Cuarto
Poder/Sara Montero
Entrevista con la autora del libro ‘La revolución de las palabras. La revista Mujeres Libres’ (Comares, 2020)
Laura Vicente: “Es importante recuperar biografías de las mujeres comunes”
La reunión que ilustra la portada del libro ‘La Revolución de las palabras. La revista Mujeres Libres’, de Laura Vicente.
“La mujer en España se ha creado así misma”. Con esta frase extraída de la revista
Mujeres Libres
(julio, 1937) comienza el último libro de la escritora Laura Vicente:
La revolución de las palabras. La revista Mujeres libres
(Comares, 2020). La zaragozana vuelve a recuperar en su nuevo escrito una parte de la historia con una revisión de la mítica revista que un pequeño grupo de mujeres libertarias de Mujeres Libres sacó en 1936 y que atravesaría toda la Guerra Civil con apenas 13 números.
A través de sus páginas, el lector bucea en ese empeño de cuatro mujeres jóvenes de introducir el feminismo en el anarcosindicalismo, aunque no llegó a penetrar definitivamente. Vicente dedica un capítulo a las vidas de cada una de sus autoras y también de su plantel de colaboradoras de esta revista que sirvió para difundir ideas. Charlamos con ella.
-Ha publicado este libro sobre Mujeres Libres y lo ha titulado
La revolución de las palabras
, ¿por qué?
-Me costó mucho llegar al título, siempre le doy muchas vueltas, pero me parece que la clave de la revista está en utilizar la palabra para visibilizar una serie de situaciones, deseos y objetivos que movilizan a estas mujeres. Sintetiza esa idea de tomar la palabra, algo de lo que habían estado excluidas las mujeres tradicionalmente. La revolución es lo que intentan a través de la palabra, sobre todo desde el número cuatro en el contexto de la Guerra Civil. Junto con la organización del mismo nombre dan lugar a un proceso de transformación realmente radical, revolucionario.
-Tengo la sensación de que en los últimos años se está escribiendo más sobre Mujeres Libres y sobre las mujeres que lo formaron, como Lucía Sánchez Saornil, ¿comparte esta impresión?
La escritora Laura Vicente.
-Sí, conforme se van produciendo cambios se va rescatando de la memoria lo que en la actualidad se considera relevante. En los 80 o 90, el feminismo no se considera tan protagonista como los grupos de acción. Las mujeres ni se sentían cómodas en los sindicatos ni en los grupos de acción de la FAI. Con el crecimiento del feminismo en los últimos años, dentro del movimiento libertario se han recuperado esta organización y sus protagonistas como en el caso de Lucía Sánchez Saornil o de Amparo Poch. Aún queda mucho por hacer. El haber perdido tanto tiempo hace difícil reescribir estas biografías. Aunque tenemos testimonios, se perdió un tiempo precioso.
-Describe la revolución de las mujeres como un hilo subterráneo, ¿por qué?
-Durante la Guerra Civil se pone en marcha un proceso de revolución social que impulsa el movimiento libertario a través de sus tres ramas: CNT, FAI y Juventudes libertarias. Queda centrada en tres pilares: los comités, que asumirían los objetivos políticos, las milicias, con la cuestión militar y el “pueblo en armas”, y las colectivizaciones, que son las revoluciones en la dimensión económica. Sin embargo, estas mujeres están poniendo en marcha otra dimensión de la revolución social, pero subterránea porque nunca llega a ser considerada una rama más. Ellas están haciendo un cambio, una mutación cultural que tiene dimensiones diferentes. Nunca fue valorado hasta el punto de que intentan constituirse como cuarta rama del movimiento libertario y nunca fueron aceptadas. Mientras la revolución social acaba en mayo del 37, la revolución de ellas continúa porque no está vinculada a lo político y militar que es donde se produce la derrota del movimiento libertario. Continúa toda la Guerra Civil, hasta el 39, tiene una recorrido y dimensión mayor que los otros aspectos.
-Cuenta que la guerra supuso una oportunidad para que las mujeres salieran del hogar y abarcasen nuevos roles.
