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Intervención de Tomás Ibáñez en el debate: Anarquismo y nuevos movimientos
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El carácter


socio-hist




ó




rico


del mundo humano hace que


siempre


esté inmerso en un


proceso de cambio,


un proceso




cuyo


tempo


es más o menos rápido según las épocas, y es obvio que la nuestra experimenta una fuerte


aceleraci




ó




n


del cambio

.

Nuestro mundo no solo se está volviendo


l




í




quido



,

como explica Bauman, sino que su

fluidez

evoca por momentos

un torrente

que se precipita hacia no se sabe donde.

El antagonismo político


no


permanece al margen de esa aceleración del cambio, y las manifestaciones de Seattle en el 99 anunciaban, sin duda, el inicio de


un cambio de ciclo



.

Un cambio de ciclo cuya genealogía remite a elementos antecedentes como, por ejemplo, Mayo del 68, o el levantamiento zapatista del 94, pero que no se manifestó con total claridad hasta principios de los años 2000.

Ese nuevo ciclo promueve, entre otras cosas, el creciente desarrollo de formas


no institucionalizadas




de acción política, sustituyendo partidos, y sindicatos por movimientos, por redes, y por colectivos sociales.

Creo que para entender las coordenadas


del nuevo espacio subversivo


hay que recurrir a una especie de


coktail anal




í




tico


hecho de


anarquismo,



y de

post estructuralismo


de tipo principalmente foucaultiano.

Ahora bien, si esa mezcla, si ese coktail,  resulta útil para descifrar esas coordenadas es, precisamente, porque la nueva realidad subversiva incorpora elementos que provienen tanto del anarquismo  como del post estructuralismo.

Con independencia de esas consideraciones, lo que sí podemos constatar es que los


multitudinarios


eventos protagonizados por


la nueva protesta



,

la proliferación




de experiencias de


econom




í




a solidaria


con sus cooperativas y sus redes, o la multiplicación de


centros sociales auto-gestionados


, han configurado un amplio


tejido alternativo


que intenta

escapar de la l


ó


gica capitalista,

y construir al mismo tiempo

instrumentos de lucha.

Es bien conocido que ese tejido alternativo reencuentra algunos


principios




anarquistas


, tales como la horizontalidad, la acción directa, o la crítica de la representación, entre otros. No creo que sea muy útil repasar aquí esos principios, me parece más interesante acotar algunas de las dimensiones las más generales que conforman los nuevos espacios de la subversion. Mencionaré cinco de ellas:

*** En primer lugar, es obvia la gran importancia que ha adquirido el prefijo




auto




como


principio organizador




de esos espacios.


Autogesti




ó




n,


e incluso imaginario de la autogestión generalizada.


Autodeterminaci




ó




n



,

en el sentido de poder decidir sobre si mismo, como individuos o como colectivos.


Autonom




í




a


, pero autonomía de verdad, la que no puede ser otorgada y solo se instituye ejerciéndola.

*** En segundo lugar, llama la atención el carácter

prefigurativo

de las políticas subversivas. En efecto, se considera que las acciones desarrolladas y las formas organizativas adoptadas, deben reflejar,


ya



,

en sus propias características,


las finalidades perseguidas, deben


prefigurarlas


, porque, como lo intuyó el anarquismo, la manera en la que se lucha nunca es separable de los fines que la animan.

*** En tercer lugar, se manifiesta el carácter

presentista

de las agendas políticas, los objetivos se desplazan desde su ubicación en


el futuro


hacia las practicas insertadas en la realidad inmediata. Y la mirada se descentra desde


las macro transformaciones totalizantes,


hacia los cambios limitados pero radicales. El cambio radical ya no es algo que está


por acontecer



,

sino que se encuentra


anclad




o en el presente



,

la revolución ya no se situa

al final del camino recorrido por las luchas,

sino que es


constitutiva



de la propia acci


ó


n subversiva.

*** En cuarto lugar, sin olvidar que también el discurso es una practica, se privilegian

aquellas pr


á


cticas

que rebasan el ámbito discursivo, recalcando la importancia


del hacer


, más precisamente, del





hacer conjunto








,

y de sus

efectos concretos

. En ese sentido, como bien señala el “

Comit


é


Invisible

” en su último libro, lo importante en

las plazas ocupadas

fue el organizarse, el interactuar, el “


hacer conjuntamente


”, el convivir cotidiano, el construir colectivamente practicas compartidas, más que los discursos desgranados en la esfera de lo simbólico.

*** Por fin, un quinto aspecto consiste en la

hibridaci


ó


n

entre unas


categorías que se consideraban hasta hace poco como mutuamente excluyentes. Esa hibridación propicia una imbricación entre


lo politico y lo existencial



,

entre lo teórico y lo práctico, entre la ética y la política,

fusionando, en definitiva, la esfera de

la vida

y la esfera de

la pol




í




tica,


como ocurre por ejemplo en los espacios donde las personas viven la cotidianidad de la autogestion.

Esos cinco elementos son tan afines al anarquismo, que se entiende perfectamente que este crezca a medida que se desarrolla el nuevo espacio subversivo. Pero, resulta, además, que son


las propias condiciones


del nuevo escenario ideológico, politico, y social, las que también favorecen el auge del movimiento libertario.

