Busca la tumba de su padre, al que vio fusilar con 6 años por sindicalista
El único hijo vivo de un jornalero y su nieta excavan en la zona donde obligaron a sus compañeros a enterrarlo.
Miguel
tenía
seis años
cuando junto a su madre y a sus cuatro hermanos -él era el segundo-vio
apresar a su padre, Juan Landero López,
por cinco hombres a caballo, entre ellos el terrateniente de la finca La Corchuela para la que trabajaba como jornalero y al que se había enfrentado por el impago de unas peonadas, lo que le llevó a
afiliarse al sindicato anarquista CNT
para reclamar sus derechos. Los falangistas le dijeron a su familia que no le pasaría nada pero al salir de la choza en la que residían, junto al resto de jornaleros, en la finca hoy conocida como
La Dehesa de la Atalaya
, vieron cómo a 200 metros le hicieron descabalgar, lo mataron y obligaron a sus compañeros a enterrarlo bajo amenaza de volver a por los demás. El mismo día, de octubre o noviembre de 1936, coaccionaron
“a un niño de 12 años”
para que quemara su choza.
Miguel, el único hijo de Juan aún vivo, no ha podido olvidar esa imagen y señala
“metro arriba, metro abajo
” el lugar en el que fue enterrado, corroborado muchos años después por el vecino de Coria al que en su día obligaron a sepultarlo, ya fallecido. En 2006, con la Ley de Memoria Histórica aún en tramitación, la familia ya hizo un primer intento de búsqueda sin resultado porque, según relata la hija de Miguel y nieta de Juan, Viki,
“aunque mi padre y el guarda que lo enterró coincidían señalando el mismo lugar, había otras versiones y miramos primero ahí, porque pensé que quizás mi padre como tenía seis años no lo recordaría bien, aunque él me decía: ‘hija, si yo cierro los ojos y veo el sitio'”.
Ahora, con ayuda de la
Asociación de Memoria Histórica de Coria
, Viki ha retomado la búsqueda:
“Lo tengo que hacer primero por mi padre, porque él siempre lo ha tenido como meta, y luego por la memoria de mi abuelo cuyo delito fue acogerse a un sindicato porque le debían dinero”
, explica.
El 29 de septiembre comenzaron la excavación, aunque problemas de papeleo primero y las lluvias después interrumpieron la búsqueda, que se retomará cuando la tierra se seque. ”
Nosotros queremos enterrarlo con mi abuela en el cementerio y que la gente se entere de que no hizo nada malo porque en un pueblo cada uno tiene su versión y aquí solo hay una verdad”
, relata la nieta, que asegura que en Coria “aún hay mucho miedo. Yo he ido preguntando, para afinar lo más posible el sitio, y mucha gente no me ha contestado por miedo”.
Viki no quiere hacer pasar a su padre, de 82 años, el “mal trago” de relatar una historia que le ha perseguido toda la vida. “Le preguntes lo que le preguntes de mi abuelo te cuenta ese día”. Incluso los primeros días de excavación se lo ocultó, consciente de que el proceso es lento. “Pero esto es un pueblo, ya lo sabía mucha gente y no quería que se enterara por otros, se lo expliqué y le dije que se lo tome con tranquilidad porque no es fácil”.
Juan Landero está enterrado solo. Según testimonios, su obligado sepulturero le puso sacos de arena debajo y encima para
“dignificar” la tumba y no tirarle la tierra directamente encima. Su familia no volvió a ser la misma.
La esposa tuvo que repartir a sus hijos con parientes. Solo el mayor y Miguel se quedaron con ella para trabajar desde niños en el mismo campo por cuyos derechos jornaleros luchó su padre