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Inhumación de los cuerpos de varios anarquistas localizados en El Álamo
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El sábado 19 de octubre fueron inhumados en el cementerio de Osuna los cuerpos de Nicomedes Fernández, José Martín y de los hermanos Benito y Emilio Fernández. Todos ellos miembros de la CNT fueron asesinados en febrero de 1938 y enterrados en una cuneta del pueblo de El Álamo.

La exhumación de los restos en 2011 se realizó sin subvenciones, en familia, con la ayuda desinteresada de la ARMH de León y el apoyo incondicional de personas como Cecilio Gordillo, coordinador del grupo de trabajo sobre memoria histórica de CGT-A.

Nicomedes era dirigente socialista local de CNT. Trabajaba en la minas de Río Tinto y era sindicalista. “Tengo una documentación de la RioTinto Minera Company, una nota escrita en inglés que refiere que participó en un encuentro a tiros con la guardia de la mina y durante la huelga del 4 de octubre de 1934. A raíz de estos sucesos, tanto él como su hermano Benito fueron desterrados de Nerva”, explica Santiago Fernández.

Se marchó toda familia. La mujer de Benito en estado de su tercer hijo. Han sabido que también José María Martín, el buen amigo y compañero sindical de Nicomedes había sido despedido. “Les readmiten gracias al decreto de amnistía y a mi tío Benito y a José María les indemnizan. El 10 de julio de 1936 se reincorporó Nicomedes, pero apenas una semana, porque su último día de trabajo fue el 17 julio de 1936. Huye, aunque Nerva no es tomada por las tropas golpistas hasta el 16 de agosto de 1936.

El testimonio de un familiar emigrante -la tía Esperanza- que había regresado de Bruselas al pueblo fue clave para localizar la fosa. “A esos hombres los mataron, no murieron en una trinchera, como mucha gente todavía hoy nos intenta hacer creer diciendo que son cosas que pasan en las guerras. Emilio, que pertenecía a la CNT, fue a entregarse porque le dijeron que no le pasaría nada y lo fusilaron.

Santiago Fernández declara : “Jamás, jamás. Mi madre jamás habló de ello. Ni odio, ni rencor, ni venganza, ni reproche. Ella tenía 18 años cuando asesinaron a su hermano Benito y 20 cuando mataron a Emilio”. Cada día de los difuntos, ponía unas velitas sobre un recipiente con aceite delante de las fotos y, 24 horas después, las apagaba. “A veces, la veía a ella junto a sus hermanas Ricarda y Plácida, la mayor, hablando. Sólo entre ellas hablaban de eso”, cuenta Santiago padre, que no para de investigar, leer y escudriñar cualquier documento que llega a sus manos. “La verdad está oculta. Las cosas son muy diferentes de cómo nos las contaron”

Fotos del homenaje :

https://www.dropbox.com/sh/3absy3th102dmdy/EzsgoPCL2G

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