Los Ateneos libertarios surgen en el siglo XIX como centros de reunión y educación de la clase trabajadora.
Los Ateneos son escuelas donde los trabajadores y las trabajadoras, privados de los centros de estudio oficiales en manos del Estado y de la Iglesia, van a aprender a leer y escribir. Además son focos activos de irradiación de las ideas libertarias y, al igual que los sindicatos anarquistas, verdaderas prefiguraciones de la nueva sociedad por la que luchan. En efecto, en los Ateneos se pone en práctica la libertad y la igualdad de todas las personas, hombres y mujeres, obreros e intelectuales, se lleva a cabo una efectiva colectivización de todos los conocimientos, sean tecnológicos, científicos, filosóficos o artísticos y, finalmente, se administran de forma autogestionaria, ya que funcionan únicamente con las cotizaciones de sus socios.
Por lo general, los Ateneos estaban dotados de una biblioteca y una sala de conferencias y en ellos se desarrollaba una infatigable labor de enseñanza y de actividades culturales. Se editaban y publicaban libros, revistas, periódicos y folletos libertarios. Se fomentaba el teatro. Además desde los Ateneos se emprendían campañas constantes contra los juegos de azar y el alcohol, esclavizadores de la clase trabajadora, y a favor de las ideas ácratas, como el apoyo mutuo, el naturismo y el esperanto.
Los Ateneos libertarios tienen su momento de esplendor durante los años de la II República, en los se abre uno en la mayor parte de las ciudades importantes de la península al abrigo de los sindicatos anarquistas. Llegaron a convertirse en una verdadera red de cultura alternativa de carácter obrero con grandes repercusiones sociales.