rebelión de las palabras
El anarquista italiano el 29 de julio de 1900 atentó contra el poder real de Italia, el rey Humberto I de Saboya
“Pria di morir sul fango della via
imiteremo Bresci e Ravachol”
-
Primeros versos del poema/canción
Inno Individualista
(Himno Individualista) recordando a los anarquistas Gaetano Bresci y Ravachol. Traducido significa
“Antes de morir sobre el fango de la calle imitaremos a Bresci y Ravachol”.
Hoy se cumplen 117 años desde aquel hermoso 29 de julio de 1900 en el que el anarquista individualista Gaetano Bresci ajusticiaba al monarca Humberto I de Saboya durante un desfile en Monza, acabando con su vida pero no así con su régimen.
Nacido en Coiano, pronto emigró a los EE.UU. asentándose en Patterson (Nueva Jersey) donde aprendió el oficio de tejedor (en el cual destacarían su destreza tanto compañeros de trabajo como compañeros de lucha, como por ejemplo Emma Goldman, que expresaría varias veces su respeto y afecto por el compañero) y tuvo un hijo con su compañera de vida. Bresci se relacionó con la comunidad de migrantes italoamericanos, con algunos de los cuales, también de ideas anarquistas, fundó La Questione Sociale (La Cuestión Social), un periódico anarquista editado en italiano. También colaboró con otras publicaciones y acciones de agitación y propaganda.
En 1898, el gobierno de Humberto I ordenó subir el precio del pan, lo que causó que muchas personas no pudiesen acceder a un alimento tan básico. Esto provocó protestas, muchas de las cuales terminaban con disturbios y enfrentamientos con la policía que, por aquel entonces, eran reprimidas a balazo limpio. En Milán, una manifestación masiva marchaba hacia el palacio del Rey pero sin embargo, lo hacía desarmada y sin voluntad de enfrentamiento. Sin embargo, el Rey, nervioso, envió a sus tropas comandadas por su general Beccaris a reprimir la protesta. Beccaris ordenó a sus tropas disparar a sangre fría contra la movilización, provocando una auténtica masacre con cientos de personas asesinadas o heridas. Entre las víctimas mortales se encontraba la hermana de Gaetano, que tras enterarse, toma la decisión de vengarla a ella y al resto de obreros y obreras asesinadas durante aquella carnicería.
Dado que el Rey Humberto I había condecorado tras la matanza al general Beccaris, el objetivo de Bresci estaba claro, y tras comunicar a sus compañeres que necesita urgentemente que le devuelvan un préstamo de dinero que él había ofrecido para el periódico La Questione Sociale (a pesar de su sueldo precario) sin comunicarles sus intenciones para no comprometer a nadie más, invierte esa cantidad en viajar de regreso a Italia, donde se desplaza a Monza sabiendo que el Rey se encontraba allí de visita dado que se estaba celebrando un importante evento deportivo y, una vez allí, planea su atentado. Finalmente, aprovechando un desfile del Rey, Bresci surge de entre la multitud y dispara contra él, alcanzándole con al menos cuatro balazos. Decir que, previamente al ataque de Bresci, el Rey Humberto I ya había sufrido otros dos intentos de acabar con su vida por parte de anarquistas y trabajadores empobrecidos. En noviembre de 1878, otro anarquista llamado Giovanni Passannante intentó matarle con un ataque explosivo durante un desfile que presidía en Nápoles, pero falló y el Rey sólo se llevó un susto (no así su primer ministro Benedetto Cairoli, que sufrió heridas graves). Asímismo, en 1897 Pietro Acciarito quiso apuñalarle durante una visita en las inmediaciones de Roma y también fracasó. Dicen que a la tercera va la vencida.
Por supuesto, Bresci no pudo escapar después de ajusticiar a un rey rodeado de gente, y fue capturado. A pesar de lo que había hecho, Bresci se convirtió en el primer magnicida que mató a un Rey y no fue condenado a muerte. Sin embargo, aunque fue “oficialmente” condenado a cadena perpetua en un juicio celebrado en Milán donde se decretó su ingreso en la cárcel de Santo Stefano (de huída extremadamente difícil dado que estaba en una isla), Bresci “apareció muerto” en su celda al poco tiempo. La prensa de la época habló de un supuesto suicidio, pero sus compañeres estaban convencides de que había sido asesinado por los guardias de forma encubierta.
Lo ocurrido en realidad ya no hay manera de saberlo a ciencia cierta. En cualquier caso, y fuese como fuese, a Bresci su hermosa venganza le costó la vida. Aun sabiendo el riesgo y el peligro que corría al intentarlo, no dudó y se arrojó a devolverle al Estado una parte de su violencia.
Que su memoria no caiga nunca en el olvido y su ejemplo inspire siempre nuevos gestos de revuelta.