El Confidencial/Juan Soto
Ana María no ha recibido el reconocimiento que su obra se merece
Murió sin molestar
La obra de la injustamente desconocida Ana María Martínez Sagi sale a la luz en ‘La voz sola’, una antología publicada por Fundación Banco Santander
Hablamos de una nonagenaria que vive sola en Moià, un pequeño pueblo de Cataluña, y recibe
una carta inesperada
entre los folletos publicitarios y las facturas típicas de su buzón. La carta, escrita con una caligrafía de otra época, llena de vértices y curvas, anacrónica, vigorosa, pertenece a un autor emergente y afamado: alguien con el viento de cara. Esta carta le recuerda a la anciana algo que lleva años intentando olvidar: quién es ella, cuál es su nombre, cuál ha sido su historia.
Esta carta le molesta. Y la deprime.
La echa con el resto de correspondencia indeseada al cesto de la basura. No quiere que le recuerden su nombre porque no quiere que le recuerden su historia. De hecho, una quisiera largarse sin hacer ruido, sin dejar rastro, sin molestar. Pero ha sido poeta y tiene también, quizás, su vanidad. ¿Será por eso que se decide a llamar por teléfono al autor de esa carta pasados unos meses?
A punto de dormirse, un ruido la ha desvelado.
La mujer se llama
Ana María Martínez Sagi
y el escritor que fue a buscarla es
Juan Manuel de Prada
. De esto hace hoy veinte años: es el plazo que Ana María exigió a de Prada para publicar sus manuscritos olvidados, contando desde su muerte. Temía que su historia pudiera afectar a la familia de
la mujer a la que amó con desesperación
hasta que la muerte se las llevó, dejando en la tierra el polvo enamorado al que se refirió Quevedo.
La echa con el resto de correspondencia indeseada al cesto de la basura. No quiere que le recuerden su nombre porque no quiere que le recuerden su historia. De hecho, una quisiera largarse sin hacer ruido, sin dejar rastro, sin molestar. Pero ha sido poeta y tiene también, quizás, su vanidad. ¿Será por eso que se decide a llamar por teléfono al autor de esa carta pasados unos meses?
A punto de dormirse, un ruido la ha desvelado.
‘La voz sola’
El interés de Prada por Martínez Sagi había despertado cuando descubrió su nombre entre los de
Unamuno
,
Pérez de Ayala
y
Blasco Ibáñez
en un libro de entrevistas de
César González-Ruano
. Ruano la describía con estas palabras: “poeta, sindicalista y virgen del stádium” y contaba que la mujer, jovencísima, acababa de llegar a Madrid para promocionar su libro de poemas. De Prada persiguió el rastro en las hemerotecas y descubrió que
Cansinos-Asséns
la había proclamado, en las fechas de la entrevista de Ruano, “heredera de
Rosalía de Castro
”.
Pero los académicos y expertos en literatura española y catalana
no sabían nada de ella
. Unos ejemplares de dos de sus obras en las bibliotecas públicas de Cataluña y el eco atronador de una desaparición eran todo cuanto podía encontrarse. Pienso yo, ahora, cuántos como ella esperan entre los de mi generación su turno para ser olvidados en cuanto se apague el ruido de las novedades, y cuántos más de la suya siguen borrados incluso para la mirada profunda de
‘Las armas y las letras’ de Andrés Trapiello
.
Cuántos como ella esperan entre los de mi generación su turno para ser olvidados en cuanto se apague el ruido de las novedades
El caso: una amiga de Juan Manuel de Prada, trabajadora de Hacienda, encontró a esta escritora. No en las bibliotecas, sino en los registros oficiales. Supo así de Prada que la mujer seguía viva en Cataluña, y le escribió aquella carta con la esperanza de preguntarle quién había sido y, más importante, qué había pasado. El lunes, dos décadas después, un compendio de sus obras poéticas y periodísticas editado por la Fundación Santander se presentó en el Liceu de Barcelona, con la presencia de algunas autoridades.
Si Martínez Sagi levantara la cabeza…