1978, fecha del incendio de la sala de fiestas Scala en Barcelona.
En este espacio señero para la burguesía catalana murieron varias personas por un ataque con cócteles molotov, al terminar una manifestación convocada por la CNT contra los Pactos de la Moncloa. En los hechos fue esencial la participación del confidente policial Joaquín Gambín. Por si la criminalización del sindicato no fuera suficiente (tras el incendio del Scala) para que la CNT se desangrara, llegó el remate en el V Congreso Federal celebrado en Madrid, en diciembre de 1979. La CNT se fracturó. En el documental aparecen diferentes versiones sobre los motivos de la quiebra: presentarse o no a las elecciones sindicales, peleas por el control de la organización o, como señalan algunas voces, podría haber sido cualquier otra.
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