FECHA

Entrevista a Carlos Verdaguer: El Madrid de los centros sociales, okupas y demás en la época de “La Movida”
AJOBLANCO

A las barricadas

http://m.alasbarricadas.org/noticias/node/35350

En esta entrevista las reveladoras experiencias vividas desde los años de la transición a los años ochenta dentro de los procesos de lucha y los acontecimientos culturales, como el CS Mantuano (en la actualidad Centro Cultural “Nicolás Salmerón”) y la “Movida“, o dentro del ámbito académico, sirven para construir un relato que parte del panorama vivencial y emocional alejado de la imagen oficial, y para arrojar pistas sobre una posible investigación.

Carlos Verdaguer es arquitecto urbanista, profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, consultor de GEA 21, junto a la que ha participado en numerosos procesos de participación ciudadana en la toma de decisiones sobre el territorio, entre otros el de Trinitat Nova en Barcelona.

Los espacios sociales y los centros sociales en los 70 -80

areaciega-. Una primera pregunta partía de interrogarnos por las luchas y los procesos de investigación de los años setenta y ochenta para contrastar los cambios que han se han producido en las maneras de intervenir e investigar en la ciudad, algunas que se habían perdido y otras que se podían recuperar, todas esas prácticas del pasado ligadas al espacio en tres fases: las luchas de barrio, las Investigaciones militantes, y los procesos de intentar cartografiar, si los hubo, el territorio.

Carlos hace un relato muy interesante sobre larelación entre los espacios sociales y los centros sociales, elementos asociados a la “movida” de los 80.

El argumento central de la entrevista destaca la crítica al discurso oficial de la transición, el cual la ha ido banalizando, esclerotizando, hasta convertirla en una caricatura interesada de sí misma. Carlos Verdaquer va construyendo en el diálogo la descripción histórica a partir de sus momentos álgidos y más significativos. Por ejemplo, “la movida“, presentada como una especie de fenómeno sin orígenes que desapareció del mismo modo, inopinadamente, o como si la transición hubiera sido producto de algo así como “esgrima de salón”. La reflexión de Carlos Verdaquer habla sobre cómo recuperar y rehacer esa discurso de un pasado próximo, cuyos protagonistas de entonces somos los adultos de ahora, o son/ somos ahora la generación que está en el poder y está llevando las riendas… Se ha producido una cierta amnesia interesada sobre la que es necesario indagar.

Carlos Verdaguer-. Estoy seguro de que, al compartir está reflexión con gente de mi generación, aunque estuviésemos en corrientes muy distintas, estaríamos de acuerdo en que no se ha recogido la verdadera esencia de lo que fue aquello. La “movida“, por ejemplo, no es comprensible como fenómeno aislado, si no la vinculas con lo que podríamos llamar el underground o la contracultura madrileña que se había empezado a construir a finales de los 60 y principios de los años 70, cuando habían empezado a ocurrir cosas que, evidentemente, no aparecen en la escena oficial. Aquella escena alternativa se mezclaba con todo lo que era la contestación política del momento, y no se puede explicar sin hacer referencia, por anecdótico que pueda parecer, a los fanzines que se vendían en el Rastro de Madrid o sin recordar las pequeñas acciones clandestinas de influencia situacionista que se organizaban desde las Escuelas de Bellas Artes o de Arquitectura. Existía, de hecho, un continuum con los mismos protagonistas…esa puede ser una línea de investigación, o de mirada reflexiva, que es difícil de investigar sin recurrir a la memoria oral.

Otro elemento fundamental para entender lo que ocurría a nivel de territorio, y que sí está un poco mejor recogido y estudiado, es la historia del movimiento ciudadano y de las asociaciones de vecinos, todo el tejido asociativo que se había ido formando trabajosamente a lo largo de los años sesenta y setenta, y que tuvo un papel fundamental en la transición, pero que curiosamente fue totalmente desmantelado después de las primeras elecciones municipales en 1979.

Podría hablarse del caso concreto del Centro Mantuano, un centro social autogestionado que estaba en el barrio de Prosperidad, y que había sido impùlsado por varias organizaciones políticas, sociales y culturales situadas en el barrio: el Ateneo Libertario de Prosperidad, la Asociación de Vecinos de Prosperidad (que ese momento tenía una fuerte componente del LCR y del PCE, bastante organizados), el Ateneo Politécnico (un conglomerado de grupos de músicos y artistas de todo tipo), la Guardería Don Nicanor y laEscuela Popular de Prosperidad, entre otros. Desde este centro organizamos, de manera muy consciente, unas jornadas de reflexión y debate sobre las elecciones de 1979, a las que invitamos a todas las fuerzas políticas. Acudió un amplio abanico electoral, por supuesto el PSOE, el PCE, incluso Alianza Popular. El límite claro lo pusimos en Fuerza Nueva, quienes, entre otras cosas, querían quemarnos el local… Había por nuestra parte una voluntad explícita de crear escenarios sociales a nivel local de debate político, una idea que pertenecía al discurso común de toda la izquierda. Ni se nos pasaba por la cabeza que las cosas pudieran encaminarse en otro sentido; considerábamos que, muerto Franco, el camino que había que recorrer debía partir de aquellas formas nuevas de debate y del tejido socio-político que ya existía y seguía creciendo en los barrios. Para nosotros que nos considerábamos realmente la izquierda, el PSOE, prácticamente inexistente, no era más que un tímido intento superado de construir la socialdemocracia. El caso es que el PSOE, tras ganar aquellas elecciones, lo primero que hizo fue acosar y clausurar aquel centro social autogestionario.

