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Entrevista concedida a este digital, aborda algunos de los tópicos en torno al anarquismo, la irrupción de alternativas dentro de la escena política, como Guanyem o Podemos, la visión feminista y ecologista dentro del mundo libertario, la defensa de la sanidad y educación públicas, el nuevo escenario de la lucha de clases en el mundo actual o la necesidad de la reivindicación de las ideas libertarias frente a los problemas al riesgo de colapso del capitalismo o la crisis ecológica.
Pregunta.-
El movimiento anarquista/libertario ha tenido siempre muy mala prensa debido a los actos individualistas y violentos de algunos anarquistas a lo largo de la historia. ¿Qué les diría a todas esas personas para las que un anarquista es sinónimo de “ponebombas”?
Respuesta.-
Entre nosotros no es común esa mala imagen, creo que el recuerdo que la cultura política en España tiene de los anarquistas españoles es más bien grato. Por eso me parece que, aunque hay ciertamente un discurso oficial que demoniza de manera muy rápida y acríticamente el anarquismo, la realidad palpable en la calle es diferente. En cualquier caso, es cierto que dentro del movimiento libertario ha habido corrientes violentas, pero creo que la abrumadora mayoría de las prácticas discurren por otro cauce o reclaman la atención para otro tipo de actividades que remiten, sin más, al designio perfectamente legítimo de construir una sociedad desde abajo. Desde posiciones que rechazan las autoridades, los personalismos y las jerarquías.
P.-
Más tópicos sobre el mundo libertario. Aquel que no piensa que un anarquista es un terrorista piensa que es un utópico con proyectos del “mundo de las piruletas”. ¿Es posible el proyecto libertario en la actualidad?¿En qué plazos?
R.-
Yo creo que es posible, claro que sí. Pero, en cualquier caso, me encuentro inmerso en una lucha sin cuartel contra los proyectos realistas. Lo que nos sobran son proyectos realistas. Me parece que la perspectiva de la utopía es necesaria, inevitable, para construir una sociedad diferente. Y en ese sentido me gustaría saber cual son los principios de los que se reclaman esas personas que piensan que los anarquistas viven en un mundo cargado de ingenuidades. Porque que tal vez lo que son es colaboradores directos de un mundo en el que por desgracia no hay ninguna ingenuidad, sino simplemente la lógica de la explotación.
P.-
En varias ocasiones en tu libro “Repensar la Anarquía” hablas de que el movimiento anarquista es antidogmático. Sin embargo no es raro entrar en discusiones con compañeros de los movimientos sociales que acusan a los anarquistas de ser muy dogmáticos y sectarios. ¿Tienen algo de culpa los anarquistas?
R.-
A buen seguro que sí. Naturalmente que dentro de los movimientos libertarios hay gentes que no son precisamente hostiles a los dogmas. Que practican los dogmas de forma muy autoritaria. Siempre he dicho que no hay nada más contradictorio que un anarquista dogmático. En ese sentido lo primero que hay que hacer es reconocer el problema. Pero creo que en términos generales los movimientos libertarios son mucho más abiertos y menos dogmáticos que lo que lo son algunas de las personas que acusan a los anarquistas de dogmatismo.
P.-
N
o es fácil encontrar libertarios o anarquistas con un discurso de crítica al capitalismo visto desde el prisma de la ecología radical, como puede ser el Decrecimiento. Desde ese punto de vista, tu postura es un caso fuera de lo común. ¿Es el movimiento anarquista aún muy productivista? ¿Está esto cambiando?
R.-
Si nos remitimos a los clásicos anarquistas del siglo XIX, en efecto, hay problemas. Tampoco me atrevería a decir que todos ellos son productivistas. Pero creo que cuando uno examina el tipo de teorización que surge de los movimientos libertarios en épocas mas recientes descubre que suele ir al unísono la contestación del Estado y de la jerarquía con la crítica del capitalismo desde la perspectiva de la ecología radical. Creo que eso es lo común hoy en los movimientos anarquistas, aunque sin duda en el siglo XIX o en buena parte del XX hubo otro tipo de percepciones que probablemente se adaptaban a los códigos mentales de la época.
P.-
Leyendo sobre la historia del movimiento obrero encontramos muchas contradicciones desde el prisma actual del feminismo. Bien es cierto que en el mundo libertario hay grandes mujeres y hay luchas en pro de la defensa del feminismo. Pero, al igual que con el ecologismo, ¿quedan rastros del patriarcado inherente a nuestra sociedad en el movimiento anarquista?
R.-
Claro que quedan. Formamos parte de una sociedad en la cual el patriarcado es uno de sus elementos articuladores principales. Pensar que podemos dejar eso en el olvido, lanzarlo por la borda fácilmente, es equivocarnos. No solo quedan en los movimientos anarquistas sino en muchos de los movimientos sociales críticos, en muchos de los espacios de autonomía que hemos ido perfilando, la sociedad patriarcal sigue marcando infelizmente muchas de las reglas del juego. Esta es una de las tareas pendientes que hay que encarar fundamentalmente en el terreno de los hechos prácticos, no tanto en el de la teoría en el que creo que las cosas están razonablemente claras.
P.-
En estos momentos en los que vivimos inmersos en un proceso de ilusión por parte de sectores amplios de la población con la irrupción de nuevas formaciones políticas como puede ser “Podemos”, defender las posturas anarquistas es complejo y también criticado. ¿Qué opinión te merecen los proyectos de esta nueva izquierda y sobre todo las apuestas municipalistas como Ganemos/Guanyem?