Si el termino no fuese tan polémico diría que ese escenario es el que se configura en el actual


proceso de transici




ó




n




hacia


la post modernidad

,

tanto si nos referimos con esa palabra a la materialidad de una nueva época histórica, o al entramado ideológico que pretende


legitimar




esa nueva época… deslegitimando la anterior.

Sin embargo, para no entrar en disquisiciones, prefiero “aparcar” esa palabra, y  me limitaré a señalar que algunos de los elementos clave de nuestra época, por ejemplo, las Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación, no solo posibilitan el desarrollo de fenómenos sociales que carecen de


estructuras jer




á




rquicas,


sino que ponen fin al


monopolio de la eficiencia


que ostentaban esas estructuras.

Pero no todo son rosas.







El lado oscuro







del nuevo escenario social despierta la sospecha de que, quizás, el actual desarrollo del anarquismo y de los nuevos movimientos sociales esté favoreciendo sin quererlo el asentamiento de esa nueva época que trae consigo, no lo dudemos, sofisticados dispositivos de dominación.

Por ejemplo, la exigencia anarquista de que


el locus




de las decisiones se situe en el ámbito local y de que sean los propios interesados quienes las tomen va, casualmente, en parecida dirección a la de los nuevos principios de


la gubernamentalidad




que  están inspirando los procedimientos de “


la buena gobernanza









.

Unos procedimientos que consisten, entre otras cosas, en dar voz a los interesados, en delegar poder, en compartir conocimientos, en conceder cierta autonomía y en ofrecer ámbitos de autogestion, todo ello con la finalidad de


re-legitima

r

los actos de gobierno y, al mismo tiempo, de incrementar su eficacia.

Así mismo, el énfasis que el anarquismo pone sobre


la libertad


encuentra ciertas resonancias en el descubrimiento por


el neoliberalismo avanzado


del valor de


la libertad


como potenciador del rendimiento  y como instrumento de sometimiento.

En efecto, la libertad y la autonomía se utilizan hoy para incrementar la eficacia del poder, las estructuras jerárquicas se flexibilizan, o incluso se rompen, para incrementar la sumisión de los sujetos o el rendimiento de los trabajadores, porque resulta que


gobernar y gestionar en nombre,


pero sobre todo e


n base




,


a la libertad


permite conseguir que sean los propios gobernados y los propios trabajadores  quienes contribuyan


a mejorar


los mecanismos mediante los cuales son gobernados y explotados.

Esa utilización de la libertad indica, sin duda, que el juego de las relaciones existentes entre


el poder y la libertad


no se reduce a una relación de


mutua exclusion



,

sino que  es bastante más complejo de lo que suponía tradicionalmente el anarquismo.

El hecho de que se manifiesten algunas consonancias entre el anarquismo y los nuevos dispositivos de dominación exige, probablemente, una reflexión critica que desemboque sobre eventuales reformulaciones.

Por ejemplo, frente a


la instrumentalizaci




ó




n de la libertad


el anarquismo debería dejar de referirse


gen




é




ricamente


a


la libertad


y expresarse


siempre


en términos de


equalibertad



,

es decir,


la libertad y la igualdad


formando


un




ú




nico e inextricable concepto


que une,


indisolublemente,


la libertad colectiva y la libertad individual, a la vez que

excluye totalmente

la posibilidad de


pensar

la libertad sin la igualdad, o la igualdad sin la libertad

.

Así mismo, creo que habría que espolear la reflexión anarquista sobre


la naturaleza del poder en la sociedad actual,


y, en ese sentido, el análisis que hace el “

Comit


é




Invisible

” cuando desplaza el poder desde


los Parlamentos


y la esfera de la política institucional, hacia


las infra-estructuras,




es extraordinariamente valioso.

En efecto, si ayer, como decía Foucault, una parte del poder estaba inscrito en las piedras del Panóptico, hoy está inscrito en


las grandes infra-estructuras,


tales como las vías y las redes de comunicación y de transporte de personas, de objetos, pero también de energía, de información etc. Ya no hay que recurrir a la ideología, ni a la fuerza, cuando es la propia


tecnolog




í




a


la que dicta,  o encauza, nuestras conductas.

No es casual que algunos de los nuevos movimientos ataquen las grandes infra-estructuras, sin embargo, no basta con actuar


en t




é




rminos reactivos




frente a los grandes proyectos. Para hacer posible una eventual transformación radical de la sociedad se requieren unas estrategias que tomen en cuenta


el factor socio-tecnol




ó




gico


en toda su complejidad.

Y, ya para concluir, mi sentimiento es que los nuevos movimientos sociales y un anarquismo


renovado


se fecundan mutuamente y comparten un amplio repertorio común. Sin embargo, aun necesitan un enorme esfuerzo de


creatividad pol




í




tica,


una creatividad política


que se ira manifestando, poco a poco, al compas de


las pr




á




cticas insumisas



,

más que a la luz del discurso teórico.

Tomás Ibáñez

(Versión completa del artículo publicado en Rojo y Negro nº 295 de noviembre:

http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro295_0.pdf

)

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