Público/María Serrano
La existencia de campos de concentración siempre ha estado oculta y salvo los viejos del lugar en muchos sitios nadie conoce la historia de aquellos parajes cercanos a sus pueblos
Santiago e Higuera de Calatrava (Jaén), dos pueblos casi desiertos al final de la Guerra Civil, fueron la cárcel de miles de prisioneros del frente republicano. Hambruna, enfermedad y muerte esperaban a los soldados que vivieron la dura batalla de pasar por este campo, declarado hace escasas semanas lugar oficial de la memoria de Andalucía.
Una ficha de una preso republicano
Finalizada la guerra civil en marzo de 1939, la caída del frente republicano trajo un aluvión de presos al ejército de Franco que quedaron dispersados en un centenar de campos de concentración de clasificación por toda España. El campo de
Santiago e Higuera de Calatrava
ha sido uno de los mas desconocidos por la historiografía con un importantísimo número de concentrados. Sus presos políticos procedían de la decimoquinta división del ejército republicano. Capturados tras ser derrotados en la última línea del frente entre Córdoba y Jaén.
Juan José Contreras fue uno de aquellos 15.000 mil prisioneros del campo de concentración de Higuera y Santiago de Calatrava. Sumido en el silencio y sin apenas documentación este espacio ha sido uno de los recientemente declarados nuevos
lugares de la memoria de Andalucía
, aprobados por decreto del Gobierno andaluz hace escasas semanas. “Me contaba poco antes de morir que los presos hacían cola para lavar los platos a los guardias y así comer los granos de arroz que al menos se quedaban pegados”, declara el periodista Juan Armenteros, especializado en memoria, a
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. Daban nombre y vecindad para ser localizados. El servicio de información militar se encargada de buscar la posición durante la guerra de cada preso. Si mentían o daban nombre falso los confidentes dentro del campo daban las pistas necesarias. Días más tarde eran traslados. Eso siempre era una mala noticia. Soldados y altos cargos republicanos eran mandados a las cárceles durante largos años. También les abrían consejo de guerra en su misma localidad o eran trasladados a otros campos de concentración como mano de obra esclava.
Sin documentación ni vestigios de su existencia
“Estos campos comenzaron a construirse a partir de la caída del frente norte republicano en 1937. En la mayoría de los casos, los presos ocultaban en los campos de clasificación su identidad. Esta era investigada posteriormente a través de su correspondencia o de los brutales interrogatorios que hacían en los cuarteles”, aclara el historiador José Luis Gutiérrez Molina a
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.
“Fueron campos de humillación, hambre, maltrato, lucha por la integridad y transformación”
El profesor de la Universidad de Jaén Santiago Jaén Millán ha estudiado en profundidad gran parte de la feroz represión vivida en estas localidades. Recuerda los escasos datos de estos dos campos y el desinterés de las autoridades del régimen por mantener algún aviso de su existencia. “La falta de vestigios físicos nos llevó a consultar la documentación existente en los archivos municipales de ambas localidades, concretamente las actas de pleno de 1939. En concreto en Santiago de Calatrava recogen la aprobación de algunos gastos ocasionados por la llegada a la localidad del juez militar de localidades como Torredonjimeno o Martos para visitar posiblemente a los presos”, aclara.
Y es que la ausencia de alambradas y de testimonios han dificultado en gran medida la investigación de este campo. “Hay que entender que estos campos no solo fueron de internamiento, clasificación y reeducación. También fueron de humillación, hambre, maltrato, disciplina, descontrol, lucha por la integridad y transformación”. Para Santiago el objetivo era claro “Nunca estuvo en sus ideas la de asesinar a los internos (de eso se encargaría la justicia militar), sino el de ser el
bisturí social con el que separar el bien del mal
, España de la Antiespaña”.
Los cifras de mayor certeza sobre el campo han llegado de la mano del investigador Javier Rodrigo. En su libro
Cautivos
afirma que el “campo de
Higuera de Calatrava albergaba 10.075 presos
republicanos mientras que en S
antiago se encontraban detenidas unas 4.800 personas”
. Los presos eran investigados y catalogados políticamente mientras esperaban un largo período de reclusión o un fusilamiento inminente.
Presos en pésimas condiciones de hambre y frío
Presos como el pintor
Rafael Zabaleta de Quesada
y su amigo
Cesáreo Rodríguez
tuvieron suerte de salir de aquel campo a través de avales. “Todos los mozos que hubieran prestado servicio en el Ejército Rojo, desde la quinta del biberón hasta casi los ancianos irían al campo de Santiago de Calatrava”. Solo estuvieron dos semanas, llegando en escasos días avales del cura, de la Guardia Civil y de la Falange de su pueblo que garantizaban la adhesión de estos presos al movimiento.
Miguel Ángel Valdivia, presidente del Foro por la Memoria de Jaén, destaca a
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que “el campo estaba situado entre los olivares de ambos pueblos de Higuera y Santiago de Calatrava”. Era tal el número de presos hacinados en condiciones pésimas de hambre y frío que llegaría a albergar espacios de ambos municipios. Sin embargo el campo que sería de mayor tamaño era el de Santiago, superando fácilmente en extensión los 20 kilómetros. Valdivia lo compara incluso en presos con uno de los principales campos de concentración que hubo en España tras el final de la guerra como fue el campo de Albatera en Alicante. “Muchos arrancaban las raíces de las flores y de las pocas matas que había para no desfallecer porque al no haber trabajo estos presos de Jaén estaban pésimamente alimentados”.
La represión franquista dejó solo en la provincia casi un total de 2.919 personas fallecidas. El investigador Luis Miguel Sánchez Tostado ha cifrado en 1.984 las personas fusiladas en la provincia de Jaén entre 1939 y 1959. 500 serían los fallecidos en cárceles junto a las casi 400 personas que murieron de forma violenta a causa de la violencia ejercida en aquellos años. En cuanto a los presos del citado campo, Tostado señala que “serían utilizados para cercar el pueblo con manchones de manera y alambrada de espino que se hallaban cerca de las trincheras”. A pesar del increíble número de presos, el campo desaparecería a finales de 1939 una vez que “su labor de clasificación, limpieza y distribución por cárceles y cementerios de los presos republicanos quedara concluida”.
Los municipios de Santiago e Higuera de Calatrava no superan hoy el millar de habitantes y pocos recuerdan aquella historia, ya que el pueblo quedaría prácticamente vacío en plena posguerra. “Eran muy bajo los jornales por las hambrunas de aquellos años y las familias partirían hacia otras zonas de mayor trabajo dejando aquellos pueblos con escasa población”.