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Hoy recordamos a Conchita Liaño (19-04-2014) siempre viva en nuestra memoria
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En el cuarto aniversario de su fallecimiento la recordamos como era ella, viva, activa, enérgica, con la entrevista publicada por el diario Diagonal en 2007 en su web con motivo de su participación en el homenaje organizado por CGT a Mujeres Libres en el 70 aniversario de su constitución.


Entrevista a Conchita Liaño, libertaria y una de las fundadoras de Mujeres Libres en Catalunya.


“La lucha debe continuar, ahora hay que enseñar a las más jóvenes”


A finales de la II República, dentro del proceso revolucionario que el movimiento libertario propugnaba, y ligado al derrocamiento simultáneo de la sociedad patriarcal, el colectivo Mujeres Libres combatió la idea de que el trabajo, la política y la lucha social fueran monopolio de los hombres, y luchó por ser portavoz de las mujeres a todos lo niveles. Después de la guerra, muchas acabaron encarceladas o exiliadas.

La mayoría se desparramaron por Europa o América pero todavía alguna nos regala su presencia, como Conchita Liaño, que a sus casi 92 años cruzó el charco para ser homenajeada.

DIAGONAL: ¿Cómo fueron los inicios de Mujeres Libres?
CONCHITA LIAÑO: Yo ya andaba en Juventudes Libertarias desde los 15 años, desde el ‘34 nos juntábamos los fines de semana. Entonces sentimos la necesidad de empezar a luchar por la liberación de la mujer. Porque ustedes no se pueden ni imaginar lo que era la vida de la mujer en aquel entonces. De aquel grupo nos juntamos ocho mujeres, dos de ellas muy preparadas: una era maestra racionalista y la otra una militante muy bregada, Áurea Cuadrado. Yo tenía 18 años, era la más joven.
D: Sin embargo, las bases de Mujeres Libres eran obreras…
C.L: Todas. Nosotras empezamos así, con un local que nos prestaron los compañeros para dar clases. Nuestro objetivo era liberar a la mujer y a eso nos dedicamos con toda la pasión y a tiempo completo. Los compañeros no nos aceptaban. En el fondo se comprende: estaba la lucha, la guerra, la revolución… y ellos decían: “¿Que vienen éstas ahora?”.
D.: Ellos no veían la necesidad de espacios propios para mujeres, claro…
C.L.: Así fue, pero nosotras veíamos que era nuestra oportunidad, como efectivamente lo fue. Nos tenían como a adolescentes que se empeñan en tener un capricho. Pero nosotras no les hacíamos caso, al final creamos la Federación Nacional de Mujeres Libres. A mí me encargaron organizar la parte catalana, y me dediqué con tanta pasión y fuerza que me iba por los pueblos, organicé 38 pueblos, pero del trabajo de los grupos ya organizados no sabía nada.
D.: ¿La incomprensión de los compañeros militantes persiste aún?
C.L.: No, las han aceptado. Yo sé que a regañadientes, pero las han aceptado. No me tienes que decir, yo sé que a los hombres les cuesta mucho. A nosotras nos impulsaba la idea de que la mujer, lo primero, adquiriera conciencia de su propio valor y se considerara un ser humano con todos los derechos, las mujeres aceptaban ese plan establecido de sometimiento y no reaccionaban. Pero apenas veían una lucecita, iban en tropel, yo iba a pueblos donde las compañeras juntaban a muchas, y ahí se quedaban y se organizaban. Lo principal era que se prepararan. Nosotras en Barcelona creamos el Casal de la Dona Treballadora, donde se enseñaba puericultura, secretariado, enfermería, corte y confección para las que lo quisieran, y desde luego alfabetización. Los compañeros nos ayudaban a pagar el profesorado y la encargada de sacarles los ‘reales’ a ellos era Soledad Estorach. Ésa sí que se merece un monumento. ¡Qué lejos estábamos nosotras de pensar en la repercusión que ese esfuerzo nuestro iba a tener en el futuro! Ni se nos ocurría, y ahora estoy asombrada. Yo vengo aquí y las veo liberadas, como que no hace falta Mujeres Libres. Pero sí, ellas tienen que seguir luchando.
D: ¿Qué hemos heredado de Mujeres Libres las feministas hoy?
C.L.: No puedo opinar mucho, pero me he sorprendido un poco de que quieran regularizar la prostitución, yo estoy completamente en contra. Bueno, yo creo que aquí se ha conseguido todo, os veo mucho más preparadas que nosotras. Ahora hay que enseñar a las más jóvenes, que luchen para que las demás hagan lo mismo. Están completamente liberadas, si nosotras tuvimos algo que ver en eso, yo me siento más que feliz. Esta lucha no puede acabar. Quizás a las futuras generaciones de muchachos ya se les haya borrado este atavismo machista, y será gracias a las mujeres de ahora, que ya no sigan educando a los hijos diciendo “los hombres no lloran, no pueden fregar”. Dependerá de ustedes, por eso tienen que seguir luchando. Lo que siento es que mis compañeras no estén viendo esto, quisiera que estuvieran aquí y lo vieran porque nosotras no nos dábamos cuenta, la trascendencia que tuvo el esfuerzo de ese grupo de mujeres semi analfabetas, la resonancia que ha tenido… Eso me llena de satisfacción, me muero feliz y contenta.
D.: Al perder la guerra, vuestra lucha se truncó.
C.L.: Estaban ya los fascistas a las puertas de Barcelona, y nosotras no sabíamos qué hacer. Un compañero, Flores, decía: “Qué se piensan ustedes, en Francia lo van a pasar negro. Yo voy a ir a la plaza Tetuán y allí con una pistola…”. Yo, como era joven e idealista, pensé en unirme a él cuando todo estuviese perdido. Cuando fui aquella mañana a la FAI a ver qué se hacía, y me dicen que había que largarse, llegó el momento de buscar a Flores. Y cuando salgo de allí veo a Likiniano y a Casilda, anarquistas jóvenes(algo más viejos que yo), con mochilas, que se iban. “Pero Casilda, Likiniano, ¿ustedes se van?” y me dicen: “Claro que nos vamos, vivos seguiremos luchando”. “Es verdad, tienen razón, ¿para qué me voy a hacer yo matar?”. Entonces salí escapada desde Laietana hasta el hospital de San Pablo, donde yo vivía, y le dije a mi mamá: “Mira, mete cualquier cosa, lo que te vayas a poner que nos vamos camino de la frontera”. Cuando llegué a Francia exiliada allí las mujeres estaban muy liberadas. A pesar de las leyes napoleónicas con respecto a la mujer, allí tenían mucha libertad y estaban consideradas. Estuve ocho años, hasta que me fui a Venezuela. Llegué allí sola, sin una profesión, con una niña de cinco años de la mano, el problema fue sobrevivir.
D: Al hablar de memoria histórica, en pocos espacios se analiza el trabajo y la lucha de aquellas mujeres.
C.L.: Bueno, tenía que ser así. Que nos den un poquito de cancha, pues con eso nos vamos a conformar, no queda otra. Pero habéis conseguido mucho, es extraordinario que, después de 40 años de silencio, ahora resurja todo. Sobre todo me reconforta que ustedes estén tratando de recuperarla, porque es muy importante para las generaciones futuras.


