Unos colocados de manera ordenada, y otros más al azar. Así hallaron el pasado martes los técnicos del Grupo Aranzadi los restos de ocho cadáveres de represaliados de la Guerra Civil en una de las fosas comunes del cementerio de La Puebla de Cazalla. Remueven tierra y también sentimientos.
Como los de Maricarmen España, vecina de Lantejuela y una de las familiares de víctimas que ha luchado porque esta exhumación sea posible, junto a la Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía (AMHyJA) y que lleva al pie del cañón desde que comenzaron los trabajos el pasado lunes. Son los primeros que este prestigioso grupo científico vasco especializado y con experiencia en otras comunidades emprenden en Andalucía y están financiados con una subvención del Ministerio de Presidencia.
Por ahora, la búsqueda no podía haber resultado más productiva. Pese a que partían de unas catas previas en las que ya se habían obtenido los primeros indicios, los expertos han tenido que realizar una honda excavación para llegar hasta estos primeros ocho cuerpos, hallados a 3,5 metros de profundidad, cerca de la tapia en el interior del camposanto.
Se trata, de hecho, de una de las dificultades que se han encontrado hasta ahora, explicó Jimi Jiménez, responsable de las prospecciones, y que ofrece como explicación que para esta zanja se aprovechó una cantera de arena que existía en el lugar.
Otra conclusión que se pueden extraer, según Jiménez, es que se constata la existencia de más de una fosa común en este cementerio, cuya apertura demandan hace años los vecinos de La Puebla de Cazalla y otros municipios de la comarca y sobre la que los testimonios orales y documentales recabados apuntan a que pudiera acoger unas 200 personas fusiladas tras la sublevación militar de 1936.
Cerca de la fosa, una hilera de nichos construida ya en la democracia, en los años 80, será otra de los limitaciones de esta exhumación, según él.
Jiménez explicó que algunos cuerpos están colocados, no arrojados, de lo que se desprenden dos teorías, o bien que se intentó aprovechar al máximo el espacio de la fosa, o que fueron los propios vecinos los que dieron entierro a los cadáveres de la forma más digna.
Junto a los cuerpos, aún no se han hallado proyectiles o casquillos, pero sí botones, zapatos, hebillas… una serie de objetos personales que ayer los técnicos se esmeraban en fotografiar para su posterior estudio en laboratorio. Y es que ayer mismo eran levantados los restos para continuar con la excavación cuyo plazo es indefinido : “El tiempo lo marca el terreno y la propia fosa”, asevera Jiménez.
El siguiente paso “para conocer la verdad” es el análisis de los cuerpos por antropólogos y forenses para los que todos los detalles obtenidos en el trabajo de campo son imprescindibles para la identificación individual, que se realizará a petición de los propios familiares y en la que es fundamental el estudio genético.
Llegar hasta el final. Es la intención de Maricarmen España que estos días no pierde detalle de unos trabajos en los que espera encontrar el cuerpo de su abuelo, Manuel España Gil, un jornalero apresado y fusilado en 1936, cuya historia ayer le costaba rememorar un poco más que otros días : “Es una mezcla de sentimientos, no es precisamente satisfacción lo que siento ahora. Es muy difícil verlos así”.
Andrea Á. Yhamá | Correo de Andalucía