Para mí, una línea posible de investigación pasaría por acudir a los protagonistas de esa época, que aún no somos tan mayores, y recoger sus relatos para hacer un retrato interesante. Como decíaJoaquim Jordá durante un coloquio tras la proyección de su película Numax en el local de Traficantes de Sueños : “lo que está claro es que yo no estaría haciendo lo que hoy hago si no hubiese vivido aquella época”, es decir, que transformación personal y huella desde luego que la hubo. La mayoría de nosotros hemos visto marcada nuestra trayectoria por las experiencias de aquel momento.

Entre los protagonistas de aquella época estaban efectivamente Almodóvar, Alaska… pero nunca se han dignado a hacer referencia a cómo se hizo posible la creación de un escenario que permitiese la existencia de esas prácticas contraculturales. Un grupo de música necesitaba un local, y ¿quién estaba en esos momentos encabezando la lucha por los espacios? Los que estábamos en la lucha política. La lectura lineal es clara: los locales donde se ensayaba o donde se daban las prácticas culturales alternativas se conseguían gracias a la lucha política. El tejido socio-políticocultural era un tejido continuo donde la gente estaba involucrada en todos los aspectos. De ahí es de donde salen ciertamente algunos grupos famosos, y lo que luego se ha entendido como la movida madrileña. El caso es que todo ese tejido que sostenía estas prácticas se desmantela con la entrada de la democracia, y merece la pena estudiar cómo se produce ese proceso. Nos podemos servir de relatos narrados en primera persona o echar mano de las hemerotecas y ver qué lecturas se producían.

A este respecto el tema de la droga, por ejemplo, se vendió como algo muy negativo, pero no podemos olvidarnos de lo que significaba la droga en esos momentos. Efectivamente, encontrarse a alguien metiéndose un pico en la escalera del centro social podía no ser excepcional, pero, aunque el balance de lo que supuso fue sin duda muy negativo, una lectura rigurosa debe tener en cuenta el contexto en su totalidad. O el tema de la violencia, otro tema peligrosísimo de tocar en estos momentos y del que nadie habla. Nos estamos olvidando de que en el año 77 varios abogados murieron tiroteados en la calle Atocha. ¡En aquellas manifestaciones los participantes lloraban de dolor y rabia!. Yo tenía 21 años, y no podía contemplar la violencia con los mismos cristales con que lo hago ahora. Ese esfuerzo por situar las cosas en su contexto y de una manera objetiva no ha sido hecho ni siquiera por los verdaderos protagonistas. Hay un cierto afán de olvido que, en mi opinión, se ha convertido en nocivo en cuanto a que ha contribuido a romper el lazo generacional. Cuando yo observo vuestros procesos, no puedo evitar ver los mismos protagonistas y las mismas discusiones, que no han cambiado desde hace 30 años, ¡que se dice pronto! ¿Cómo conseguir que esas vivencias de entonces se incorporen de forma activa al conocimiento antagonista y pasen a formar a parte del acerbo de conocimiento vivo, del discurso actual sobre participación y autoorganización?

Un ejemplo paradigmático: el centro social Mantuano

areaciega-. Hasta tal punto llega la ruptura generacional que el otro día al acto que se celebraba en la Eskalera Karakola sobre el libro que ha escrito Paloma Candela sobre las cigarreras de la Tabacalera, y que refleja cómo eran esas formas que ellas tenían de auto-organizarse solidariamente (un tema que interesa enormemente a la gente de Precarias a la Deriva para ver cómo pueden ellas enfrentar la crisis de los cuidados) las propias señoras cigarreras no querían acudir porque consideraban a las chicas de la Eskalera Karakola ¡unas okupas ajenas al barrio!

Podríamos ilustrar mejor esto que nos cuentas si haces un zoom sobre el Centro Social Mantuano, para ver las formas de organización, cómo se gestionaba, la relación con las asociaciones de vecinos…para ver esos paralelismos con los procesos nuestros de ahora.

La historia del Centro Mantuano sólo se explica si se se la sitúa dentro del período de la UCD: un período considerado irónicamente como feliz, donde se produjo un vacío de poder, y en el que no se sabía muy bien cuál era la correlación de fuerzas. La ultraderecha estaba desconcertada y aterrada en aquellos momentos, la izquierda no sabía hasta dónde podía jugar, y creo que la gente de base de la denominada extrema izquierda éramos muy optimistas respecto a nuestra fuerza (el auge y caída del movimiento libertario hasta 1977 es muy significativo) Era una época en la que la ambigüedad jugaba a nuestro favor, donde podías pasar por delante de un policía fumándote un canuto y muy probablemente, haría todo lo posible por no darse por enterado. Para entendernos, si en aquel mismo momento reproducías aquellos comportamientos en Londres, o en cualquier otro lugar de Europa de los que que se consideraban más avanzados en libertades, como poco llamabas poderosamente la atención y seguramente te buscabas serios problemas.

“La Escuela de Mandos de la calle Mantuano era un edificio gigante (lo que hoy es el Centro cultural y el colegio Nicolás Salmerón) de cuatro plantas y con decenas de espacios, antiguas aulas, dormitorios, un bar y un comedor con sus cocinas y todo. Al poco tiempo de la ocupación, había cientos de jóvenes pululando por allí. Las condiciones para que alguien pudiera acceder a un local se reducían a justificar algún tipo de actividad cultural, que hubiera un espacio libre, y pagar la cuota mensual, que era muy baja”.(Recuerdos de un «okupa» de los 70. Gran Wyoming)

El barrio de la Prosperidad abarcaba, en nuestro mapa mental, una amplia zona difusa cuyos límites llegaban a Príncipe de Vergara, Clara del Rey, Plaza de Cataluña, Ramón y Cajal, incluso hasta La Guindalera. En aquel momento el panorama territorial de Madrid sí que se podía entender por barrios. El movimiento ciudadano, aunque el movimiento obrero seguía manteniendo el protagonismo, había cobrado mucha fuerza y era un momento de auge político, de tal manera que, al hablar de los barrios, a poco enterado que estuvieras, ya sabías más o menos cuáles eran las fuerzas políticas dominantes . Hablando en términos urbanísticos, no hay que olvidar a este respecto que el programa de remodelación de barrios de Madrid llevado a cabo a lo largo de los años 80 fue el tributo que el PSOE estuvo obligado a pagar al movimiento ciudadano.