-Sí, realmente es una oportunidad, igual que pasó con la Primera Guerra Mundial. Aunque parezca un anatema, coloca a las mujeres en la retaguardia, y de manera menos relevante en el frente, con un protagonismo y un acceso a la autonomía personal que ninguna otra situación de normalidad hubiera colocado de una forma tan rápida. Las mujeres tienen que asumir todas las responsabilidades tanto en el mundo laboral como familiar. Es una oportunidad para transformaciones de muchos aspectos, como los cuidados, en la vida de las mujeres.
-En la época de la que trata el libro, ellas son anarcosindicalistas en una etapa en la que el componente obrero está muy presente. Ahora en 2020, el sujeto político fuerte es el feminismo, ¿tiene la esperanza de que el feminismo arrastre también al conocimiento de obreras y a la tradición sindicalista?
– Ellas fueron unas adelantadas a su tiempo. Eran las únicas que cruzaban el género y la clase social. En esa época el feminismo incidía en el género, pero apenas se tenía en cuenta cuando se entrecruzaba ser mujer con la clase social se creaban unas distancias enormes entre las propias mujeres. No era lo mismo ser una mujer burguesa, que también sufrían limitaciones, que ser obrera. Ellas se adelantan. Hasta los 60 o 70 no empieza a plantearse la interseccionalidad, que el género se entrecruce con la clase, la raza, etc.. El sujeto mujer es un sujeto diverso, no único.
El problema que hay en las mujeres que desatienden el tema obrero es más con las organizaciones sindicales que ignorar que la clase social sea importante, es ahí donde se produce un malestar. Los sindicatos han sido siempre organizaciones muy masculinas, incluso en su lenguaje. Hace poco en un conflicto laboral oí la expresión “hay que echarle huevos”. Ese lenguaje ha hecho que las mujeres estén poco integradas en los sindicatos.
Creo que es importante recuperar estas otras biografías. En las redes sociales se incide mucho en escritoras o científicas, que están muy bien pero no son la mayoría. La mayoría eran trabajadoras, campesinas, etc.. Es importante recuperar biografías de las mujeres comunes, a las que no se da tanto protagonismo dentro del feminismo.
-Hay algunos temas que aparecen en el libro que llegan hasta nuestros días, como la prostitución. Algunas integrantes de Mujeres Libres hablaban “liberatorios de prostitución”, ¿qué eran y cómo funcionaban?
“Si usásemos el lenguaje actual, ellas serían abolicionistas”
-Si usásemos el lenguaje actual, ellas serían abolicionistas. Una de ellas viene a decir que pocas burguesas andan por los prostíbulos. Consideraban que las prostitutas eran hijas del pueblo, de la pobreza, de la miseria, del paro. La idea de los liberatorios era que esas mujeres que habían optado por la prostitución por falta de recursos económicos o por haber sido violadas por sus amos en el servicio doméstico tuvieran un apoyo psicológico, laboral, de formación laboral, etc. para poder liberarse de ese trabajo. Estos liberatorios de prostitución pretendían dar esa formación y esa ayuda para que las mujeres que quisieran pudieran salir de la prostitución y realizar otro tipo de trabajo.
Se daban cuenta de que pese a los planteamientos, revolucionarios, radicales, progresistas, etc. en Barcelona la prostitución continuaban en pleno auge, como si no hubiera pasado nada. Habían cambiado muchas cosas pero los prostíbulos seguían abiertos. Ellas venían eso como un retroceso en los planteamientos revolucionarios.
-También habla de la función de educar a los futuros revolucionarios que recae en las mujeres, ¿cuál era esa visión de la maternidad?
-La mayoría asumía la maternidad como una opción relevante. Una de las razones era esa. La mujer en su papel de madre podía encauzar a los hijos e hijas en valores y planteamientos totalmente diferentes, revolucionarios. Esa función sería clave en el desarrollo de un proceso revolucionario. Los anarquistas, en general, daban mucha importancia a la transformación interna de la persona como un elemento clave de la revolución, no solo la externa. Es esa emancipación interna donde las madres tendrían esa función protagonista.
En realidad no se desembarazaron del condicionante esencialista de que la maternidad era algo casi sagrado en las mujeres. Sí hay una minoría que apostaba por el planteamiento de que la maternidad no era sino una opción más. La mujer podía optar o no por la maternidad. Sánchez Saornil era lesbiana y no tuvo criaturas, pero curiosamente, ninguna de las tres redactoras de la revista Mujeres Libres tuvo hijos o hijas.
