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La historia del Primero de Mayo se diluyó en el transcurso de las décadas. Hoy celebramos un 1º de mayo especial porque no podemos encontrarnos en las calles. En recuerdo a esos primeros mártires de la lucha obrera recordamos los inicios de la conmemoración de hoy
La historia del Primero de Mayo se diluyó en el transcurso de las décadas. Hace 132 años en Estados Unidos, en la ciudad de Chicago, un drama marcó el comienzo de este día como una jornada de conmemoración que terminó teniendo resonancia mundial.
Los finales del siglo XIX corresponden al inicio de la segunda revolución industrial. En Europa, Estados Unidos y Japón, las sociedades se desarrollaron a través de la electricidad, y del petróleo. Las fábricas se volvieron más sofisticadas y eficaces. Los carros, por ejemplo, empezaron a salir por miles de las cadenas de producción.
En medio de este crecimiento económico y tecnológico, estaban los obreros. Las empresas requerían siempre más mano de obra para ampliar sus capacidades, y ciudades enteras se formaron en torno a esta necesidad.
No obstante, no había todavía un marco legal fuerte para proteger a los trabajadores que acompañara este desarrollo. Ni siquiera para los menores. Francia y Reino Unido fueron entonces los países que usaron a más niños para sus diferentes industrias.
En el otro lado del Atlántico, Chicago se impuso como una de las cuñas de la industria estadounidense. Al igual que en otras partes, los obreros se organizaron para exigir nuevos derechos. El anarquismo estaba en plena expansión y bajo esta corriente ideológica se manifiestaron las figuras del movimiento de los trabajadores de esta ciudad.
El 1 de mayo de 1886, se convocó a una huelga general por parte de varios sectores políticos con el fin de exigir la implementación de la jornada laboral de ocho horas. Chicago respondió masivamente y los anarquistas fueron unos de los pilares de este éxito. Sin embargo, la jornada se vio ensombrecida por la muerte de un manifestante tras una carga de la policía. Tres días más tarde, los líderes llamaron a una marcha para denunciar la violencia que se transformó en una tragedia dejando varios fallecidos y una gran cantidad de lesionados.
Este evento, conocido como la masacre de Haymarket, fue un elemento constitutivo del Día Internacional de los Trabajadores ya que su violencia llamó la atención en el mundo industrializado más allá de las fronteras de Estados Unidos, particularmente dentro de los movimientos obreros que se apropiaron rápidamente del 1 de mayo como un día de conmemoración.
George Engel, tipógrafo (50 años).
Adolph Fischer, periodista (30 años).
Samuel Fielden, obrero textil (39 años).
Albert Parsons, periodista (30 años).
Louis Lingg, carpintero (22 años).
Michael Schwab, tipógrafo (33 años).
August Sples, periodista (31 años).
Oscar Neebe, vendedor (36 años).
Mayo de 1886.
Eran anarquistas.
La Chicago anarquista y su conversión en símbolo
En 1886, en Chicago, el movimiento anarquista era muy activo. Sus publicaciones se difundían en decenas de miles de ejemplares y en diferentes lenguas para que los trabajadores inmigrantes pudieran interactuar con ellas. Los anarquistas apoyaron la demanda del resto del movimiento obrero, pero siguieron teniendo objetivos más amplios.
Así lo resumió el profesor y activista Normand Baillargeon, en su libro “El orden sin el poder: ayer y hoy del anarquismo”, “los anarquistas se comprometen –a la lucha por la jornada de ocho horas– pero no pierden de vista su verdadero objetivo, que es la abolición del trabajo asalariado”.
August Spies, una de las figuras del anarquismo en Estados Unidos, tomó la palabra ese 1 de mayo de 1886 frente a una multitud de personas que siguieron esta huelga general. El evento se desarrolló de manera pacífica hasta que 200 policías entraron en la multitud para reprimir el movimiento.
Hay que resaltar que en todos los países en vías de industrialización, la represión marcó la forma de proceder de las autoridades en ese entonces frente a los movimientos de trabajadores que crecían. En Estados Unidos, los sindicatos fueron prohibidos hasta el año 1914.
Junto a algunos partidarios, August Spies difundió por escrito un llamado a la protesta en contra de la violencia de la policía. La concentración tuvo lugar el 4 de mayo en el Haymarket Square de Chicago. Una multitud de personas asistió al evento, incluso el alcalde de la ciudad, que pretendía supervisar personalmente la seguridad.
Llovía. Los últimos discursos se pronunciaron y parecía que la manifestación estaba por terminar. “De repente 80 policías aparecieron y se lanzaron hacia los marchantes”, relató Baillargeon, “luego, saliendo de quien sabe dónde, se tira una bomba sobre los policías. Deja un muerto y una decena de lesionados”.
La respuesta de las fuerzas de seguridad fue inmediata y contundente. Dispararon sobre los obreros que seguían presentes, matando a varios y lesionando a muchos. “Una caza de brujas se dio en toda la ciudad. Las autoridades querían culpables”, explicó Normand Baillargeon. Aunque solamente tres de ellos estuvieron presentes durante esa noche, la policía arrestó a siete líderes anarquistas, incluyendo a August Spies.
Una lucha de largo aliento para la jornada laboral de ocho horas
El juicio se abrió el 21 de junio de 1886. Según Baillargeon, fueron más símbolos que hechos. “Es menos el juicio de estos hombres que el del movimiento obrero en general y particularmente del anarquismo”. El 19 de agosto, seis de los siete acusados estuvieron condenados a muerte. Las autoridades ahorcaron a Spies junto a dos de sus compañeros el 11 de noviembre de 1887. Más de 1 millón de personas asistieron a los funerales de los “martirios de Haymarket”.
Posteriormente fueron liberados los demás acusados y las autoridades reconocieron la inocencia del grupo en los hechos ocurridos el 4 de mayo de 1886. Más como una herramienta política que judicial, el lunes siguiente a la ejecución de los cuatro anarquistas, se informó a los obreros que tenían que trabajar diez horas diarias.
El caso no se quedó en Estados Unidos y llegó hasta Europa. Las primicias de la globalización económica estaban acompañadas de una creciente comunicación de los sectores obreros que vivían bajo condiciones similares.
En 1889, aprovechando el centenario de la Revolución francesa, la Segunda Internacional se conforma en París bajo los auspicios de los partidos socialistas y laboristas de números países. En esta ocasión, se decretó el 1 de mayo como una jornada de protesta a favor de la instauración de la jornada de ocho horas. Tan solo 2 años después, el 1 de mayo de 1891, la marcha correspondiente en Fourmies, en el norte de Francia, fue duramente reprimida, dejando nueve muertos y agregando simbolismo a la fecha.
No fue sino hasta el 23 de abril de 1919 que el Senado francés ratificó la jornada laboral de ocho horas y convirtió el 1 de mayo en día festivo. Por su parte, la Rusia bolchevique convirtió a su vez esa fecha en feriado en 1920. Paradójicamente, en Estados Unidos (y en Canadá), la fiesta del trabajo se celebra en septiembre.