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Educar, ¿para qué ?

Interesadamente se quiere hacer pensar que la autoridad de los profesores y las profesoras es el abracadabra que solucionará todos los problemas de la educación y de la sociedad. Pero se olvida lo que todo el mundo sabe, que la escuela no es otra cosa que el reflejo de esa sociedad a la que pertenece.

Vivimos en una sociedad en la que el afán de lucro es la única verdad, en la que la explotación de los semejantes, las desigualdades sociales y la destrucción del planeta son vistas como algo natural e inevitable. Educar ciudadanos autónomos, críticos y conscientes puede resultar muy peligroso para los poderes que nos gobiernan. Por ello hay que sospechar que todas estas propuestas autoritarias lo que de verdad buscan no es mejorar la escuela, sino mejorar otra cosa bien diferente.

Porque el autoritarismo no promueve el respeto, sino el temor.

Porque la disciplina conduce a la sumisión y a la militarización de la sociedad.

Porque la competencia sólo provoca enfrentamiento y dolor.

Porque las consecuencias de la mercantilización son sin más la explotación y la injusticia.

Frente a esta situación hemos considerado necesario y urgente recuperar ahora la reflexión libertaria sobre la educación y recordar algunas de las muchas experiencias que se han venido haciendo a lo largo de la historia para reivindicarlas como métodos y modelos pedagógicos todavía válidos y eficaces.

La pregunta que todos, profesoras y alumnos, padres e hijas, gobernantes y gente de a pie, debemos contestar es :

¿Queremos construir individuos conformistas, consumidores sumisos y trabajadores disciplinados o queremos educar personas libres, sin miedo y solidarias que traten de edificar una sociedad más justa y más feliz ?

Si queremos esto último, recordemos entonces las palabras de Ricardo Mella :

“La libertad se educa con la libertad, la solidaridad con la solidaridad y la igualdad con la igualdad”.

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