MUJERES LIBRES, UN MOVIMIENTO FEMINISTA EN PLENA GUERRA CIVIL


En 1936, Mercedes Comaposada, Lucía Sánchez Saornil y Amparo Poch i Gascón comenzaron a editar la revista Mujeres Libres en Madrid. A finales del ‘34 se había constituido ya en Barcelona el Grupo Cultural Femenino CNT, iniciado, entre otras, por Soledad Estorach, Elodia Pou y Conchita Liaño. Cuando ambos grupos se conocieron, y a pesar de las diferencias iniciales, las catalanas pasaron a llamarse Agrupación Mujeres Libres. En 1936 era ya la Federación Nacional Mujeres Libres, dedicada a la liberación de las mujeres de su “esclavitud de ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud de productora”. Aunque duró menos de tres años, Mujeres Libres movilizó a más de 20.000 mujeres, en su mayoría de la clase obrera, y desarrolló un vasto programa de actividades para capacitar a las mujeres. Con un gran desarrollo durante la guerra, contaba con 40 agrupaciones en Cataluña, 28 agrupaciones en Levante, 14 en Aragón, 13 barriadas en Madrid, y 15 en la zona central peninsular, sobre todo en Guadalajara. El 1º Congreso Nacional se celebró en Valencia en el verano del 37, donde se establecieron las bases de la organización.

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