En aquel momento se estaba desmantelando todo el aparato del Movimiento Nacional, y en Prosperidad quedaban unos locales que se conocían popularmente como “la Escuela de Mandos”. De hecho, habían sido previamente un colegio en la época de la República, reutilizado durante la dictadura como Escuela de Mandos de la Falange. En aquel momento, el período UCD, eran un espacio sin uso. Dentro de la filosofía pseudo-populista un tanto demagógica y a la vez ingenua de la UCD, ese local sin uso debía pasar a manos del barrio. La información sobre esas vagas intenciones se filtró hasta la base del barrio.

Esa base éramos entonces los que estábamos organizados, la Asociación de Vecinos, con la composición política que comentábamos; el Ateneo Libertario, que se había formado en la clandestinidad hacía tres o cuatro años pero que ya disponía de un local abierto en la calle Emilio Mario, con habitaciones que cedía a grupos de música, por ejemplo a Kaka de Luxe, es decir, que era la pequeña institución radical del barrio; el Ateneo Politécnico, un colectivo de artistas de todo tipo, grupos de música y de teatro, que se habían ubicado en un antiguo colegio del barrio gracias a las peculiares circunstancias familiares del director del mismo, un personaje un tanto estrafalario conocido como el Cuco; también estaba la Escuela Popular de Prosperidad, la Prospe, que había estado en la parroquia San Juan de Ribera, y que andaba la búsqueda de nuevos locales, y la Guardería Don Nicanor, entre otros.

Creo que fue a iniciativa de la Asociación de Vecinos, la Escuela de Prosperidad y nuestra, el Ateneo Libertario, quienes solicitamos conjuntamente un encuentro con el concejal para exigir que nos cediesen ese sitio a las asociaciones del barrio, para gran sorpresa y desconcierto de la UCD. Aquello, la autogestión de facto, sin necesidad de okupación, fue posible en aquel momento peculiar porque aún no se había construido todo el aparato de un estado llamado democrático. En tres años las cosas cambiaron. ¡El caso es que, en aquel momento, los de UCD ni siquiera sabían qué presupuesto había disponible para aquel local!….y así, de modo relativamente fácil y de forma “oficial”, en un ámbito de cierto despoder, conseguimos las llaves del sitio. Luego levantamos un plano artesanalmente y decidimos entre todos la gestión del espacio.

“Aquellos fueron los tiempos del increíble Ateneo de la Prosperidad, un espacio multicultural autogestionado en el madrileño barrio del mismo nombre en el que ensayaban desde grupos de teatro o marionetas hasta bandas de rock (La Romántica Banda Local, Paracelso) y los grupos que darían vida a La Movida Madrileña, desde Los Zombies a Aviador Dro o los citados y efímeros Kaka de Luxe. Un espacio de algún modo alegal que funcionaba de maravilla hasta que alguna mente cuadriculada decidió que procedía ordenar, encasillar, legislar y al fin eliminar la creatividad”. (Chechu Monzón –Gran Wyoming-).

Durante un tiempo se confundió el Centro Mantuano directamente con el Ateneo Libertario, aunque éste era sólo una parte de aquél. Sin embargo, aunque parezca que arrimo al ascua a mi sardina, creo que, con todas las ingenuidades y torpezas políticas que cometíamos, paradójicamente, quienes estábamos mejor preparados para hacer frente, desde un punto de vista conceptual y teórico, a una experiencia autogestionaria éramos nosotros, los anarquistas.

El debate de la autogestión frente a la izquierda tradicional ya se conocía, por supuesto, pero quien supo reavivarlo y organizarlo desde abajo en aquel preciso momento y lugar fuimos nosotros, los del Ateneo, la Escuela Popular y la gente independiente que allí se juntaba. Pusimos a punto un sistema de catalogación de las numerosas salas de aquel magnífico edifico y a través de este sistema hicimos una previa distribución y reparto del espacio. También definimos conjuntamente los criterios para ver qué grupos culturales se iban a admitir, qué cuotas íbamos a pagar y qué mecanismos de autofinanciación íbamos a poner en marcha. A través de una asamblea mensual, de la que se elaboraban sus correspondientes actas, todos los grupos exponían los criterios por los cuales querían que se rigiese la gestión del espacio, se hacía un seguimiento continuo de los problemas, todo el mundo tenía que responsabilizarse del uso del espacio… es decir, el vademécum clásico de un proyecto autogestionario como áquel. Por supuesto, intentábamos que el funcionamiento fuera rigurosamente horizontal, y viéndolo a posteriori, aquella experiencia nos sirvió mucho a los que buscábamos formas de terminar con los planteamientos jerárquicos, para darnos cuenta de la importancia de las metodologías y de las técnicas necesarias para hacer posible una participación horizontal. Comparado con la experiencias vividas por mí en aquella misma época, en asambleas de estudiantes y otros tipos de reuniones y debates políticos, el funcionamiento de aquella asamblea era relativamente eficaz y democrático, teniendo en cuenta su tamaño y sus objetivos. Lo cierto es que, inevitablemente, siempre hubo acusaciones de manipulación dirigidas contra el Ateneo Libertario y los anarquistas en general…A su vez, por parte de los elementos más politizados del centro existía un gran recelo en contra de ciertas aptitudes “vanguardistas” que hacían un uso parasitario del espacio sin contribuir a la consolidación del proceso, escudándose en su perfil “artista”, y que rápidamente te acusaban de estalinista en cuanto se lo reprochabas.