-¿Qué era el amor libre para ellas?
-Realmente es un concepto anarquista, no específicamente de las mujeres. Se suelen referir a la pareja entre hombre y mujer, no suelen hacer referencia a parejas entre mujer y mujer y hombre y hombre, aunque sabemos que las hubo. Con este concepto se refieren a que no tenían que estar sometidas a ninguna normal, ni matrimonio religioso ni laico porque pervertía la libertad de unión entre las parejas. Significaba también una sexualidad libre. Hombres y mujeres podían unirse no solo como pareja o incluso que podían tener varias parejas, sin estar vinculadas única y exclusivamente a una, aunque se da poco en el anarquismo español. En general eran uniones bastante estables y sometidas a la fidelidad.
Quizá la persona que habló más libremente y con un gran humor era Amparo Poch, que sabemos que tuvo varias parejas y que incluso se dieron a la vez. Ella se reía mucho de Mercedes Comaposada, diciendo que si no se aburría de desayunar siempre con la misma persona. Lucía lo llevó a la práctica pero también fue muy fiel a su pareja hasta el punto de desvincularse de sus ideas relacionadas con las organizaciones libertarias.
-Cuando acabó la guerra, la dictadura diseñó castigos específicos para estas mujeres, ¿Cuál era el objetivo?
-Conseguían su objetivo a través de violaciones, del rapado del cabello, de paseos con aceite de ricino, de marcar los cuerpos tatuando una palabra o colgando banderitas en una pequeña cresta. Las rojas, en sentido genérico, habían roto con algo peor que con los hombres: con su papel tradicional de mujeres. Al entrar en el espacio público, tomar la palabra o actuar a nivel de política, cultura o de sindicato habían roto el aspecto más específico de la mujer: el silencio y la pasividad.
El castigo tenía que ser de género. No era casualidad que se les rapase el pelo, un símbolo de belleza femenina, y que se las humillara públicamente para que todo el mundo lo viera. Al hombre se le aplicaba el castigo dentro de la prisión, en cambio a la mujer se la paseaba por el pueblo, se la ridiculizaba y humillaba ¿Qué pretendían? Castigarla a ella y al hombre de la familia, que la mujer quedara tan castigada que impusiera el silencio en el hogar, el comportamiento normalizado dentro de todo el núcleo familiar. Lo cual afectaría no solo a ella, sino al hombre, a sus hijos e hijas, etc. Es un papel de la transmisora del castigo y del silencio para que calara no solo a su generación, sino a sus hijos e hijas.
La guerra tuvo un componente de género, la represión un componente de género y el franquismo un componente de género. Las mujeres siempre tenían algo específico y diferenciado de los hombres.
-¿Qué queda del anarquismo español en España?
-Si hablamos de organizaciones, tanto anarcofeministas como anarcosindicalistas en sentido estricto son minoritarias respecto a lo que fue la época de la que hablamos. Desde ese punto de vista podríamos decir que el anarquismo está debilitado. Sin embargo, si nos paramos a ver valores que ha impulsado el anarquismo los podemos encontrar en varios movimientos, algunos que no se reconocen anarquistas. El 15M, por ejemplo, era asambleario, contrario a la jerarquización, partidario de abstenerse en el terreno político… son valores políticos que el anarquismo ha defendido y sigue defendiendo.
“El anarquismo sigue vivo pero difuso”
Si hablamos de amor libre o sexualidad libre nunca como ahora está desarrollado. Son aspectos que en el pasado defendió el anarquismo más que el marxismo u otras corrientes socialistas. El naturismo o el vegetarianismo también está dentro del bagaje anarquista y de plena actualidad. La ecología, la preocupación por el cambio climático, el animalismo tiene elementos que, si parten de un planteamiento es sobre todo del anarquismo por una razón muy sencilla: siempre dio mucho valor a la dominación, no solo en la explotación en la fábrica, como hizo el marxismo. La dominación afectaba a muchos más aspectos: el Estado, la familia, la Iglesia, etc. Desde ese punto de vista, el anarquismo sigue vivo pero difuso porque siguen vivos esos valores y la gente joven los asimila con mucha facilidad, sin saber que son anarquistas o sabiéndolo.