R.-
Creo que quienes piensen que esas iniciativas son nuevas y novedosas se están equivocando. Ya hemos tenido la oportunidad de palpar hasta dónde permitían llegar. En cualquier caso, me parece que uno tiene que marcar las distancias con respecto a proyectos que tienen un cariz marcadamente socialdemócrata, que son aberrantemente cortoplacistas y que no discuten la lógica de fondo del capitalismo. Promueven una discusión interesante y legítima en lo que respecta al régimen, al bipartidismo, a la corrupción… Pero no abordan lo que entiendo que debe plantearse en relación con el sistema que está en la trastienda de ese régimen.
P.-
Y en las apuestas municipalistas, ¿se enmarcaría alguna dentro de una crítica más feroz al capitalismo?
R.-
Pues tal vez sí. Pero en cualquier caso me temo que la aceptación de la lógica electoral y de la participación en las instituciones al final configura un elemento que dificulta cualquier tipo de aproximación seria entre libertarios y gentes que se encuentran en ese tipo de apuestas. Más allá de eso, creo que lo que estamos viendo es como muchas personas que se siguen considerando libertarias no parecen que aprecien ningún problema en participar es ese tipo de iniciativas. Yo creo que el problema existe, y con mucha claridad. Y lo digo desde el respeto. Cada cual es muy libre de hacer lo que quiera. Pero, claro, concurrir a unas elecciones en las cuales además se pacta con unas fuerzas políticas que nada tienen de libertarias, que tienen más bien un carácter cortoplacista, jerarquizante, separador y seguir sosteniendo que uno es tranquilamente un libertario me parece que invita a una reflexión crítica.
P.-
¿Crees que estas propuestas municipalistas tienen algo que ver con las propuestas de municipalismo libertario de Murray Bookchin de las que también hablas en tu libro “Repensar la Anarquía”?
R.-
Lo tiene que ver en la intención de algunas personas. Yo creo que en los hechos se sitúan en un orden de cosas diferentes. Hay una tradición municipalista muy fuerte en todo el mundo libertario desde el siglo XIX, que concibe la descentralización y la articulación de la sociedad desde abajo, desde la autoorganización y la autogestión. Me temo que eso tiene muy poco que ver con una propuesta que en esencia lo que plantea es un ejercicio de toma del poder, de toma de las instituciones desde la lógica del parlamentarismo que promueve la democracia liberal. Son dos proyectos completamente distintos, por mucho que la palabra municipalismo se cruce en uno y en otro y pueda generar la ilusión óptica de que se caracterizan por plantear en esencia lo mismo. No es así.
P.-
Las ideas libertarias hacen de la contestación al Estado un pilar fundamental. Esto también choca con la idea de muchas personas que se ven en la disyuntiva de que ahora toca defender instituciones como la sanidad o la educación pública. ¿Cómo lidia el mundo libertario con esta contradicción, salvar una educación estatal que no es de su agrado o unos servicios sanitarios que siguen una gestión jerárquica discutible, cuando no corrupta?
R.-
Este es en efecto uno de los problemas principales que tenemos que encarar. Creo que la manera de salir del atolladero consiste en entender que es lo que entendemos por público. Los libertarios no rechazamos lo público, defendemos lo público autogestionado y socializado desde abajo. Que es la antítesis de lo público estatalizado. Pero en ese sentido yo no tengo ningún problema para defender la sanidad y la enseñanza públicas. No me contento con esa defensa y reclamo una sanidad y una educación autogestionadas y socializadas. Esto no deja de plantear algunas contradicciones, en la medida en que la mayor parte de la gente identifica sin más lo público y lo estatal. Me temo, sin embargo, que algunos términos alternativos, que son sugerentes, que se han extendido relativamente en los últimos tiempos, como lo de los comunes, tampoco acaban de resolver convincentemente este problema. Aunque lo común, evidentemente, no se identifica con lo estatal. Pero me temo que en este caso el problema surge del escaso vigor que la expresión correspondiente tiene en el discurso social que en un grado u otro tenemos que encarar.
P.-
En el momento actual, y así lo comentas en tu libro, la lucha de clases se ha diluido. Sin embargo la tradición libertaria nace en esa lucha. ¿Ha sabido el mundo libertario adaptarse suficientemente a los tiempos?
R.-
No digo que se ha diluido, digo que ha cambiado de perfiles. No presenta los mismos perfiles que en el siglo XIX. Las clases no se caracterizan por los mismos rasgos que exhibían entonces. Bueno, aquí nos encontramos en efecto ante un problema y en todo el mundo libertario creo que hay problemas de adaptación a un nuevo escenario en el que han surgido nuevos agentes. En el cual la clase trabajadora en general, el proletariado/la clase obrera en particular han perdido muchos de sus perfiles. De tal manera que muchas de las organizaciones que caracterizaron históricamente al movimiento libertario nacieron de un germen que es distinto del que hoy hay. Pero en cualquier caso me parece que la adaptación tiene que hacerse desde la convicción de que la lucha de clases sigue existiendo. Tanto más cuanto que hoy se despliega orgullosamente desde arriba. Nuestros gobernantes no hacen otra cosa que asumir un ejercicio de agresiones vinculadas con la lucha de clases y esto implica que desde abajo tenemos que responder también con la lucha de clases.
P.-
El martes que viene, 14 de Octubre, estarás en el Espacio Libre de CNT Ciudad Real para hablar un poco sobre todos estos temas. Adelántanos un poco cual va a ser el eje sobre el que vas a vertebrar tu charla.
R.-
Voy a intentar explicar por qué las ideas libertarias son más actuales que nunca. Y la tesis principal al respecto es que si esas ideas ya tenían suficiente predicamento por si solas la crisis ecológica, la corrosión terminal del capitalismo, el riesgo del colapso, convierten a esas ideas en la única de las salidas que tenemos frente a todos esos fenómenos tan inquietantes. Con lo cual hay un plus agregado que obliga a defender el proyecto libertario de siempre.