El carácter
socio-hist
ó
rico
del mundo humano hace que
siempre
esté inmerso en un
proceso de cambio,
un proceso
cuyo
tempo
es más o menos rápido según las épocas, y es obvio que la nuestra experimenta una fuerte
aceleraci
ó
n
del cambio
.
Nuestro mundo no solo se está volviendo
l
í
quido
,
como explica Bauman, sino que su
fluidez
evoca por momentos
un torrente
que se precipita hacia no se sabe donde.
El antagonismo político
no
permanece al margen de esa aceleración del cambio, y las manifestaciones de Seattle en el 99 anunciaban, sin duda, el inicio de
un cambio de ciclo
.
Un cambio de ciclo cuya genealogía remite a elementos antecedentes como, por ejemplo, Mayo del 68, o el levantamiento zapatista del 94, pero que no se manifestó con total claridad hasta principios de los años 2000.
Ese nuevo ciclo promueve, entre otras cosas, el creciente desarrollo de formas
no institucionalizadas
de acción política, sustituyendo partidos, y sindicatos por movimientos, por redes, y por colectivos sociales.
Creo que para entender las coordenadas
del nuevo espacio subversivo
hay que recurrir a una especie de
coktail anal
í
tico
hecho de
anarquismo,
y de
post estructuralismo
de tipo principalmente foucaultiano.
Ahora bien, si esa mezcla, si ese coktail, resulta útil para descifrar esas coordenadas es, precisamente, porque la nueva realidad subversiva incorpora elementos que provienen tanto del anarquismo como del post estructuralismo.
Con independencia de esas consideraciones, lo que sí podemos constatar es que los
multitudinarios
eventos protagonizados por
la nueva protesta
,
la proliferación
de experiencias de
econom
í
a solidaria
con sus cooperativas y sus redes, o la multiplicación de
centros sociales auto-gestionados
, han configurado un amplio
tejido alternativo
que intenta
escapar de la l
ó
gica capitalista,
y construir al mismo tiempo
instrumentos de lucha.
Es bien conocido que ese tejido alternativo reencuentra algunos
principios
anarquistas
, tales como la horizontalidad, la acción directa, o la crítica de la representación, entre otros. No creo que sea muy útil repasar aquí esos principios, me parece más interesante acotar algunas de las dimensiones las más generales que conforman los nuevos espacios de la subversion. Mencionaré cinco de ellas:
*** En primer lugar, es obvia la gran importancia que ha adquirido el prefijo
“
auto
”
como
principio organizador
de esos espacios.
Autogesti
ó
n,
e incluso imaginario de la autogestión generalizada.
Autodeterminaci
ó
n
,
en el sentido de poder decidir sobre si mismo, como individuos o como colectivos.
Autonom
í
a
, pero autonomía de verdad, la que no puede ser otorgada y solo se instituye ejerciéndola.
*** En segundo lugar, llama la atención el carácter
prefigurativo
de las políticas subversivas. En efecto, se considera que las acciones desarrolladas y las formas organizativas adoptadas, deben reflejar,
ya
,
en sus propias características,
las finalidades perseguidas, deben
prefigurarlas
, porque, como lo intuyó el anarquismo, la manera en la que se lucha nunca es separable de los fines que la animan.
*** En tercer lugar, se manifiesta el carácter
presentista
de las agendas políticas, los objetivos se desplazan desde su ubicación en
el futuro
hacia las practicas insertadas en la realidad inmediata. Y la mirada se descentra desde
las macro transformaciones totalizantes,
hacia los cambios limitados pero radicales. El cambio radical ya no es algo que está
por acontecer
,
sino que se encuentra
anclad
o en el presente
,
la revolución ya no se situa
al final del camino recorrido por las luchas,
sino que es
constitutiva
de la propia acci
ó
n subversiva.
*** En cuarto lugar, sin olvidar que también el discurso es una practica, se privilegian
aquellas pr
á
cticas
que rebasan el ámbito discursivo, recalcando la importancia
del hacer
, más precisamente, del
“
hacer conjunto
”
,
y de sus
efectos concretos
. En ese sentido, como bien señala el “
Comit
é
Invisible
” en su último libro, lo importante en
las plazas ocupadas
fue el organizarse, el interactuar, el “
hacer conjuntamente
”, el convivir cotidiano, el construir colectivamente practicas compartidas, más que los discursos desgranados en la esfera de lo simbólico.
*** Por fin, un quinto aspecto consiste en la
hibridaci
ó
n
entre unas
categorías que se consideraban hasta hace poco como mutuamente excluyentes. Esa hibridación propicia una imbricación entre
lo politico y lo existencial
,
entre lo teórico y lo práctico, entre la ética y la política,
fusionando, en definitiva, la esfera de
la vida
y la esfera de
la pol
í
tica,
como ocurre por ejemplo en los espacios donde las personas viven la cotidianidad de la autogestion.
Esos cinco elementos son tan afines al anarquismo, que se entiende perfectamente que este crezca a medida que se desarrolla el nuevo espacio subversivo. Pero, resulta, además, que son
las propias condiciones
del nuevo escenario ideológico, politico, y social, las que también favorecen el auge del movimiento libertario.
