El protagonista, un veterano anarquista que reside en Mexico, natural de Zamora y que trabajó en su juventud en la catedral nueva de Vitoria, se ve casi obligado por su nieto a solicitar la ayuda que ofrece el Gobierno español a los soldados de la República. Sin embargo, una decisión de un juez en 1953, que cambió su nombre de Libertario por el de Leovigildo, le ha convertido en un desconocido para los archivos españoles. El nieto solicita la ayuda a una prima que reside en Vitoria y da clases en una ikastola.
Así comienza una aventura que tiene, entre otras, la intención de “recuperar ese hilo perdido de la historia”, recuerda Juan Ibarrondo. “En 1936, la CNT era el mayor sindicato en Vitoria, ciudad que, en principio, no tenía ninguna relación con el movimiento anarquista. Las ideas entraron a través de los canteros catalanes, valencianos y gallegos que trabajaron en la catedral nueva”, añade.
En la novela se recuperan figuras históricas alavesas, como el tenor Alfredo Donnay, fundador de la CNT y destacado dirigente en los años veinte, o el médico Isaac Puente, fusilado en 1936, cuyo cadáver aún no ha sido encontrado, autor del libro Comunismo libertario, del que se vendieron 200.000 ejemplares de la época. “Todo un best-seller como El mundo sin fin la obra de Ken Follet sobre la vieja catedral”, bromea Ibarrondo.
El autor de Las ruinas de la catedral nueva apunta una reflexión más seria sobre el empleo de la Historia en la novela. “En Vitoria está de moda la catedral gótica, y se le presta gran atención, y me parece muy bien. Mientras, el pasado cercano permanece oculto, quizás porque forma parte de nuestro presente. La represión de la posguerra conforma la sociedad actual y el acercamiento a ese momento no gusta”, dice.
Su obra tiene como motivo conductor una gárgola de la catedral nueva, que forma parte de la historia personal de aquel viejo anarquista y de la joven profesora. “Es una pequeña reivindicación del trabajo de aquellos canteros libertarios. Si se observan esas esculturas del ábside conociendo la filiación de los trabajadores, la verdad es que resultan poco religiosas”, descubre el autor de Retazos de la red, su anterior obra.
Casi al final del relato, surge otro de esos hilos secretos que van trenzando la historia. El local donde se encontraba el cabaret Katu Beltza, donde se reunían los anarquistas en los años treinta, acogió en los ochenta el pub Kasbah, centro neurálgico del movimiento alternativo de Vitoria. “No se puede dar la espalda a la historia”, ironiza Ibarrondo.
TXEMA G. CRESPO | El Pais