En ocasiones hay que reconocer también que las discusiones alcanzaban un alto nivel de agresividad, sobre todo verbal. Hay que entender que vivíamos en una situación de urgencia permanente, donde, hasta el más ingenuo militante de izquierdas, yo mismo, con 20 años, había pasado, aunque fuera fugazmente, por la Dirección general de Seguridad (la terrible DGS) o por Carabanchel, y cualquier día, estando en los billares Morasol o en el parque de Berlín, podías toparte con los Guerrilleros de Cristo Rey y otros grupúsculos fascistas que merodeaban también por el barrio, con la consiguiente amenaza permanente de enfrentamiento.

En aquella época y con la perspectiva de entonces, entre la delincuencia callejera, la violencia, y el enfrentamiento político, a veces los límites no estaban muy claros, sobre todo en sectores de extrema izquierda. Era una situación un tanto desquiciante. Aunque bien es verdad que todas estas cuestiones eran lugares comunes para toda la izquierda. Hablando de lucha armada con cualquier militante de base del PCE o incluso del PSOE, todos sabíamos qué queríamos decir, estuviéramos o no de acuerdo con ella como estrategia política…y es que en la calle se seguía a tiros: en el mismo año 1975, justo ante de morir Franco, tenemos el ajusticiamiento de Garmendía y Otaegui. Hasta los más jovencitos de entonces ya habíamos vivido varios ajusticiamientos, empezando por el de Puig Antich en 1973, y prácticamente en directo, varios asesinatos de estudiantes a manos de la policía en las grandes manifestaciones obreras y estudiantiles. Por eso, cuando el asesinato de Carrero Blanco en 1973 la izquierda se alegró, y quien lo niegue, miente. Los de derechas nos acusan ahora de ser los que aplaudíamos a ETA, pero es que, simultánemante, en la calle éramos también los que sufríamos en carne propia la represión policial y las acciones de los pistoleros de la ultraderecha…

Dentro de las actividades del Centro Mantuano era muy interesante en sí la propia gestión del centro, y la posibilidad de ceder espacios suponía la mayor conquista y era lo que más posibilidades abría. También la heterogeneidad en sí misma era una gran riqueza: aparte de grupos de música punk, había grupos de jazz, había talleres de grabado, grupos de teatro, de poesía activa… Era como macramé contracultural. De hecho, en aquellos momentos, ¡hasta hacer macramé podía ser una forma de crear un espacio de sociabilidad!, y eso era lo que la gente estaba deseando. Reunirse y socializar era el reto. Por aquella época fue cuando se consolidaron y extendieron las grandes zonas de ocio nocturno en Madrid, que literalmente eran áreas tomadas, como Malasaña. Surgieron locales míticos, como el Armadillo, en la Calle Augusto Figueroa, La Vaquería de la calle Libertad,o el Carolina, muy anteriores al Rockola, símbolo de la movida madrileña … En torno a ellos iban cristalizándose zonas percibidas como de libertad, también gracias a que el centro no sufría la presión inmobiliaria de ahora. Había huecos.

El Aviador lo comenzamos cuando tenía 17 años, pero hacíamos fanzines en el Ateneo de Prosperidad,el Ateneo Libertario que había donde está ahora el Centro Cultural Nicolás Salmerón, la Antigua Escuela de Mandos de la Falange, que fue ocupada por gente de UCD, gente libertaria, en el 77-78, y allí estábamos nosotros, un grupo que se podría decir de acción alternativa. “En este centro de Prosperidad actuábamos en los mismos locales Aviador Dro, Radio Futura, Los Pegamoides, los Zombies, y, al mismo tiempo, estaba gente como Pedro Almodóvar estrenando su primer largometraje, en 16 mm, allí mismo”. (Servando Carballar, fundador de Aviador Dro y sus obreros especializados.

Este es, pues, el contexto en que se desarrolla el Centro Mantuano: transición política no tan pacífica y contracultura. En los kioskos, revistas como Star, Ajoblanco el Vívora: una explosión que se venía preparando y que venía de antes. Insisto en que era normal tener un pie en la contestación política y al tiempo estar al tanto o colaborar en algún proyecto contracultural.

El Centro Mantuano hizo un poco de “meeting point” -punto de encuentro- de aquellas experiencias, y es un caso significativo, porque maduró. Sin embargo, hubo otras experiencias de ateneos libertarios y centros sociales autogestionados en otros barrios, aunque quizás la experiencia más similar fue la del centro Migrans de San Blas. También empezó con mucha fuerza casi en la misma época, sólo que en un barrio mucho más conflictivo en cuanto a drogas y diferencias raciales. El Centro Migrans destacó mucho por su centro de ginecología, gestionado por un grupo de mujeres profesionales radicales y muy puntero en temas de anticonceptivos, etc. La experiencia global fue fallida porque no logró la cohesión y acabó estallando..

“La experiencia del Centro Mantuano duró de 1977 a 1980, intenso y fugaz. La deriva de droga y descontrol fue fuerte, aunque más lo fue el acoso inexorable del PSOE, que cortó la luz, hasta el punto de que hubo que instalar un generador eléctrico para poder dar las clases de adultos de la Escuela Popular”. Lo más interesante de estos Centro Sociales es que se pueden leer como rótulas o conectores que explican en términos espaciales la conexión entre el movimiento contracultural y el movimiento político de la época y permiten contextualizar muchas cosas, entre ellas la tan sobrevalorada movida madrileña y sus protagonistas, de todo lo cual han quedado algunos testimonios en la escena cultural moderna “oficial”, como algunas de las escenas de las primeras películas de Almodóvar (”Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón“) o aquella de Fernando Colomo (”¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?“) que se rodó en gran parte en el salón de actos del Centro. Lo cierto es que no había infraestructura cultural para albergar estas prácticas, aunque sí una infraestructura espacial de vacíos urbanos. El ecosistema urbano aún te permitía cierta libertad. Por ejemplo, para los jóvenes, irse de casa era relativamente barato y fácil, al contrario que ahora.

