Ángels se ha muerto, Ángels vuela
A las 11 de la mañana de este domingo 7 de abril de 2013, ha muerto Àngels Rodríguez, compañera y alma de mil cosas dentro de los mundos anarcosindicalistas esos que transitamos y donde vivimos algunas y algunas.
El cáncer contra el que luchaba le ha ganado la partida. Àngels no era ninguna cara amable ni una mujer suave de trato a primera vista pero sí se mostraba como una magnífica persona, buena hasta la extenuación cuando la tratabas más, pero que no aguantaba de ninguna de las maneras los curas ni quienes se niegan a pensar y sólo repiten tópicos, más cuando estos se disfrazaban de libertarios. Y supongo que por eso nos entendíamos tan bien en muchas cosas, aunque nuestra relación personal fue escasa y concreta, sometida mayoritariamente a proyectos suyos en los que me hacía participar y que yo aceptaba por complacencia mutua. De hecho nos conocimos un poco más a partir de una editorial que yo escribí a un “Catalunya” en el que yo le atacaba duramente porque había lanzado una revista a la basura porque incluía la palabra “Navidad” en la portada. El debate y la controversia nos acercó y nos hizo cómplices en muchas discusiones más, aunque por suerte nunca estuvimos de acuerdo en casi nada. Eso sí, coincidíamos en prácticamente todo.
Nos conocimos en CGT, claro. Ella era presidenta de la Fundación Salvador Seguí y lo era por convicción y porque sabía que podía hacerlo. Exigente hasta el final, combativa y alejada de los tópicos, crítica como el que más con quien sólo sabía repetir clichés… Àngels era mucha Àngels. Lo era tanto que prefería un buen enemigo que un amigo imbécil, siempre. Y eso a mí me apasionaba. Había sido secretaria de Comunicación de la CNT de Cataluña cuando Ramon Barnils dirigía la “Soli” y me explicaba que si Barnils había aceptado había sido en parte porque ella le hacía de escudo, se encargaba de decir a los viejos confederales que no vinieran a preocuparse y a quejarse a la redacción de la “Soli” o del “Catalunya”, que hicieran algo, que currasen y que si no era así que callaran, “pandilla de vagos”… Coincidimos en muchas ocasiones y en algunos proyectos, como la publicación de sus textos sobre la lucha de las mujeres por su existencia en forma de artículos en “Catalunya” o con la propuesta de contrastar artículos históricos de y sobre la CNT con opiniones de activistas sociales actuales sobre los mismos temas de los que hablaban los anarquistas de antes.
La última vez que la vi fue porque vino a hacernos de guía personal a la exposición sobre los cien años del anarcosindicalismo, en el centenario de la creación de la CNT. Eran una exposición y unas jornadas que ella había comisariado de forma muy inteligente y sin dejar que la cosa se convirtiera de autoconsumo, por eso hizo la exposición central en el Museo de Historia de Cataluña, por ejemplo. Àngels estaba muy contenta y realmente la exposición, las publicaciones y todo daba gusto. Estaba tan contenta que nos guió por la exposición riéndose de media exposición y de la práctica totalidad del anarquismo peninsular y de su historia. ¿Por qué lo hacía? Pues porque tenía claro que aunque había que conocer de dónde veníamos no quería convertir de ninguna manera el propio pasado en altar de nada. Y yo la aplaudía y la aplaudo por esta actitud.
Su tesis doctoral, de la que hablaba pero no acababa nunca porque la vida se le llevaba demasiado tiempo, tenía que ser sobre Salvador Seguí, y era, ya lo sabemos todos, imprescindible, como ella misma, como todo lo que meneaba y llevaba entre manos. Hoy el anarcosindicalismo pierde a Ángels y con ella una forma de ver el anarquismo de forma abierta, lejos incluso de la palabra, lejos de dogmatismos y de imbecilidades en que muchas y muchos viven seguros en sus inseguridades. Otra gran persona que se va y que nos deja un vacío que será necesario rellenar con alguien que sea capaz de juntar la alegría y la vida sin alejarse un ápice de las ganas de transformarla y de hacer ya, aquí, sin pedir permiso, porque le apetece y punto.
Ángels, no te diré eso de “que la tierra te sea leve” porque sé que, como siempre, tú vuelas alto y te ries de los dogmas y los dogmáticos, los grises de ahora y los de antes, los del “Cruzado mágico” y los del “¿sufra vida?”, de quien está mal follado y por eso arrastra amarguras que no son ni deben ser “las nuestras” y de quien detrás de las palabras no tiene nada. Que el vuelo te sea precioso, Ángels, y que los vuelos que has hecho por aquí abajo encuentren la alegría que eres capaz de transmitir con cualquier “que se vayan a la mierda” dicho para pasar el rato o no. Que tu risa, que cuando salía lo inundaba todo lejos de la melancolía, nos lleve a recordarte con la certeza de que la única revolución es aquella que se hace y que se hace riendo, aquí y ahora. ¡Hasta siempre!
Jordi Martí Font