Iban Gorriti – Deia
El icono anarquista, libre e imprescindible
El bilbaino Félix Padín mantiene intactos sus recuerdos y la lucha antifascista de la CNT de 1936 a sus casi 98 años de edad.
Bertolt Brecht hizo de todos su pensamiento aquel de “hay hombres que luchan un día y son buenos…”. Reportado a nuestra historia, hay dos tipos de hombres de 1936. Los que batallaron una guerra y fueron buenos. Y están aquellos como Félix Padín que hoy siguen luchando y, según para quién, “son los imprescindibles” de Brecht.
Nació. Lo parió su madre en Bilbao La Vieja. 1916. Le llamaron Félix. Dio sus primeras carreras en la calle Las Cortes. 20 años y 9 días después estalló una guerra civil. Su padre era ferroviario de El Ferrol, excombatiente de la Guerra de Cuba, a quien los estadounidenses le hundieron su barco. Murió antes de saber quién iba a ser para la historia un vecino suyo, el sanguinario Franco. “¡Mejor no conocerlo !”, exclama con sorna Padín, bilbaino que también se siente libre en Miranda de Ebro, donde mora. “En Bilbao, pasaban los del PNV en camiones y nos gritaban maquetos, riéndose. ¡Eso no me ha gustado nunca !”, lamenta.
De crío ya era engranaje de la revolución. Se afilió, como sus hermanos, a la CNT y a las Juventudes Libertarias “en cuanto cayó Primo de Rivera”. Con 13 primaveras. “Hasta que nos medio militarizaron, fuimos los primeros en dar la cara, pero no solo en el País Vasco, sino también en el resto del país. La CNT frenó el denominado levantamiento. No éramos escritores a sueldo ni reaccionarios. No éramos partidistas ni hacíamos la guerra por dinero. Nuestro lema era la revolución social. Nuestra lucha era contra la opresión, el Estado y toda clase de farsantes y militares. Éramos antimilitaristas y lo seguimos siendo”, matiza este ácrata que hila más ideales : “En los ratos de ocio en el frente, procurábamos leer un libro y sacar el mayor provecho posible de ello. Nos preparábamos para cuando teníamos que entrar en combate. Procurábamos estar a la altura de las circunstancias. Sabíamos emplear la fuerza cuando éramos atacados”.
“SANGUIJUELAS” Por ello, cuando el 18 de julio de 1936 los militares españoles antidemócratas dieron el golpe de Estado “salimos al combate contra todo lo que olía a clero, militares, terratenientes y demás sanguijuelas que nos chupaban la sangre”, apunta a sus firmes 97 años.
El 16 de julio de aquel lamentable año ya presuponían lo acontecible. Por ello, su casa ya era una bomba habitada. “Asaltamos armerías, polvorines, quitamos fusiles a guardas de minas y los archivábamos. El alerón de casa servía para esconderlos”, repasa quien ya estuvo preso en el revoltoso año 1934.
Formó parte de un grupo de acción con los históricos Porfirio Ruiz, Alberto Lucarini y Severiano Montes. Fue vocal del Sindicato de Construcción cenetista y encargado de prensa de Juventudes Libertarias. En la línea del frente, fue nombrado sargento y teniente de los batallones anarquistas Isaac Puente y Durruti. Llegó a conocer a este último ideólogo libertario. Fue hecho prisionero en Ubide tres días antes de que los fascistas robaran Bilbao. Sobrevivió a seis años preso con tres entradas al campo de concentración de Miranda de Ebro, pueblo en el que reside. Contrajo tifus, sarna y piojos.
Esclavo de Franco, lo mandaron a batallones disciplinarios. “Eran lo peor. En batallones de trabajadores te daban de comer”, diferencia. Fue tiranizado en Guadalajara, Elizondo o Peñaranda de Bracamonte. Libre en junio de 1939, lo volvieron a detener y a enviar al almacén de humanos de Miranda de Ebro y a otro batallón disciplinario. De nuevo lo encarcelaron por participar en una huelga en Bilbao. En 1954, partió a vivir a Miranda de Ebro. El celebrado 20 de noviembre 1975, Padín reactivó su militancia en la CNT hasta hoy, día en el que, imprescindible de Brecht, sigue luchando contra el franquismo inconcluso.
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