Si el termino no fuese tan polémico diría que ese escenario es el que se configura en el actual
proceso de transici
ó
n
hacia
la post modernidad
,
tanto si nos referimos con esa palabra a la materialidad de una nueva época histórica, o al entramado ideológico que pretende
legitimar
esa nueva época… deslegitimando la anterior.
Sin embargo, para no entrar en disquisiciones, prefiero “aparcar” esa palabra, y me limitaré a señalar que algunos de los elementos clave de nuestra época, por ejemplo, las Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación, no solo posibilitan el desarrollo de fenómenos sociales que carecen de
estructuras jer
á
rquicas,
sino que ponen fin al
monopolio de la eficiencia
que ostentaban esas estructuras.
Pero no todo son rosas.
“
El lado oscuro
”
del nuevo escenario social despierta la sospecha de que, quizás, el actual desarrollo del anarquismo y de los nuevos movimientos sociales esté favoreciendo sin quererlo el asentamiento de esa nueva época que trae consigo, no lo dudemos, sofisticados dispositivos de dominación.
Por ejemplo, la exigencia anarquista de que
el locus
de las decisiones se situe en el ámbito local y de que sean los propios interesados quienes las tomen va, casualmente, en parecida dirección a la de los nuevos principios de
la gubernamentalidad
que están inspirando los procedimientos de “
la buena gobernanza
”
.
Unos procedimientos que consisten, entre otras cosas, en dar voz a los interesados, en delegar poder, en compartir conocimientos, en conceder cierta autonomía y en ofrecer ámbitos de autogestion, todo ello con la finalidad de
re-legitima
r
los actos de gobierno y, al mismo tiempo, de incrementar su eficacia.
Así mismo, el énfasis que el anarquismo pone sobre
la libertad
encuentra ciertas resonancias en el descubrimiento por
el neoliberalismo avanzado
del valor de
la libertad
como potenciador del rendimiento y como instrumento de sometimiento.
En efecto, la libertad y la autonomía se utilizan hoy para incrementar la eficacia del poder, las estructuras jerárquicas se flexibilizan, o incluso se rompen, para incrementar la sumisión de los sujetos o el rendimiento de los trabajadores, porque resulta que
gobernar y gestionar en nombre,
pero sobre todo e
n base
,
a la libertad
permite conseguir que sean los propios gobernados y los propios trabajadores quienes contribuyan
a mejorar
los mecanismos mediante los cuales son gobernados y explotados.
Esa utilización de la libertad indica, sin duda, que el juego de las relaciones existentes entre
el poder y la libertad
no se reduce a una relación de
mutua exclusion
,
sino que es bastante más complejo de lo que suponía tradicionalmente el anarquismo.
El hecho de que se manifiesten algunas consonancias entre el anarquismo y los nuevos dispositivos de dominación exige, probablemente, una reflexión critica que desemboque sobre eventuales reformulaciones.
Por ejemplo, frente a
la instrumentalizaci
ó
n de la libertad
el anarquismo debería dejar de referirse
gen
é
ricamente
a
la libertad
y expresarse
siempre
en términos de
equalibertad
,
es decir,
la libertad y la igualdad
formando
un
ú
nico e inextricable concepto
que une,
indisolublemente,
la libertad colectiva y la libertad individual, a la vez que
excluye totalmente
la posibilidad de
pensar
la libertad sin la igualdad, o la igualdad sin la libertad
.
Así mismo, creo que habría que espolear la reflexión anarquista sobre
la naturaleza del poder en la sociedad actual,
y, en ese sentido, el análisis que hace el “
Comit
é
Invisible
” cuando desplaza el poder desde
los Parlamentos
y la esfera de la política institucional, hacia
las infra-estructuras,
es extraordinariamente valioso.
En efecto, si ayer, como decía Foucault, una parte del poder estaba inscrito en las piedras del Panóptico, hoy está inscrito en
las grandes infra-estructuras,
tales como las vías y las redes de comunicación y de transporte de personas, de objetos, pero también de energía, de información etc. Ya no hay que recurrir a la ideología, ni a la fuerza, cuando es la propia
tecnolog
í
a
la que dicta, o encauza, nuestras conductas.
No es casual que algunos de los nuevos movimientos ataquen las grandes infra-estructuras, sin embargo, no basta con actuar
en t
é
rminos reactivos
frente a los grandes proyectos. Para hacer posible una eventual transformación radical de la sociedad se requieren unas estrategias que tomen en cuenta
el factor socio-tecnol
ó
gico
en toda su complejidad.
Y, ya para concluir, mi sentimiento es que los nuevos movimientos sociales y un anarquismo
renovado
se fecundan mutuamente y comparten un amplio repertorio común. Sin embargo, aun necesitan un enorme esfuerzo de
creatividad pol
í
tica,
una creatividad política
que se ira manifestando, poco a poco, al compas de
las pr
á
cticas insumisas
,
más que a la luz del discurso teórico.
Tomás Ibáñez
(Versión completa del artículo publicado en Rojo y Negro nº 295 de noviembre:
http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro295_0.pdf
)