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Adiós a Juan el Camas
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Agosto funesto para esto del flamenco. Mientras la ciudad duerme, las parcas y los diputados han hecho de las suyas. Los malos administradores suspenden la bienal de Málaga en Flamenco (ver el Málaga Hoy del pasado día 3). Por supuesto, sin tener en cuenta los intereses de los profesionales de este arte, con su habitual desprecio hacia la labor de los mismos.

También se nos ha ido estos días Juan el Camas, el último romántico del flamenco. Juan López Romero Jiménez (Camas, 25/2/1928-Sevilla, 4/8/2008), conocido como Juan el Camas o Chiquito de Camas, un cantaor que es un mito por su fidelidad a otro tiempo o, lo que es lo igual, por su fidelidad a él mismo. Su contribución más perdurable, al nivel técnico, es su fandango. En la línea melódica y emocional de los terribles fandangos sevillanos de trueno, desde el Calzá (que lo acompaña en esta grabación que les recomendamos, la que encabeza esta despedida, la única edición contemporánea y asequible de los cantes del artista camero) al Bizco Amate. También radical en sus letras : es sorprendente escucharlo en las escasas grabaciones que hizo, para Universal (la Philips de entonces), si tenemos en cuenta que estábamos en el último, pero no olvidemos que igualmente feroz en su represión, franquismo. Juan nos hablaba en sus fandangos de mujeres de la vida, de hombres de la vida, de jornaleros explotados, de mentira, de fealdad. De sus experiencias en la legión y en la calle. De su vida. Juan convertía lo feo en hermoso, las desigualdades sociales en melodía, la explotación y la fatalidad en belleza. Claro que se trata de una belleza atroz. No estamos ante Valderrama o Marchena. Claro que se trata de una belleza insoportable. Pero es una belleza que nos habla de lo más íntimo del ser humano, de la muerte que trabaja en su seno desde el nacimiento, en colaboración, en ocasiones, con nuestros semejantes.

generoso anarquista

Este profundo humanismo, fatalista y socarrón en ocasiones si quieren, es lo mejor que nos deja el Camas, ahora que se va. Porque es cierto que el Camas firma para la historia un fandango propio. Pero, tal vez, resulte más perdurable su actitud de rebeldía ante las convenciones, ante la sociedad franquista primero y capitalista después. El Camas inventó un fandango valiente y radical, insoportable, que es el palo flamenco de posguerra. El cante de las tabernas y de las madrugadas. El cante de los que no podían soportar el dolor y la muerte de cada día, y trataban de exorcizarlo cantando verdades en un mundo de pega, el de la dictadura franquista. El Camas se nos presenta en su fandango como discípulo aventajado de un Bizco Amate : es sin duda, y pese (o gracias) a su carácter libérrimo y creativo, su discípulo más fidedigno. Un cante roto, cuya humana intensidad lo sitúa más allá de la música y de la poesía, en los tuétanos mismos de lo humano. Del arte. El Camas se queja sin pensar. Se arroja en los tercios sin temor a la muerte, ésa que lo ha alcanzado al fin. Por todo ello, su fandango es uno de los más populares, gracias también a su amistad con Camarón de la Isla, que popularizó este cante entre sus seguidores.

Juan registró su fandango, y otros estilos de la baraja flamenca, en una serie de grabaciones de los primeros 70, con la guitarra de Ramón de Algeciras. Son los cantes que se ofrecen en la grabación recomendada. Encontramos también un testimonio visual de su arte y su presencia física en la por otra parte fallida película de Dominique Abel Polígono Sur. Allí nos rebela el Camas algunas claves de su cante y de su vida : por ejemplo, que tuvo el gusto de trabajar en una película de árbol, que le hacía el amor a una palmera, y que el hambre ha sido su maestra en la vida. Y canta sus bulerías de las Tres Mil con la guitarra de Rafael Amador. También interviene con sus bulerías surrealistas en el último corte del último disco de Pata Negra, Inspiración y locura. Juan fue siempre un hombre abierto y generoso. Nocturno, anárquico, se apartó pronto del flamenco profesional, prefiriendo una vida errática en lo económico pero cierta en lo humano. De hecho, Juan se inició como artista flamenco con tan sólo 9 años de edad, dadas su facultades vocales portentosas, para enrolarse poco después en las compañías de Pepe Pinto, Antoñita Moreno y Pepe Marchena. Luego, como digo, se cansó de esta vida de artista profesional, y vivió a su manera, fijando residencia durante años en Cataluña, o en el local que su cuñado Paco Lira regenta en Sevilla, La Carbonería.

Se mostró siempre abierto a las nuevas generaciones, apadrinando a gran número de intérpretes de nuevo cuño como el grupo Caña de Lomo o la bailaora francesa asentada en Sevilla Valeria Saura. Juan era un hombre de una presencia física contundente, que contrastaba con la ligereza pinturera de su fandango.

Imágen : El cantaor camero (izquierda) con Julián.

Diario de Sevilla 14.08.2008

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