El Salto/Demetrio E. Brisset
30 años después del fallecimiento de Eduardo de Guzmán, Demetrio E. Brisset publica una entrevista inédita a este periodista anarquista.
https://www.elsaltodiario.com/periodismo/eduardo-guzman-anarquista-30-aniversario-muerte
Eduardo de Guzmán, (Villada, Palencia, 19 de junio de 1908 – Madrid, 25 de julio de 1991). DEMETRIO E. BRISSET
En 1985, después que la Unión de Periodistas le concediera el “Premio Libertad de Expresión” como reconocimiento a sus inquebrantables 60 años de trabajo periodístico y lucha social, por los que fue condenado a muerte e indultado tras largos años de cárcel, entrevisté en su domicilio en la madrileña calle Atocha a Eduardo de Guzmán, memoria viva del periodismo español.
Sucesivas operaciones oculares de cataratas le mantenían inmerso en tinieblas, dificultando su autoimpuesta tarea de ser consciencia crítica de nuestra sociedad. Era buena ocasión para repasar una existencia involucrada en episodios históricos.
Pero la revista para la que entonces yo trabajaba prohibió su publicación, y el material quedó sepultado en mi archivo. Aprovechando el homenaje que ahora le dedica la Fundación Anselmo Lorenzo (Peñuelas 41, Madrid) con una exposición sobre su vida y obra que se abrió con dos coloquios, el 17 y 18 de junio, considero que es el momento para sacarla a la luz.
En ‘La Tierra’ fui el redactor-jefe, y entre otros sucesos de la turbulenta época, participé en el desenmascaramiento público de la matanza de Casas Viejas
“Nací en 1908 en Villada, un pueblo palentino. Mi padre era abogado y tenía algunas fincas, pero murió pronto y nos quedamos sin un céntimo, por lo que mi madre se vino con los seis hijos a Madrid a buscarnos una salida. Pasamos auténtica hambre, hasta que comenzamos a trabajar en lo que se podía. Yo entré a los 16 años de recadero en un periódico “sapo”, uno de esos que mantenía la cabecera apenas sin tirada. Poco después se independizaron un grupo de periodistas de izquierda y fundaron El Diario del Pueblo y me dieron la oportunidad de empezar a escribir, tocando todo tipo de temas. Pasé luego a La Tierra, que se destacó por su lucha contra la censura. Al proclamarse la República entraron destacados anarquistas en este periódico, que se unió a la CNT, superando los 50.000 ejemplares de venta y con gran influencia en la política nacional. Allí fui el redactor-jefe, y entre otros sucesos de la turbulenta época, participé en el desenmascaramiento público de la matanza de Casas Viejas: nada más producirse la tragedia nos fuimos Ramón J. Sender (entonces redactor de La Libertad) y yo, y a punto estuvieron de matarnos, por descubrir que de los 19 campesinos muertos tan solo seis lo fueron en los enfrentamientos, mientras que el resto fue sacado de sus casas y asesinados“.
”Nuestra generación luchó en la última de las revoluciones románticas, y estábamos convencidos de que íbamos a ganar“
”Aunque el Parlamento se negó a investigar, se formó una comisión parlamentaria extraoficial, a la que acompañamos. Con las pruebas presentadas a juicio se condenó a 20 años al capitán de los Guardias de Asalto que dirigió la matanza, y quien sería poco después amnistiado. Por declarar como testigo en este juicio, de gran importancia política, no pude hacerlo en otro que se celebró en Madrid contra Aurora Rodríguez, quien había matado a su hija Hildegart, inteligente y atractiva joven colaboradora de nuestro periódico. Su madre me llamó desde la cárcel para contarme los motivos: la había criado para convertirla en una redentora de la Humanidad, pero sus sentimientos la apartaron del camino de la lucha trazado por la madre y ésta acabó destruyéndola, como si sufriese una especie de complejo de Pigmalión. Esta terrible historia la conté años después en un libro Aurora de sangre, sobre el que se basó la película dirigida por Fernán Gómez en 1977“.
”Entrando los fascistas, el 28 de marzo de 1939, saqué el último número y salí pegando tiros en un camión rumbo a Alicante”
“Al estallar la guerra civil me fui de corresponsal a varios frentes, entre ellos el de Aragón donde conocí a fondo a Durruti y la tremendamente positiva experiencia de las colectivizaciones. La autogestión obrera en las empresas, los colectivos agrarios y las transformaciones de mentalidad sexual (como la igualdad de sexos y la “huelga de vientres” por la que se decidía evitar que aumentara el futuro número de trabajadores explotados) fueron varios de nuestros logros sociales. Nuestra generación luchó en la última de las revoluciones románticas, y estábamos convencidos de que íbamos a ganar. Cuando asaltamos el Cuartel de la Montaña con unas pocas pistolas viejas creíamos que con buen armamento no habría problema, pero hacen falta muchos años para la educación y el desarrollo de la conciencia y los sentimientos antes que se pueda aplicar el anarquismo. Todas las grandes ideas son utopías, y la más bonita es la que ofrece un máximo de libertad, que es el anarquismo”.