En conclusión, esos espacios temporales de despoder permitieron imaginar y albergar otras opciones a la izquierda digamos “alternativa”, que, mientras organizaba debates políticos sobre las elecciones, propugnaba la abstención, pensando ingenuamente que, con el grado de formación que existía en la izquierda, se podría construir algo más potente y más digno que una socialdemocracia, por así decirlo, ramplona. A fin de cuentas teníamos muy cerca a Salvador Allende. Como mínimo era eso… Y cuando, unos años después, tras la traumática experiencia del golpe de Tejero de 1981, quienes, como yo, votamos al PSOE en 1982, fue con la clara consciencia de que les entregábamos un cheque en blanco, pero también pensando que, si con la UCD habíamos podido construir aquello, con alguien que se auto-proclamaba de izquierdas, sería aún más fácil seguir avanzando, ¡y aún más cuando sabíamos que en los cuadros de poder estaban, entre otros, los propios militantes de las asociaciones de vecinos! Fue una lástima que, sobre todo en el PCE, donde había gente muy bien preparada y que había estado trabajando honradamente en la base, se perdiese tan rápidamente la perspectiva de que la democracia sólo se puede construir sólidamente desde abajo.

areaciega-. Hablándolo en términos de huecos se conjugaba el vacío territorial, sin presión territorial, con el vacío de poder, y la porosidad del hueco social…Cómo se perdió esa porosidad o dónde se encuentran los hueco ahora son los temas que tendríamos que investigar.

Aunque lo estamos enfocando desde el punto de vista político, es cierto que la apertura en lo social era total, era cómo la sensación de abrir las puertas de una habitación cerrada, y había muchas ganas de crear y dar con cosas nuevas. Había mucha frescura, y ganas de poner en práctica todo lo que habíamos estado leyendo y por lo que nos habíamos interesado durante los años de clandestinidad. La clandestinidad es horrible, es esquizofrénica y psicótica, te obliga a la separación del otro y te condena a la marginalidad. El salir de esa situación permitió calar sobre otras personas menos politizadas, la porosidad era total. Pero nos dimos de bruces. La narración oficial de la transición resulta útil en el sentido de que nos permite darnos cuanta de cuál era el proyecto que realmente se estaba cocinando, por así decirlo, ‘oficialmente’. Cuando realmente se cierra el cepo, la porosidad de lo social y el hueco se reducen considerablemente.

Sobre todo me interesa reflexionar sobre por qué es necesario situarse en aquella época para explicarse a sí mismo, porque, si no, hay muchos fenómenos, incluso contemporáneos, que no lograremos comprender. Sólo pensando y teniendo en cuenta el contexto te puedes plantear los “por qués”. Sólo comprendiendo cómo nuestras vidas discurrían en un continum temporal, político, físico, dominado por la sensación de urgencia y de cambio continuo, puedes darte cuenta de lo absurdo de la imagen congelada que nos ofrecen, por ejemplo, en la tele.

Las conexiones con Europa

areaciega-. Pasando a otro plano, ¿qué conexiones internacionales existían?

Conexiones internacionales existían a todos los niveles desde el momento en que el grado de actividad y cohesión política era muy alta y, si te mantenías activo políticamente, estabas al corriente de todas las experiencias del momento. Basta revisar la colección del Ajoblanco, por ejemplo, para darse cuenta. Si viajabas por Europa, tenías direcciones dónde acudir y con quién ponerte en contacto e incluso las podías encontrar en las propias revistas de los kioscos. Por no hablar del rico sustrato editorial generado desde la contracultura.

Por ejemplo, aquí la okupación como tal no existía, pero se estaba muy corriente, y de forma directa, de la experiencia de los squatters ingleses, los hausbesetzer alemanes o los kraakers holandeses. A finales de los 70 éramos numerosos los okupas españoles en Londres, Berlín o Ámsterdam. En el fondo aquí no había condiciones para que se diese la okupación debido a la estructura urbana y al mercado inmobiliario. Corresponde más a la época de ahora. De hecho, podría decirse que el Madrid de ahora responde en esto más a la imagen del Londres de los años ’70 y ‘80.

Sin embargo aquí, incluso en el año 1977, muerto Franco y con el gobierno de la UCD, a pesar de la sensación de vacío de poder que antes comentaba al hablar de Mantuano, se daban episodios significativos como el de Vitoria, donde el señor Fraga tomaba la calle como suya y hacía matar por la policía a tres o cuatro obreros en una iglesia, y donde era fácil acabar en la DGS con una paliza policial en el cuerpo…respecto a esto, cuando aterrizabas en Londres y acababas, por ejemplo, en el siempre conflictivo festival de Portobello, el cambio era radical, ¡los policías no llevaban armas de fuego! ¡así sí que podía haber okupas! Esa era la sensación que tenías… La conexión existía sí, incluso el mito de mayo del 68, pero luego intercambiabas ideas y te dabas cuenta que un mayo del 68 sólo había sido posible en un régimen democrático, ¡aquí habría podido resultar más bien la primavera de Praga! Aquí, con el complicadísimo sistema de clandestinidad, habíamos vivido en un régimen policial continuo. Las manifestaciones del primero de mayo de 1975, por ejemplo, con Franco aún medio vivo, en Madrid tuvieron que posponerse hasta el día 4 y finalmente no pudieron realizarse debido a la cantidad de policía que había en las calles. En definitiva, la situación aquí a punto de morir el viejo era bien diferente a la que existía en el resto de Europa.

Por eso, al hablar de mayo del 68 o al hablar posteriormente de la movida madrileña es necesario re-escribir la historia y hacer un ejercicio de memoria. Muchas veces, entre aquellos de mi generación que le dedicamos una parte de nuestra vida a la actividad política de ‘base’ en aquel periodo, se produce un cierto sentimiento de irrealidad y a veces nos preguntamos cómo es que parece que aquí no hubiese ocurrido nada. Cuando, en realidad, ya no somos individuos marginales del sistema, al contrario, estamos integradísimos… a lo mejor es que a todo el mundo le da miedo recordar que la transición no es cómo nos la cuentan.

areaciega-. Cómo se establecían las conexiones, ¿según afinidades ideológicas?

Sí, claro. Hay que tener en cuenta que en aquel momento existía mucha prensa escrita, el panorama cultural y escrito no estaba tan manipulado, existían muchos canales informativos entrelazados. Luego te das cuenta de que ahí se estaba conformando el conglomerado mediático que hoy conocemos, el panorama del bipartidismo, con dos grandes sectores mediáticos consolidados. Sin embargo, por entonces, cada rama ideológica gozaba de varios canales de expresión: sólo en el entorno anarquista podías leer desde Pa’lante, Askatasuna o el Bicicleta hasta Ajoblanco, El Ecologista o Alfalfa, y muchas de estas publicaciones se podían encontrar en los kioskos. Sería necesario simplemente un ejercicio de hemeroteca para saber qué se estaba publicando en el año 1974, por ejemplo. La liberalización mediática fue anterior a la muerte de Franco. Por otra parte, podías tener acceso a casi todo en la trastienda de librerías como Fuentetaja en Madrid. Todo te llegaba, aunque, claro, podías leerlo, pero no hacerlo público. La palabra escrita estaba muy sacralizada. Las asambleas y reuniones eran interminables porque todos queríamos hablar muchísimo.

Sobre el tema de las drogas por ejemplo, tengo la sensación de que antes de haber probado cualquier sustancia tenías mucho más conocimiento, no porque ahora no puedas tenerlo, sino porque en aquella, época, si te movías en un cierto entorno y leías ciertas revistas, te topabas con esa información antes de toparte con la experiencia misma. Yo creo, avanzando hipótesis sobre esa época, que tenemos parte de responsabilidad cuando, por ejemplo, en el Ateneo Libertario, nosotros, gente de 20 ó 21 años, estábamos experimentando mucho y se acercaban ya los chicos de 14 o 15 años, que no disponían de la información que nosotros teníamos. Esa generación un poco por debajo de la nuestra, los que ahora tendrían 30 ó 40 años, fue la que más estragos sufrió con las drogas,… Se produjo un primer desgaje generacional que luego se potenció cuando desde el poder se empezó a dejar que la heroína se difundiera libremente, por ejemplo, por el País Vasco. En un momento de radicalidad absoluta el Estado siempre ha sabido cómo descabezar cualquier movimiento potente, como ocurrió por aquellos años también en Italia: la desmembración social a través de la droga también fue brutal. El discurso antagonista era difícil.

Creo que es fundamental que el panorama vivencial y emocional de la época quede reflejado a través de la narración oral o escrita de todas estas historias, y siempre me pregunto por qué, sin embargo, no hemos sabido trasmitirlo. Sería un ejercicio necesario e interesante para convertirlo en relato, incluso para introducirlo en la Academia, como sucede en Francia o Italia. Tengo, por otra parte, la certeza de que, incluso proviniendo de planteamientos ideológicos diferentes, muchas líneas argumentales convergirían.

areaciega-. En Italia la memoria subversiva de los setentistas está muy desalojada de la institución, aunque no del movimiento…

La última vez que estuve allí compré un libro que podría servir de referencia para hacer algo parecido aquí. Se llama “Una sparatoria tranquila”, y es una recopilación de entrevistas a gente significativa de la escena política de los ‘70. Esto demuestra que en Italia sí que se realizan esfuerzos de pasar a limpio por escrito y dejar huella, de entrelazar datos y discursos. Esto supone ya un gran avance en sí mismo y constituye una fuente de aprendizaje para experiencias futuras. Por ejemplo, para algunas de las iniciativas que hoy tenéis, aunque sea necesario e incluso útil pasar por los mismos sitios, resultaría muy enriquecedor tener acceso a un conocimiento adquirido, incorporado, en forma de memoria viva. Por ejemplo, si hubiera existido en su momento un libro que hubiese recogido en detalle la experiencia del Centro Mantuano, supongo que habría sido muy útil para la experiencia del Labo03.

La universidad y la política

areaciega-. La universidad tenía que ver algo con la política, ¿se politizaba la cuestión del territorio?

Sí, aunque este sería otro discurso: qué es lo que ocurre con el mundo de la arquitectura y el urbanismo en los años 60 y 70 a nivel europeo, en un momento álgido, de mucha reflexión teórica a todos los niveles. Desde el punto de vista de la Academia entonces es también cuando empieza la contraofensiva formalista, anti-ideológica, por parte de la disciplina. Cuando se empieza a construir el postmodern como tal es en aquel momento, a finales de los 70,

Se suponía que el urbanismo como tal era una disciplina progresista en sí misma, aunque, visto ahora, te das cuenta de la gran confusión existente: en la Escuela de Arquitectura de Madrid se mezclaba sin solución de continuidad lo que estaba de moda con el discurso ideológico. Aldo Rossi era de izquierdas, pero lo que estaba de moda era pintar las ventanas de negro en los planos como él. La situación era muy particular, un poco loca, porque resultaba progresista hablar de Le Corbusier y del Movimiento Moderno, ya que una gran parte del profesorado, la que no estaba en la asignatura de Proyectos, provenía aún del Movimiento Nacional. Sin embargo, debido a la influencia europea del momento, poco después ya se estaba empezando a recuperar a arquitectos como Muguruza o Fernández Shaw y a arquitectos fascistas, como Terragni, desde la óptica posmoderna, que dejaba a un lado las ideologías.

Lo que estaba ocurriendo en aquel momento en el movimiento ciudadano se vincula, de algún modo, a estas refleciones aparentemente académicas. Por ejemplo, impera una versión dirigista de la arquitectura, debido a que la visión progresista de los arquitectos que participaban en el movimiento ciudadano era la del Movimiento Moderno: el objetivo era construir grandes bloques obreros que diesen solución a los problemas de vivienda. La participación ciudadana se entendía al servicico de aquel objetivo no discutible. La mera intención de reflexión sobre el uso y la calidad del espacio urbano podía resultar sospechosa si ponía en cuestión los paradigmas del Movimiento Moderno.

Por otra parte, es cierto que en aquel momento se están haciendo aquí los PAI, los Planes de Acción Integrada, impulsados por la Coplaco, que eran casi diagnósticos participativos de la época, principios de los 70. Cabría mencionar la revista CAU, del Colegio de Aparejadores de Catalunya, que era de lo más progresista del momento y reflejaba en sus números todo sobre el movimiento ciudadano. La izquierda, sin duda, estaba presente en el movimiento ciudadano y en el urbanismo…..

Pero en las escuelas se mezclaba todo, lo vanguardista desde el punto de vista formal era tan progresista como lo vanguardista desde cualquier otro punto de vista, todo valía. Sí, había grupos organizados de debate sobre el uso del espacio urbano, pero desde una perspectiva de análisis todavía confusa. Uno de los libros que corrían de mano en mano entre los grupos ácratas de la Escuela de Madrid era la recopilación de la Internacional Situacionista. Aunque la crítica situacionista al urbanismo es una vía de aproximación fundamental, el problema fue que se hizo desde una visión un tanto snob y elitista del tema.

La oposición a los planteamientos de izquierda clásica era muy poco consistente. Muchos de los que, a principios de los 80, estábamos verdaderamente interesados en la cuestión de la construcción del espacio urbano desde una perspectiva diferente a la del Movimiento Moderno, nos desentendimos de la academia. Yo, por ejemplo, dejé la carrera en aras del activismo urbano. Sin tenerlo muy teorizado, desde el Ateneo Libertario nos lanzamos a “construir” el espacio urbano…

Desde una posición filomarxista, pensábamos que teníamos que poner nuestros conocimientos ‘profesionales’ al servicio del movimiento y por otra parte, como militantes de izquierdas, teníamos que construir el espacio social. Cómo se unen esas dos cosas es un aspecto importante para reflexionar aún en estos momentos, teniendo en cuenta lo aprendido de entonces: hay que analizar críticamente el discurso formalista de ‘vanguardia’, que ahora lo contamina todo. Cuando volví a la carrera a mediados de los ochenta, descubrí para mi sorpresa que muchos de aquellos tipos que eran realmente reaccionarios desde el punto de vista ideológico se habían convertido de pronto, en plena movida, ¡en los más modernos!, debido a su capacidad de adaptarse a los lenguajes vanguardistas más ‘avanzados’.

El movimiento vecinal

areaciega-.¿Qué experiencias interesantes recuerdas en el movimiento vecinal? ¿Cómo estaba compuesto el mapa? ¿Qué participación de las gentes de arquitectura?

Desde mi punto de vista, en el movimiento vecinal no existía un protagonismo o no había una reflexión importante sobre el uso del espacio, era sobre todo un movimiento reivindicativo. Teniendo en cuenta las condiciones desastrosas de los barrios, las luchas se enfocaban fundamentalmente a reclamar las viviendas y los equipamientos que no existían. En ese momento no cabía la posibilidad de hablar de la calidad del espacio o su configuración, de las formas de diseño o de urbanismo participativo, puesto que las necesidades básicas eran prioritarias. Así es que, cuando la izquierda llega al poder, se dedica a abastecer de vivienda por doquier (como churros), porque aquello era lo progresista…

areaciega-. ¿No existían reflexiones sobre el lazo social o la sociabilidad que se estaba tejiendo en esos momentos?

Las había porque las primeras reflexiones en sentido teórico provienen de aquella época. Henri Lefevbre y “El derecho a la ciudad” estaba en boca de todos. Lo curioso es que en aquellos momentos muchas de las reflexiones que hoy son fundamentales para rehacer y transformar la intervención sobre el espacio eran ya conocidas. Cualquiera de mi generación conoce a Christopher Alexander, Lucien Kroll o Giancarlo de Carlo, pero con el posmodernismo parecía que cualquier cosa que oliera a “sociologismo” era descartable, desechable… Ha existido un vacío enorme, y prueba de ello es que hoy estos autores resultan desconocidos, o no han llegado, incluso a las gentes que podrían interesarles…La visión imperante todavía entonces podría remontarse a la de Nicolaus Pevsner, autor de “Los Orígenes del Movimiento Moderno” un libro canónico sobre la historia del Movimiento Mderno, un libro teleológico, casi marxista, en el que se traza una línea continua entre todos los autores de la época y en el que el final glorioso y apoteósico de la arquitectura es la consagración del Movimiento Moderno. En ese sentido, todo lo que tiene que ver con el despojamiento de los adornos iba en la dirección adecuada, mientras el resto eran caminos desviados. Una visión que, si se convierte en la única, ofrece una impresión totalmente tergiversada de la historia, porque ni siquiera leyendo a fondo a William Morris, a John Ruskin o al propio Adolf Loos se les puede convertir en precursores de la filosofía básica y dura del Movimiento Moderno. ¿Qué ha pasado pues con Aldo Van Eyck, Giancarlo de Carlo, Lucien Kroll, Christopher Alexander, Ralph Erskine? Todos ellos provienen de los años 50 y 60…Desde los años 30 se venían organizando los famosos congresos de arquitectura moderna “CIAM”, que fueron construyendo los postulados canónicos del Movimiento Moderno, pero es en el famoso décimo congreso donde los jóvenes radicales y rebeldes ponen en cuestión dichos postulados, porque ya durante la posguerra se han empezado a dar las primeras manifestaciones reales del Movimiento Moderno construido. A raíz de aquellas críticas aparece, entre otros, el TEAM X, un grupo de arquitectos que empiezan a hacer una reflexión crítica sin renunciar a los postulados sociales del primer Movimiento Moderno, …

Luego esa corriente se verá alimentada con posiciones más radicales como el ecologismo o corrientes que vienen de la sociología. Sin embargo con el posmodernismo se produce una re-lectura de la historia desde un punto de vista formalista en la que la producción de Giancarlo de Carlo, Herman Hertzberger o Habraken, construcciones a menudo en hormigón, podrían parecer poco excitantes desde el punto de vista formal, lo cual puede ser cierto. Sin embargo son autores que van a influir en otros aspectos del panorama futuro si hacemos una lectura diferente de la historia.Ya en el año 59-60 Giancarlo de Carlo, que era anarquista, estaba llevando a cabo experiencias de participación y diseño en los barrios italianos, y este mismo autor influye mucho a John F Turner, quien a su vez ejerce una gran influencia en la arquitectura social en Latinoamérica. Casi medio siglo después muchos tenemos la impresión de haber retrocedido por haber arrojado una mirada equivocada sobre lo que estos autores nos podían enseñar. Efectivamente, si tú, al mirar a los estructuralistas holandeses, por ejemplo Bakema, en lo que te fijas es en la terminación del hormigón, no estás aprovechando lo que esas obras te pueden hacer ver desde otros puntos de vista mucho más fundamentales.

areaciega-. La influencia de esos autores es enorme, ¡sólo tienes que fijarte en las obras de Bakema para darte cuenta de dónde se alimenta Rem Koolhas!

¿Por qué Rem Koolhas es quién es? Se podría decir mucho sobre este tipo, que es un peligro y una bomba atómica andante desde el punto de vista ideológico, pero lo cierto es que es un tipo con una gran formación urbanística y arquitectónica, no es un indocumentado como muchos de los que le veneran y le copian.. Hace poco encontré uno de sus primeros proyectos en los que ofrece varias soluciones al mismo problema según las diversas tipologías urbanísticas existentes, es decir, como si fuera Cerdá, como si fuera otro autor… es decir, abordado desde las diversas lógicas. Esta formación rigurosa le permite ser muy habilidoso a la hora de abordar sus proyectos y articular su discurso pseudo-nihilista.

En la Escuela de Arquitectura de Madrid yo tuve la inmensa suerte de contar como profesor de Proyectos con Fernando Ramón Moliner, hijo de María Moliner, quien había estado en contacto en Inglaterra con la corriente crítica del Movimiento Moderno. Gran parte de lo que yo puedo saber es gracias a sus clases a contracorriente en un rincón perdido de la Escuela, en las que sabía enlazar de forma apasionante todos los temas que yo considero cruciales: el buen construir con la participación ciudadana, el vernáculo y el movimiento moderno, la atención al clima y la importancia de la legislación…. Era el año 1987 o 1988, él era quien nos contaba todas estas historias. Eso sí, era un personaje marginal dentro de la institución. Estamos viendo la manera de hacerle un homenaje que ponga de relieve su figura.

areaciega-. Los años ochenta fueron entonces durísimos porque arrasaron con todo este imaginario, tanto experiencias como discurso…

El postmodern de los ochenta tiene una doble lectura: una faceta fundamentalmente formalista, y otra que es crítica con el Movimiento Moderno, pero que intenta compensar los excesos del sociologismo y del radicalismo de los años sesenta. El caso es que la Escuela de Madrid, dominada por la ideología de Proyectos, optó por la primera lectura, hasta llegar a convertirse en un lugar de mucho prestigio porque se especializa en un ámbito muy estrecho, produciendo un tipo de profesional específico a base de repetir machaconamente lo mismo, que es proyectar edificios, olvidando el contexto. Esto lo señalaba José María Ezquiaga. Una especialización absoluta para dar respuesta desde el punto de vista formal al “reto del papel en blanco”. Visto desde esta perspectiva, la única salida de la Escuela de Arquitectura, teniendo en cuenta cómo se rige el mercado académico, cada vez más competititvo, es ofrecer más de lo mismo, con lo cual, el papel del urbanismo tenderá a desaparecer, todavía se hará más difícil hablar de estos temas que nos interesan. Pero es que el panorama internacional de la arquitectura es ése, y tal vez por eso la arquitectura española triunfa tanto en el extranjero.

El resto de los discursos son a contracorriente. Por eso el reto de los que trabajamos en este campo desde otros puntos de vista es el de arrancarle a la arquitectura la responsabilidad de construir la ciudad. Tenemos que poder volver a recuperar los orígenes de la disciplina del urbanismo. En su famoso libro “Ciudades del Mañana”, básico para entender la historia del urbanismo del siglo XX, Peter Hall sin ser un autor radical en absoluto, reconoce sin paliativos los orígenes anarquistas del urbanismo moderno previo a la Carta de Atenas. Ebenezer Howard, Piotr Koprotkin, Lewis Mumford…sus aportaciones son fundamentales. La ciudad como construcción colectiva de todos los ciudadanos, el respeto a la naturaleza, la superación del capitalismo, cómo hacer frente a los males del industrialismo, son temas que subyacen en la base del urbanismo moderno y que hay que volver a situar en primer plano.

Enlaces relacionados / Fuente:

Entrevista a Carlos Verdaguer Viana-Cárdenas

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